La herida de muerte (a propósito del puerto de Agaete)


Santiago Gil  //

En esa orilla está buena parte de mi infancia y de mi juventud. Fue allí donde aprendí lo que era la belleza.

En el Puerto de Las Nieves escribí mi primer poema, leí muchos de los libros que han marcado mi existencia, me enamoré por vez primera y fui descubriendo calas, charcos y rompientes entre El Juncal y Guayedra.
La herida paisajística que más me ha dolido ha sido la construcción del actual puerto de Agaete. Perdimos la playa, el horizonte y buena parte del encanto de aquellos días de sol y aventura. Pero está claro que en Gran Canaria nos estamos empeñando en robarle a nuestros nietos lo que a nosotros nos legaron nuestros antepasados.
A estas alturas ya uno sabe que todo puede empeorar en esta ínsula  cada día más alicatada y más herida, sobre todo si se cruzan la codicia, la especulación y la falta de respeto a la madre naturaleza, y escribo madre porque algunos se olvidan de dónde venimos y qué es lo que quedará cuando nos vayamos.
La ampliación del actual puerto de Agaete terminaría por sepultar uno de los paraísos más hermosos que yo haya visto sobre la Tierra,  y no solo por el acantilado de Faneque, Tamadaba o la Punta de La Aldea sino porque los paisajes en donde uno aprende lo que es la belleza son siempre los más sagrados.
Nos obligarán a marcharnos o a seguir pregonando en un desierto de desidias. El otro día eran los árboles de Tejeda, y hoy es lo poco que queda del encanto del Puerto de Las Nieves.
Mi hija, por ejemplo, nunca podrá ver el Dedo de Dios (el Roque Partido), ni tampoco verá el horizonte o aquellos ocasos luminosos que atisbábamos desde la playa de Agaete dándonos los últimos baños del día.
Nos quedaba Guayedra, pero por lo visto quieren que la escollera casi roce la playa de Sotavento o que borre los pasos del último rey de los antiguos canarios. Los Semidán consideraban esas costas como territorio sagrado, pero llegamos nosotros, los que llamamos bárbaros a los que estaban antes, para dejar un rastro que avergonzará a todos nuestros descendientes.
El Norte, desde que está el actual puerto, encabeza todas las cifras de paro y de pobreza de la isla. Aquel destrozo que vendieron como motor para la economía del Noroeste no ha beneficiado en nada a esa comarca tan maltratada de Gran Canaria. Esa ampliación solo borrará lo poco que nos quedaba a los que nos criamos entre esos acantilados y esas playas de arena negra.
Se llevará por delante la belleza, que es al fin y al cabo lo único que buscas a medida que pasan los años y te das cuenta de que casi todo lo demás era un camelo. La belleza ya estaba: somos nosotros los que la estamos despreciando.

 

 

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