Razones para la Candelaria y el Pino

José Luis Yánez Rodríguez | 12 de septiembre de 2015

Cada oleada política del pleito insular movía de un lado para otro el patronazgo  

Aunque se afirme casi tajantemente que desde tiempos del Papa florentino Clemente VIII el Patronazgo de Canarias lo tiene la Candelaria; no sería hasta el siglo XVII cuando las islas vieron actuación rotunda y firme por parte de un prelado de estas tierras que diese contundencia de papel firmado a tal patronazgo.

De Zalamea la Real -en Huelva- era don Bartolomé García Ximénez Rabadán. Zalameño fue, por tanto, el obispo que el Día de Reyes de 1675 designaba en el texto de una carta, a la Virgen de la Candelaria de la isla de Tenerife con el título de Patrona de la Diócesis de Canarias en los términos siguientes: "...Y porque como la experiencia desgraciadamente enseña regularmente en este obispado y sus siete islas padecemos la penuria de lluvia y agua del cielo y así mismo la infestación de bárbaros piratas que tanto daño hacen y han hecho en estas costas cautivando tanto número de personas de ella y considerando que para el remedio de estos daños no hay en este obispado y sus pueblos Santos Patronos especiales que consigan de Dios Nuestro Señor el remedio de estos males, he considerado que nuestra Señora de Candelaria es Patrona Universal de todo este obispado, cuyo oficio se reza con octava en todo él, que esta Soberana Señora sea también especial abogada de cada pueblo para beneficio de la lluvia..." No era cosa reciente, que venía de atrás; pero la nota en la misiva tardó en difundirse e implantarse; porque en territorio tan disperso y mal comunicado como el nuestro, las nuevas no eran cosa de un día para otro.

Por ello, tan sólo veinte días más tarde, en aquel mismo mes los grancanarios solicitaron intercesión al cielo, y para pedir lluvia bajaron a la Virgen del Pino a la capital; en Fuerteventura, también el mismo año, se fechaba el "Dialogo Histórico en que se describe la tradición y aparecimiento de la imagen de Nuestra Señora de la Peña, en la más afortunada isla de Fuerteventura" publicado por orden de Fernando Mathías Arias y Saavedra -señor de Fuerteventura, Lanzarote, Alegranza e Isla de Lobos- que con motivo de la celebración de una novena en honor de la Virgen de la Peña instauraba de facto su patronazgo en la isla majorera. Los palmeros, por la misma época, comenzaban a labrar los elementos del celebérrimo trono de plata de las Nieves, y al año siguiente, por sufrir "el invierno más seco de la década", e informado el obispo Rabadán, presente por entonces en La Palma, de "la especial devoción que hay en esta isla con la Santa Imagen de Nuestra Señora de las Nieves, Patrona de toda ella, de cuyo patrocinio se vale en todas sus necesidades", ordenó su traslado a la iglesia de El Salvador "para que, colocada... en trono decente, se celebrase la octava con mayor solemnidad y asistencia del pueblo", iniciando así la tradición de las bajadas lustrales a partir de 1680.

Y así igual en todas las islas; que esto de las devociones y fervores es cosa muy personal y reservada, y cada uno elige para interceder a quien ve más cercano o más ligado a sus tradiciones y querencias más íntimas.

Pero la historia continuó y si al principio el Patronazgo de la Virgen de Candelaria no aparecía en otros documentos diocesanos; dos años más tarde, desde Agaete donde hacía rogativa pública por las calamidades del reino a petición de Carlos II, el obispo lo declaraba más explícitamente. El 19 de mayo de 1677 escribía: "para que con más segura confianza podamos conseguir estos efectos de la divina misericordia, les exhorto a que pongan por intercesora a Ntra. Sra. de Candelaria, con razón llamada en Roma la Taumaturga Patrona Universal de todo este nuestro Obispado y milagro continuo de nuestras aflicciones y necesidades, como casi continuamente lo estamos experimentando".

Continuó García Ximénez en los años siguientes haciendo pública aserción del patronazgo de la Candelaria en variada documentación, sin que estudios posteriores -como la extraordinaria investigación publicada en 1971 por Ignacio Quintana y Santiago Cazorla de la que hemos extraído varios de estos datos- encontrasen en el siglo XVII la confirmación vaticana de la supremacía de advocación tan estimada por el obispo Rabadán. En 1679, en 1680 o en 1689 se detallan en documentación diocesana distintas órdenes o menciones a la Candelaria, refiriendo siempre en ella al Patronato. En concreto, en este último año ante la imposibilidad de cumplir con una variación del calendario impuesta por la "Congregatio pro Sacri Ritibus et Caeremoniis" para mudar la fecha de la celebración de su fiesta se dice que "...en este obispado no se puede transferir por ser Patrono Universal de estas Islas". Don Bartolomé falleció en 1690 y fue enterrado en el recién terminado templo de Candelaria a cuya construcción tanto había ayudado a partir de 1668. las decisiones del obispo perduraron durante la centuria siguiente y también el santuario, que se mantuvo en pie hasta que en 1826 un fuerte temporal lo arrastró al mar junto con todo lo que había dentro, incluido el obispo García Ximénez y su Bienamada Imagen.

Los devotos actuaron prestamente y encargaron nueva Imagen - la bellísima que aún hoy podemos contemplar- a Fernando Estévez, escultor discípulo en estas artes del guiense Luján Pérez y comenzó con el siglo XIX un nuevo trayecto en la evolución del proceso sociopolítico de enfrentamiento entre las islas de Gran Canaria y Tenerife, que durante dos siglos y en distintos grados, ha ido conformando el llamado "pleito insular", arrastrando a las demás islas y afectando -entre otros muchos temas- a éste que aquí nos ocupa. El primer paso fue la división, por bula de erección de Pío VII de 1 de febrero de 1819, del secular Obispado de Canarias en dos diócesis que llevarían los nombres de Canarias -manteniendo la denominación anterior, sede en Las Palmas y jurisdicción sobre las "islas orientales"- y Tenerife -con nueva denominación, sede en San Cristóbal de La Laguna y jurisdicción sobre el resto del archipiélago-.

Un solo obispo, don Luis Folgueras y Sion, y cuatro Vicarios Capitulares tuvo la nueva Diócesis Nivariense hasta su supresión por el Concordato que en 1851 se firmó entre España y la Santa Sede. Desde ese año y hasta el ya definitivo restablecimiento de la misma en 1877, dependieron de los obispos de esta Diócesis, que ejercieron allí como administradores, conjuntamente con otros Vicarios. Fue en ese intervalo cuando un Decreto Apostólico de Pío XII suprimía en los dominios de España, muchos días festivos, a petición del Gobierno, y ordenaba "que en cada diócesis se venere un solo patrono principal, que habrá de ser designado por la Santa Sede, quedando vigente el precepto de oír misa y de abstenerse de obras serviles" El doble precepto en la celebración de una determinada advocación (misa y día no laboral) era algo así como el marchamo de máxima calidad; con lo que se sentía que quien lo perdiera, fuese quien fuese, quedaba por detrás. El obispo Joaquín Lluch y Garriga hizo su propuesta inmediatamente y el 20 de julio de 1868, cuando ya don Joaquín había cogido el portante en dirección a Salamanca, se publicó el nombramiento de la Candelaria como Patrona única: "Rvdo. Sr. y Hermano. Habiendo expuesto V. E. I. a nuestro Smo. Sr. y Padre el Papa Pío IX que deseaba que tanto en la Diócesis de Cananas, como en la de Tenerife, fuese venerada como Principal Patrona delante de Dios, según se venía ya verificando antes, la Purificación de la Sma. Virgen María, su Santidad, acogiendo benignamente las preces dirigidas y elevadas a su conocimiento por el infrascrito Secretario de la Congregación de Sagrados Ritos, se ha dignado confirmar como Patrona Principal de ambas Diócesis la Purificación de la Sma. Virgen María, cuya fiesta concedió continuara celebrándose en las dos Diócesis el 2 de febrero con rito doble de primera clase con octava y bajo los dos preceptos, a saber, de oír misa y de abstenerse de obras serviles. Excmo. Sr. y Hermano Obispo de Canarias y administrador Apostólico de Tenerife. Roma 12 de diciembre de 1867". Y así, entre nuevos decretos, propuestas y protestas, continuó todo hasta comienzos del siglo XX.

Afirmo, con todo el rigor que a cosa tan en el aire pueda darse, que cada oleada política del pleito insular durante estos años movía de un lado a otro también el tema del patronazgo. Por ello, cuestiones como el nombramiento de delegado gubernamental en Gran Canaria o la creación de los Cabildos Insulares, con su carga de fuerza insuflada a los exigentes de prebendas de una isla sobre otra (porque no parecía más que Canarias tuviese sólo dos islas), no podía tener otra consecuencia que la que tuvo. La decisión del Papa Pío X -dentro de todo su plan de reformas litúrgicas- de retirar nuevamente el doble precepto a la Fiesta de la Natividad (8 de septiembre) no ayudó mucho a rebajar las calenturas políticas isleñas.

El obispo don Ángel Marquina llegó a fines de 1913, asumió inmediatamente como propias las reclamaciones de pueblo y políticos, por lo que el Ayuntamiento de Teror le manifestó de inmediato su cercanía y adhesión, que le mantuvo durante todo su episcopado. Por ello, tal como nos informa el historiador don Vicente Suárez Grimón, cuando en pleno de 22 de febrero de 1914 el concejal don Pedro Suárez Ponce (bisabuelo de don Pedro Ortega Rodríguez, nuestro flamante Consejero de Economía, Industria, Energía y Conocimiento) afirmaba que la decisión del Papa dañaba los intereses de la Villa, ya que "el concurso de forasteros en las vísperas y día de dicha fiesta irá disminuyendo y, por tanto, aminorándose no sólo la devoción a nuestra patrona sino también las empresas y ventas de animales y demás, sufriendo en mucho los ingresos en la población", no hacía otra cosa que apoyarle en todo el proceso que estaba iniciando Marquina en aras de conseguir una modificación de todo lo relacionado con el Patronato. Cinco días más tarde, el 27 de febrero, el deán de la Catedral de Canarias propuso declarar a la Virgen del Pino patrona de la Diócesis de Canarias.

La Santa Sede contestó por Rescripto del Papa Pío X, que afirmaba "la elección de la Bienaventurada Virgen María como Patrona Principal de la Diócesis Canariense, hecha por el reverendo obispo y cabildo, y mandó que la fiesta patronal se celebrara en la Natividad de la misma Bienaventurada Virgen María el día 8 de septiembre".

Y ya está. Y si declaración tan parca, pero a la vez tan rigurosa, dejaba a libre interpretación s el patronazgo de la Candelaria sobre el territorio insular que ocupaban las dos diócesis seguía vigente; esta falta de claridad no ha hecho otra cosa que traer cola durante un siglo -se dice pronto- y permitir aún en la actualidad variadas, complicadas y a veces malintencionadas interpretaciones.

Y frente a ello creo que no cabe otra cosa (de una vez, ya) que viertan sobre todo esto grandes y terapéuticas cantidades de cordura y razón. Quizá pudiera tacharse de osadía el que yo proponga soluciones a los altos representantes de las dos diócesis de nuestro archipiélago, pero creo que en lo que aquí nos ocupa es preferible el atrevimiento a la despreocupación; y si doctores tiene la Iglesia, los tiene para ocuparlos en estos menesteres. Mi presunta osadía no es más que la petición de que prime el sentido común. Y si tal como reza popular adagio "Más vale adarme de razón que libra de talento", que en este Día de onomástica de los dos advocaciones -que el 8 de septiembre se celebra el Nacimiento de María- se olviden de opiniones de cronistas, políticos, periodistas, oportunistas, y de todos aquellos que viviendo al soco de la hostilidad obtienen una extraña y hasta irritante ganancia de algo que es más provocación que verdadero y sensible interés por la historia y el sentir más profundos del pueblo de Canarias.

Y que se acuerden de las otras islas; que si aquí estamos preocupados por dirimir todos estos asuntos de "tanta gravedad"; se pueden imaginar como podría quedar , por ejemplo, una señora del bellísimo pueblo de Haría que con devoción y fe quisiera cumplir con oración a los patronos que le tienen adjudicados y le informaran que quería hacerlo ante Santiago y la Inmaculada Concepción, que ocupan el solio del patronazgo de España; a Nª Sª de la Candelaria, Patrona del Archipiélago; a Nª Sª de los Reyes, patrona de la Archidiócesis de Sevilla, de la que somos sufragáneos; a Nª Sª del Pino y San Antonio María Claret, Patrona y Compatrono de la Diócesis de Canarias; a Nª Sª de los Dolores, patrona de Lanzarote y, por fin, a San Juan Bautista, dignísimo patrono de Haría, ello lo haría, con fervor pero rezongando porque buen uso y costumbre, para conseguir favores de las alturas celestiales, es rogar a Dios por santos...... mas no por tantos.....

A principios del siglo pasado, dos personalidades -una de cada isla- escribieron imbuidos de veneración, ternura y todos los buenos sentimientos que mueven todas las imágenes de la Santa Madre de Dios, los textos siguientes:

"El señorío de la Virgen se extiende a toda la provincia; más allá de ella, en el destierro de la emigración, en los remotos países americanos, la Señora aún reina, manda y edifica dulcemente. Sus fieles experimentan desde lejos con mayor imperio la atracción que irradia de la imagen prestigiosa. No ha mucho una pobre mujer, residente en Cuba, escribióme para pedirme, como gran merced, que le enviase una fotografía de la Virgen. Quiero verla antes de morir, decíame en su carta; hace muchos años que sólo la veo en mi pensamiento... El mayor consuelo al que hoy aspiro es contemplarla reproducida bajo cualquier forma y mirarme en su rostro al punto extremo y amargo de la muerte.

... Yo le envié una tarjeta con el retrato de la Amadísima. Volvió a escribirme torpemente la anciana para expresarme su agradecimiento por el servicio... iCuánto he llorado al volverla a ver y qué bien me han hecho esas lágrimas! Dios le bendiga a usted, y le premie. El caso no es único; los devotos de la Virgen llevan a todas partes su devoción, su recuerdo. La buscan en las tinieblas del dolor como un faro; la llaman en las tribulaciones como una esperanza; la invocan en las enfermedades como una medicina. Hasta los menos doctos, aclarada su inteligencia por el intenso sentimiento de sus amores, aciertan a dirigirle frases aquilatadas y conmovedoras. La fe tórnales elocuentes; la aridez de su intelecto no cultivado echa flores. La Virgen recoge la cosecha... de las ofrendas, las plegarias, los exvotos y donativos.

Todo eso: arrojado a sus pies por el fervor ardiente del culto mariano, tributo de las generaciones, afirma su soberanía; y prueba que se ensancha sin límites... En nombre de la Virgen protectora, el pueblo lo hace todo, todo lo emprende. Ella proveerá y resolverá indicando los buenos caminos a la ciudadanía que lucha, fija la mente en el bien común. A ella se apela siempre en la última instancia...."

"El que concurra a la gran romería mucho puede ver, pero mucho más observar y admirar, por los ejemplos de fe que allí se exhiben sin ostentación ni grandes aparatos, pero de una firmeza tal, que bien claro demuestran ser la Virgen para los canarios un áncora de esperanza nunca desmentida. Peregrinos de los confines más apartados de la Isla, que para llegar al Santuario tienen que atravesar distancias de muchas leguas en medio del sol abrasador de la canícula africana, vénse allí sudorosos y polvorientos alternando con el encopetado señorito, y la mujer del pueblo, que a pie hizo la jornada, con la dama que llena de encajes y atavíos a la moda los expone impertérrita... No parece sino que la Virgen tiene el poder de nivelar a los hijos de la fe, pues el grande se abate sin sacrificio, y el pequeño, clavándose en el amor a María, todos iguales por un mismo ideal, todos, repito, en lazo de amor ante el trono, o lloran y piden, o alaban y bendicen aquellos rostros que a intervalos se descubrían por entre el oscilar de la luz de los cirios, ante el trono de la Imagen, con la vista fija en Ella, pero con esa fijeza de ternura que sólo produce el objeto amado y que hace correr por las mejillas lágrimas de felicidad; aquellas voces roncas y hasta cavernosas que guiadas por la del cura, a un tiempo rompieron aclamando a María, por lo inesperado, como descarga cerrada aprovechada toda en mi corazón, estremeciéronlo hasta su última fibra y dio al través con mi serenidad, haciendo que mis ojos se nublaran por el llanto; pues mi espíritu, cansado y rebosante de impresiones de fe y amor, al fin rendíase con el golpe de gracia del fervor de aquella ruda gente... ¡Qué hermosa expresión de amor!... ¡Qué efluvio más delicado del querer canario!..."

¿Cuál es el texto de la Candelaria y cuál el del Pino? Juzguen ustedes si amores tan rotundos merecen enturbiarse con refriegas tan viles.

 

NOTA: Publicado en La Provincia el 9 de septiembre de 2015.

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