José Luis Guerín responde a la crisis sin medios: «Es patético ser un llorón»


 Madrid, 22 dic (EFE).- El deseo de querer ser uno de los enanitos, después del dolor que le produjo ver «Blancanieves» cuando era niño, llevó a José Luis Guerín a llamar a las puertas del cine para abrirse a un mundo del que ya no quiere escapar, ni a pesar de la crisis, porque, dice, lo que no «le quema» le hace «más fuerte».

«Lo más patético que puede ser un cineasta es ser un llorón», precisa José Luis Guerín (Barcelona, 1960) en una entrevista con Efe a raíz de que su nueva película, «La Academia de las musas», que se estrena el 1 de enero, es una ficción «sin logos institucionales», rodada cámara en mano y con actores no profesionales.

Ganadora del Giraldillo de Oro de la sección oficial del Festival de Cine Europeo de Sevilla, en el que por primera vez ha ganado una película española, la película es un relato a medio camino entre documental y comedia que reflexiona sobre la naturaleza del amor y su posible condición de invención poética.

La película surge tras la invitación real de unas alumnas del profesor de filosofía italiano de la Universidad de Barcelona Raffaele Pinto para que crease una «academia de musas», una idea que al director le parecía «disparatada» pero que, tras acudir a estas clases, despertó en él el «deseo de desarrollar y fantasear más, para llevar lo que empezó como documental al límite de la ficción».

Inspirada por la lectura de «La divina comedia» de Dante en una de las clases de Pinto, «La academia de las musas» se nutre del mundo clásico para enganchar poesía y realidad en un viaje que va de la teoría a la práctica.

Con actores que no son profesionales pero pertenecen a «una comunidad que sí existe», pues tanto la mujer de Pinto, como sus alumnas en la ficción lo son también en la realidad, Guerín ha ido componiendo una película que no tenía un guión cerrado y en la que los propios personajes han redirigido la historia y «sorprendiendo» al director.

«Es una paradoja, pero mi gran deseo era descubrir la película que tenía que hacer, no hago una película moralista ni para denunciar cosas o imponer un discurso, sino para descubrir lo que dice la película», manifiesta el también autor de «En Construcción» (2001) uno de los documentales más premiados del cine español.

Para el director, el «único» riesgo que corría con «La academia de la musas» era «no tener película»; riesgo cierto puesto que el catalán no pidió ninguna subvención, aunque no descarta, ha dicho, pedirlas en el futuro.

Le «entristece» el reciente caso de fraude de las subvenciones al cine en España, y califica tal hecho como un «apéndice más» de todos los casos de corrupción que han sacudido a este país, algo que concibe como «el lado terapéutico de la crisis».

En formato casi de conversación continua, «La Academia de las musas» habla de literatura y poesía y ensalza la palabra en una composición que hace que el espectador fije su mirada en los problemas, reacciones y relaciones de los personajes.

Con diálogos en cuatro idiomas (español, italiano, catalán y sardo) para mantener la frescura e identidad de los personajes, Guerín toma la lengua como metáfora para dotar a la palabra de gesticulación política y sacar «la máxima potencia de transmisión a la decisión de cada uno».

«Así es como gestiono yo mi vida también, con decisiones como esa, o como la herramienta doméstica de utilizar mi cámara dando lugar a una película tosca. La belleza me parece que debe ser tosca, no creo en el perfeccionamiento técnico, hay películas españolas que me parecen de nuevo rico», concluye.

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