El ejemplo de Viera


Por Aurelio González*

Uno de los más hermosos ejemplos de que es compatible una concepción universalista del mundo con una vinculación al entorno geográfico y cultural donde te desenvuelves habitualmente está en la obra y en el pensamiento del polifacético e ilustrado canario José de Viera y Clavijo.

Se puede comprobar leyendo su heterogénea producción intelectual y artística o visitando (ya lo han hecho hasta hoy 8.979 personas) la magna exposición que desde el pasado 24 de enero y hasta el próximo 5 de mayo permanece abierta en la sala “Hipóstila” de la Biblioteca Nacional por voluntad de los gobiernos de Canarias y del Estado. Una voluntad compartida que surgió del convencimiento de que aún la obra de nuestro insigne polígrafo no es lo suficientemente conocida y valorada no sólo en las Islas sino en el resto del territorio del Estado y del mundo.

Es evidente que Viera conjugó perfecta y valientemente los conceptos de localidad y universalidad, desmintiendo rotundamente a los que todavía hoy, casi siempre con espurios propósitos, tildan de localistas y ombliguistas a los pensadores y creadores que hacen compatibles estas dos visiones del mundo y de la vida.

Pero no sólo Viera ha demostrado con su obra lo compatibles que son lo local y lo universal. Ahí están los casos, entre otros, de Agustín de Bethencourt y Molina y de Agustín Espinosa, ambos tinerfeños. O de nuestro  gran Nicolás Estévanez y Murphy, también cosmopolita y polifacético, pese a lo cual sufrió las iras de Miguel de Unamuno cuando, a propósito de su libro “Mi patria es una roca” escribió, refiriéndose a él: “¡pobre de aquel cuya patria es un árbol porque terminará ahorcándose en él”.

Nunca he sabido qué retorcidas intenciones albergan en sus magines aquéllos que defienden la teoría de que resulta incompatible lo local y lo universal, la identificación con el medio natural y cultural y  el conocimiento cosmopolita y la concepción universal de la vida. Otros pensadores y creadores piensan justo todo lo contrario. Por ejemplo, el escritor mejicano Carlos Fuentes dejó escrito en su libro “En esto creo” (Seix Barral, 2002) que “no hay globalidad que valga sin localidad que sirva”.

El profesor Rafael Padrón  (comisario de la exposición abierta en Madrid) dice en el catálogo de la muestra madrileña que “Viera es un símbolo patrimonial canario, pero no un símbolo “diferencial”, sino un “puente” que une el Archipiélago con lo mejor de la cultura europea, un vínculo cultural que tiene sus anclajes en la más pura tradición clásica del viejo continente, en que las Islas en su proyección atlántica hunden sus raíces, y en las que poetas como Tomás Morales o pintores como Néstor de la Torre quisieron plasmar su estética en ese clasicismo “eterno” (de Atlántida y Hespérides recreadas)”. Y añade: “Viera es hoy en día un constructo (complejo en todos sus múltiples matices) que incide en la apertura y el carácter universal del Archipiélago sin temor a la pérdida de identidad”.

Me parece provocador e injusto que a muchos de nuestros grandes intelectuales y creadores canarios, de ahora y de siempre, se les siga tildando de localistas, por haber se ocupado en sus labores creadoras, también de asuntos que tienen que ver con la realidad inmediata de su entorno espacial. Y más provocador me parece si se hace amparado en determinadas siglas políticas y sin un mínimo contenido argumental.

Afortunadamente tenemos a Viera y Clavijo para desmentir esta impertinencia e injusticia.  Un canario que vivió entre los siglos XVIII y XIX y cuya obra ha trascendido todos los límites. Un magnífico ejemplo de cómo se puede unir a la condición de hijo de estas Islas, que las ama y conoce perfectamente, la de un intelectual y un artista universal y cosmopolita.

(*) Viceconsejero de Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias

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