Inventarios


Santiago Gil  //

Hay un juego borgiano de azares y sincronías en los libros. Van y vienen, a veces hibernan, y otras veces renacen inesperadamente. Hace unas semanas,  un buen amigo, un hombre sabio y que ha visto mucho mundo, me regaló un ejemplar de un libro editado en 1973.

Ese hombre se llama Juan Francisco Bosch y el libro se titula “Galaxia Latinoamericana, siete años de entrevistas a autores latinoamericanos”. Las referidas entrevistas fueron realizadas por el francés Jean-Michel Fossey con fotos de Antonio Gálvez. En el libro aparecen, entre otros,  los testimonios de Manuel Puig, Nicolás Guillén, Lezama Lima, García Márquez, Vargas Llosa, Jorge Edwards, Nivaria Tejera, Alfredo Bryce Echenique, Miguel Ángel Asturias o Severo Sarduy.

El libro lo publicó Inventarios Provisionales, una editorial radicada en las Palmas de Gran Canaria (cómo hemos involucionado) que miraba tan alto y tan lejos como se debe mirar si se quiere llegar a alguna parte.

Llamé a Juancho Armas Marcelo y me habló de los detalles de ese libro que él se encargó de coordinar con Jean-Michel Fossey. Yo creo que es de los textos que mejor nos pueden explicar la literatura latinoamericana de la segunda mitad del siglo XX.

Aparecen las influencias, los métodos de trabajo, las búsquedas, las dudas y toda aquella sinergia que cambió por completo la literatura escrita en español. Se cuentan muchas anécdotas, pero yo me quedo con el cruce de datos que se produce entre las entrevistas de García Márquez y Vargas Llosa. En ese momento aún no había fisuras en su amistad, y cada uno por separado cuenta la historia de los señores Lacroix.

Primero fue el escritor colombiano el que se quedó sin un céntimo en París en 1960, y en ese momento los señores Lacroix le dejan una buhardilla de su hotel para que viva y trabaje, y allí nació El coronel no tiene quien le escriba.

Quedaban algunos años para Cien Años de Soledad y muchos más para el Nobel. Un poco más adelante, a finales de los sesenta, fue Vargas Llosa quien se vio en París sin dinero después de no cobrar una beca que le habían prometido.

También entonces, en otro hotel, pero con los mismos dueños, se le deja una buhardilla para que viva, y allí escribe nada más y nada menos que La ciudad y los perros. García Márquez cuenta que aprendió que uno es capaz de dormir bajo los puentes cuando persigue un sueño.

No quiero pensar qué hubiera sucedido si los señores Lacroix no hubieran estado en París en los años sesenta. A lo mejor las sincronías de la vida hubieran escrito esos azares de otra manera, pero la vida, sobre todo la literaria, tiene mucho de novela si uno sabe asomarse a ella y a esos misterios que nos llevan y nos traen como proteicos seres que caminamos entre las sombras de lo que está escrito mucho más allá de nuestros pasos.

CICLOTIMIAS

Las olas borran las luces de la orilla igual que el tiempo borra nuestras siluetas.

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