El pacto


Santiago Gil  //

 

Sería más fácil mirar al mar durante muchas horas, escuchar una Fuga de Bach, subir a una gran montaña y dejar que la mirada se perdiera en el horizonte, bañarnos en el Ganges o meditar en un templo budista del Nepal. 


Sería más provechoso, quizá, amanecer y seguir en la cama leyendo un cuento de Henry James o abriendo el Quijote por cualquier página, abrazarnos a la persona que amamos, o admirar el juego de un niño que inventa universos con amigos imaginarios que aún no se han marchado para siempre. Todo eso está bien, pero luego hay que inventar argumentos que se ajusten a nuestros sueños. 


Escribir es una forma de vencer al azar o de no quedarnos quietos mirando lo que han hecho otros o lo que perfecciona la naturaleza con el canto de un pájaro o el sonido de las olas en la playa.


Estos días he leído un libro de relatos que inventa la vida y que rehace todos los argumentos. Lo escribe Santiago Casero González y lo publica Ediciones La Discreta. 


Se titula Las horas equivocadas y recomiendo vivamente que lo busquen y que lo lean. Casero se rebela contra el azar y contra lo que ya encontramos cuando abrimos los ojos cualquier mañana. 


Se inventa un mundo nuevo, con una voz propia y reconocible en cada uno de los relatos, con ironía, con ternura y con esa extraña capacidad que tienen algunos escritores para seducirnos con cada palabra. 


Quedas benditamente atrapado en su madeja de argumentos y en frases que te despabilan en medio de cualquier párrafo: “la vida es solamente una mala novela escrita en primera persona: hay alguien que habla y dice yo.” 


Pero ese yo, que podría quedarse en nada si no soñara, si no amara y si no escribiera, se engrandece cuando descubre que a través de la literatura se puede llegar mucho más allá de lo que se esperaba de cualquiera de nosotros, tan lejos que no sabemos nunca donde termina el horizonte.  


En otro de sus relatos, Santiago Casero también escribe que “todos los locos desconfían de los espejos.” Por eso mismo creo que inventamos la novela, para poner el espejo del que hablaba Stendhal en el camino que vamos recorriendo cada día, para pactar con la locura y contar con ella para inventar historias que hagan que la vida parezca una epopeya y no una sucesión de rutinas laborales que no merezcan la pena. 


Y ahí es donde nace el pacto, como nació aquel contrato social para poder convivir en igualdad de condiciones, el acuerdo que nos permita saber que todo esto, partiendo de un gran sinsentido, puede llegar a ser el espacio más entretenido del universo. 


“Y es por eso mismo por lo que me gusta tanto la literatura, porque me parece que no trata de domesticar la vida, solo pacta con ella.” Pactemos cuando antes y leamos todo lo que podamos. Juguemos con el azar como mismo juega él con nosotros. Seamos lectores. Vivamos más allá de las palabras.

 

 

 

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