En la despedida de un amigo


Erasmo Quintana  //  Hoy es un día triste para la cultura de Gran Canaria: nos ha dejado un artesano de la Cultura, por ello es obligado de mi parte decir unas palabras para despedir, en medio del dolor que se siente, al amigo Pepe Rivero, José Rivero Gómez, nieto de nuestro gran poeta del cuerpo, modernista, intimista, Domingo Rivero.

En la casona de la capitalina calle Torres, donde vivió el poeta el último tramo de su vida, y donde murió, arrimado a los muebles y enseres que él cantó y sublimó, su nieto Pepe la convirtió en un magnífico centro cultural: el Museo Poeta Domingo Rivero, al tiempo que Salón de Conferencias, donde más de una vez tuve el honor de asistir, invitado por el cercano amigo Pepe Rivero.

Pocos ejemplos he visto como el suyo de amor a la Cultura, independiente siempre de organismos oficiales, lo cual agranda su mérito, y de reivindicación del gran poeta, autor del soneto Yo, a mi cuerpo, que fuera su abuelo.

En mi etapa de concejal de Cultura de Guía hubo sobradas ocasiones para mantener con Pepe Rivero una estrecha amistad. Nos acompañó cuando desde el Ayuntamiento le pusimos una placa en el frontis de la casa dando noticia que allí vivió con sus padres el poeta. Pepe fue un ferviente seguidor de la tesis de otra gran figura poética, el guíense Manuel González Sosa, en la que éste afirmaba que no le parecía bien que Arucas se apoderara en exclusiva la procedencia del poeta Domingo Rivero.

Pues bien, que allí nació, porque las parturientas era costumbre ir a la casa de sus madres, donde daban a luz -ella era aruquense, mientras que su marido, natural de Guía-, cosa que sucedió en nuestro caso, pero que inmediatamente después del parto se fueron a Guía, donde tenían el domicilio familiar, dejando claro que nacer en Arucas fue meramente accidental. Que en Guía de Gran Canaria discurriría su niñez y mocedad, hasta que por motivos de estudios superiores se instala en la capital, y sus posteriores viajes al extranjero.

Bien es verdad que por parte del municipio de Guía nada se ha hecho en serio para compartir más claramente la procedencia y raíces del gran poeta con Arucas. Según confesión de su nieto, éste al que en medio del desconsuelo despedimos, me dijo en una ocasión que su abuelo se sentía guíense hasta el tuétano. Este era el motivo, creo yo, de la debilidad que sentía el nieto por el viejo solar del noroeste.

Y en lo de compartir la gloria de un poeta intimista, alter ego del malogrado Manuel González Sosa, es una senda que está por andarse. Nada hay que lo impida; lo que falta es sensibilidad y ganas de hacer las cosas.

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