Elsa López


Santiago Gil  //  La poesía es lo que queda más allá del tiempo y de las propias palabras, ese eco que no hace falta memorizar para que se eternice en el alma. Estos días ha llegado a mis manos el último libro de poemas publicado por Elsa López. Lo edita Hiperión y se titula Viaje a la nada. Elsa es una poeta de larga trayectoria, de muchas búsquedas, justamente premiada hace unos días con la Medalla de Oro de Canarias y con muchos viajes de ida y vuelta hacia dentro y hacia fuera de sí misma. De esos viajes se nutre este poemario, de lugares lejanos y de esa cercanía que da la madrugada cuando uno se reconoce a sí mismo en la desnudez de ese espejo que nos regala el paso de los años.

Hay muchos versos que nos detienen y nos deslumbran “debajo del cristal de la espera”, allí donde todo es armonía y al mismo tiempo  revoltura de olas en nuestros propios océanos. Hay mucho salitre entre sus letras, porque“así es la nada: blanca, gris y silenciosa./Solo el mar para nombrarla.” A esos versos solo se llega cuando se han dado muchos pasos sabios. En las antologías poéticas, como cuando leo los periódicos, siempre empiezo por el final:  en los periódicos por esas manías que uno adquiere desde niño, cuando quería llegar lo antes posible a las páginas de deportes, y en la poesía, porque suelen ser esos versos de los últimos años los que nos cuentan realmente a quien escribe. Llegado ese momento hay un despojo de toda la faramalla, de los ditirambos y de esas palabras huecas que no cuentan nada. Solo queda  la esencia, y esa esencia, como la que encontramos en Viaje a la nada, es la que al final nos conmueve y nos detiene en cada verso, o mucho más allá de ese abismo lleno de preguntas que dejan algunos puntos y aparte. “Solo el silencio que llevamos dentro”, ese verso de Elsa creo que define nuestro único enigma y al mismo tiempo, como si fuera un oxímoron, la única voz que nos queda, ese espacio en blanco que estará entre nuestra vida y la vida de los que vengan más tarde a buscarle sentido a su existencia en este planeta lleno de pájaros juanramonianos que seguirán cantando cuando ya no estemos. Pero lo bueno de los libros es que nunca llegan solos. Hay como una corriente que los empuja, los entrecruza y en algunos casos los complementa. Mientras leía los versos de Elsa López se cruzaron los últimos diarios que escribió  SándorMárai, y estoy seguro de que al escritor húngaro que murió en el exilio norteamericano le hubieran emocionado los versos de Elsa López. En ese diario Márai escribía estos renglones. “El camino que conduce de la vida a la muerte es oscuro, voy trastabillando de la nada a la nada, y en ocasiones sucede que, en el trayecto, una palabra o un concepto resplandece como las luciérnagas en un bosque oscuro”. En este libro de Elsa encontraremos muchas de esas luciérnagas que dan sentido a la vida y a la literatura.

Ciclotimias

Siempre habrá una foto fija bajo la lava del tiempo.

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