Los paisajes


Santiago Gil  //

Vamos habitando paisajes que al paso del tiempo se convierten en parte de nosotros, paisajes cambiantes, a veces por nuestros estados de ánimo, otras veces por el paso de las estaciones y otras por las manos de quienes varían de mil formas diferentes ese espacio que vamos poblando de vivencias.

La vida es también una suma de paisajes que vamos guardando en la memoria. Ni siquiera hace falta que te esfuerces, nuestro cerebro es selectivo y conserva lo que a nosotros muchas veces no nos parece importante, el sonido del agua en un riego, el vuelo lejano de un pájaro, una estrella fugaz que atisbamos unos segundos o las sombras de aquellas plataneras en las que muchos nos adentrábamos como quien se adentra en una manigua oscura, entre olores que también se guardaron en esos trasteros de la memoria que siempre nos terminan sorprendiendo.

Habitualmente caminamos las mismas calles sin darnos cuenta de la variación diaria de todo lo que vemos, y así hemos ido escribiendo nuestra biografía en cientos de aceras, en campos abiertos, en la orilla de las playas, con amores, amigos, con gente de paso, o que creíamos de paso y que luego nos aparecen en los recuerdos como personas que nos marcaron más de lo que pensamos cuando estuvimos con ellos.

Uno también se queda donde va fijando su mirada, en el detalle curioso, en lo que no parecía trascendente, y en cada uno de esos paisajes que también forman parte de nosotros. No hay nadie más en el planeta que está unido a todos esos espacios, que tenga tus mismos vivencias a la misma hora, el mismo día o siguiendo los mismos pasos.

Por eso desde que desaparece una tienda que llevaba toda la vida en la calle por la que transitamos, o si tiran un edificio, o si alguien derriba un muro que permite que veamos todo con una perspectiva diferente, es cuando nos damos cuenta de la importancia que tienen esos lugares y de que nosotros, de alguna manera, también formamos parte de ellos.

Alguien nos verá pasar todos los días y hasta nuestra misma sombra reconoce otras sombras cotidianas entre esa misma gente que también cree que va pasando de largo. Da lo mismo que hayamos habitado en la misma calle casi toda nuestra existencia.

También hay una especie de efecto mariposa que no controlamos y que puede estar variando el curso de la historia en el otro lado del planeta, o al lado mismo de donde estamos, como sucede cuando nos enamoramos de repente en alguno de esos encuentros casuales por las calles, por esas mismas calles que antes de que apareciera la fascinación del amor nos parecían unas calles corrientes.

Y lo mismo puede aparecer el amor que una desgracia inesperada, pero nunca permanece todo igual, ni en la calle ni en nuestra mente, ni tampoco en esos recuerdos que luego te aparecen con ese color sepia de las fotos que va desgastando el tiempo.

CICLOTIMIAS

Un papel en blanco también es un ser vivo que espera argumentos.

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