Lo vulnerable


Santiago Gil  //

Hace tiempo que se intentan cubrir de eufemismos a las evidencias. Alonso Quijano sería hoy en día el más cuerdo de nuestros gobernantes, y tengo claro que las decisiones de Sancho cuando le tocó gobernar la ínsula Barataria fueron más coherentes que toda esa improvisación y toda esa tinta de calamar que estilan o derraman casi todos los políticos actuales, aquí y en Pekín, y no digamos en Pionjang o en Washington. 

Vivimos tiempos extraños. Avanzamos, creo que nunca antes se ha avanzado tanto como hasta ahora en tecnología, sanidad o comunicación pero, al mismo tiempo, nos empeñamos en volver al pasado más cavernícola con exabruptos o negaciones de unas verdades que se asoman por todas partes aunque se empeñen en negarlas quienes tendrían que evitar que se asomaran. 

Ahí están, sin ir más lejos, las llamadas microalgas, y más que las microalgas están los vertidos que van a dar a ese mar azul que cantaran Alonso Quesada o Tomás Morales. Y luego está el incendio de Gran Canaria, otra vez viendo impotentes cómo arden nuestros árboles y nuestros paisajes, echándonos las manos a la cabeza, pero repitiendo los mismos errores que hace unos años y sin medios efectivos para combatirlo.

El cuidado del medio ambiente debe ser prioritario más allá de las contingencias electorales. Nosotros pasamos pero el planeta queda, y quedan los océanos, y también toda la basura que vayamos dejando. Se puede dejar la Cueva Pintada o la Capilla Sixtina o grandes vertederos en donde la vida se vuelva nauseabunda y casi insoportable, se puede dejar Garajonay o Central Park o ciudades de cemento y humo en donde no apetezca salir a la calle ni siquiera a comprar el pan o a estirar las piernas. 

Y ya dije hace un momento que la mayoría de los políticos prefiere mirar para otro lado, o solo mirar con la perspectiva de cuatro años con la que miran siempre. En cambio nosotros tenemos que asomarnos al presente con la misma perspectiva con la que se asomaron los que nos regalaron un planeta más habitable, ese planeta que tenemos el deber de dejar igual para que lo habiten los que no conoceremos dentro de dos mil o tres mil años. 

Ahora mismo, si dejamos que el mundo siga como va, dejaremos el legado más peligroso, insolidario e ingrato de la historia del ser humano en la Tierra. Y no vale culpar al otro, ni siquiera a ese gobernante sin altura de miras o sin respeto por los que vengan luego. 

Somos nosotros los que tenemos que empezar a cambiar este planeta, desde la conducta individual y desde la colectiva, pero sobre todo desde lo cotidiano y pequeño. Un simple gesto hoy, un cuidado responsable, un saber que todo lo que hacemos tiene consecuencias inmediatas o lejanas, puede cambiar el destino de millones de personas que llegarán más tarde a tratar de cumplir unos sueños similares a los nuestros.

 CICLOTIMIAS

La vida es una marea que termina devolviendo todo lo que encuentra.

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