Alberto Hernández Rivero, dibujante: “Cambiar de estilo es una forma de divertirse y dejarse llevar por lo que sugiera el guionista”


Por Noé Ramón //

El dibujante grancanario Alberto Hernández Rivero debe ser uno de los más prolíficos de las Islas y, desde luego, pocos pueden alardear de una trayectoria como la suya. Durante su carrera de dos décadas ha tocado casi todos los palos: desde trabajar para la televisión, periódicos, suplementos, publicidad, tiras eróticas, público infantil, sobre la obra de Galdós y colaborar con el cine junto a Elio Quiroga, hasta ejercer de dibujante para la conservación de yacimientos aborígenes. Un trabajo este último que ya ha desaparecido en las fauces de los avances tecnológicos, pero que seguramente le dio la base suficiente como para elaborar ahora un cómic sobre el mundo aborigen de las Islas que acaba de ver la luz. 


-Efectivamente, gira sobre un asentamiento aborigen del siglo X que está en el municipio de Santa Lucía de Tirajana llamado La Fortaleza. Quizás lo principal es que he intentado huir del espacio gris en el que se nos presenta nuestro pasado y apostar por el color. Es una obra de ficción en un enclave real y gira en torno a unos niños, trastadas incluidas, y cómo viven en un lugar tan impresionante como es la Caldera. Ya vamos por el segundo álbum y, hasta ahora, ha funcionado muy bien. De hecho, hemos firmado para hacer el tercero con la idea de que se convierta en una serie. Pretendemos que sirva de vehículo para crear una afición entre quienes lo lean y así acercarlos a nuestro patrimonio y riqueza paisajística. La divulgación es fundamental y si además podemos aportar un elemento emotivo y amable, mejor que mejor. El primer volumen se llamaba Isaco y sus Aventuras, Las cuevas de los muertos, el segundo, Se me fue el baifo y ahora tenemos el compromiso de hacer tres más.


-¿Cómo definirías tu estilo?

-No sabría decirlo con precisión. Para mí, cambiar de estilo es una forma de divertirme, moverme en un espacio lúdico, la posibilidad de enfrentarme a otra narrativa y dejarme llevar por lo que en cada momento me sugiera el guionista con el que trabaje. Cambio mucho la forma de utilizar el color y las tintas y por eso creo que soy muy versátil, es algo que he conseguido con el tiempo trabajando como autónomo y para múltiples campos, incluida la publicidad. Antes, cuando acababa con un estilo y tenía que saltar a otro, me costaba entrar en la historia, pero al final he logrado establecer una línea gráfica estable que me permite acercarme a un dibujo más realista o asomarme a uno más infantil, manteniendo un estilo en el que puedo reconocer mi trabajo. Pienso que he conseguido mantener un espacio que ya reconozco como propio. 


-Tu primer trabajo fue como dibujante de un yacimiento aborigen.

-Cierto, mi primer trabajo con nómina fue como dibujante arqueológico. La empresa que construía la ampliación de la autopista del Sur hasta El Tablero encontró durante las obras una necrópolis, se encendieron las alarmas ante la posibilidad de que se destruyera y entonces se formó un equipo multidisciplinar con el que encajé a la perfección. Mi trabajo era dibujar el yacimiento y lo que se descubría a lo largo de todo el proceso de excavación. Luego, me llamaron para ir a México durante tres o cuatro meses para hacer algo parecido, pero al final esa profesión desapareció con las nuevas tecnologías y los avances en fotografías. 


-Y ahí enlazaste con el periódico Canarias7.

-Efectivamente, a partir de ahí es cuando entré en el Canarias7 con Tres Tristes Troncos, haciendo primero una página semanal y luego el suplemento infantil que capitaneaba Esperanza Pamplona.


-Durante un tiempo te alejaste del mundo del cómic.

-Sí, monté una empresa junto a unos amigos de diseño e ilustración publicitaria, de manera que desaparecí temporalmente de este mundo, muy a mi pesar. En 2012, decidí volver con una serie llamada Ezequiel Himes: Zombie Hunter, con guión de Víctor Santos que se publicó en España de la mano de Dolmen Editorial con buenas críticas y de hecho luego dimos el salto a Estados Unidos y a Italia. En estos momentos, una productora inglesa está interesada en mover este trabajo como serie de televisión, aunque me temo que estas cosas van  muy despacio. Pero al menos el guion ya está resuelto y ahora toca conseguir financiación para poder sacar un episodio piloto como forma de presentación del proyecto a las plataformas.


-En tu trayectoria se mezcla tanto trabajos con guiones propios como de otros como Pérez Navarro, Aitor Guezuraba, Pedro Carballido, Víctor Santos, Antonio Becerra, Juan Torres, Noemí Padilla, Fran Villalba, Ron Harren, Heather Hale, Don Handfield y Joshua Malkin. ¿Qué es lo que prefieres?

-Pues te digo una mentira que es una verdad: con todos ellos he establecido una relación de amistad, aunque sean personas que no conozca ni me conocen, pero en los que confías. Incluso cuando trabajas en la distancia, como ocurre con los americanos. Intento ser lo más sincero posible y eso es algo que a ellos les gusta y facilita el trabajo en equipo: que se establezca una relación de amistad. Cuando se trata de guionistas de la Isla, nos vemos una vez a la semana en una cafetería, ellos me dicen lo que quieren y yo cómo se puede conseguir. Formo un tándem perfecto con Juan Torres y Antonio Becerra, con quienes tengo una sintonía cojonuda. Ellos me explican las escenas y tengo libertad absoluta para moverme y ver lo que funciona, lo que no y cómo conseguir que funcione. Gracias a la experiencia, puedo elaborar mis propios guiones pero no los hago por escrito sino que los plasmo directamente en las páginas y los estructuro con lo que tengo en la cabeza, sabiendo que eso luego se va pulir. Así me resulta más cómodo y natural.


-También has trabajado en otros proyectos de historieta: Blog de Cata para una revista local, Contemporánea, El Turkan, el tesoro de Kraken sobre guión de Pedro Carballido, incluso veo que has publicado una serie erótica para el mercado belga llamada Rooie Oortjes y The Champions. 

-Blog de Cata fue una gamberrada que Franck González me permitió plantearle y luego darle continuidad. El Turkan con Pedro es un tebeo que dibujé dos veces. Trabajé mucho las páginas durante un largo tiempo y claro, mi dibujo y mi forma de contar también fue cambiado, pienso que para bien, y me di cuenta de que las primeras páginas no le hacían justicia. El guión de Pedro es muy personal y divertido, tenía que estar a la altura. Trabajé en un tebeo en blanco y negro sobre una chica llamada Wendy que tenía un caballo, algo que en Alemania es como tener una mascota más en casa. Pero hubo problemas con la financiación y con un agente y al final se canceló. Durante diez años estuve en una revista holandesa dirigida al mercado franco-belga donde saqué unos seis o siete álbumes de una serie de carácter erótico. 


-Da la impresión de que pese a dar tantas vueltas por el extranjero, lo cierto es que siempre has querido seguir vinculado a Canarias y a la Península.

-Sí, mi idea es lanzar siempre dos o tres cañas para ver lo que se puede picar. 


-Pareces especialmente satisfecho con un trabajo sobre Galdós.

-Con la Casa Museo Benito Pérez Galdós, Antonio Becerra y yo trabajamos en un tebeo que incluía parte de la vida del escritor y, más concretamente, se centraba en el año en el que trabajó a la vez en la novela Tristana y La Loca de la Casa, por eso el tebeo lleva por titulo 1892. Lo curioso es que era un personaje similar, pero en uno se trataba de una mujer sumisa y en la otra todo lo contrario. Contamos con el apoyo del Cabildo de Gran Canaria y la ayuda de Victoria Galván González, directora de la Casa Museo Pérez Galdós.


-¿Cómo viviste la pandemia? ¿Influyó en tu trabajo?

-A mí me fue bien en términos profesionales, a pesar de la incertidumbre de esos meses. Pude centrarme en terminar tebeos que tenía por cerrar y concentrarme en proyectos que me interesaban mucho, como curiosamente, Memorias de la peste, una adaptación de Noemí Padilla Santana del relato de Daniel Defoe, Diario del año de la peste. Realicé más de 40 ilustraciones en blanco y negro, además de unas 19 páginas de un cómic que recoge una breve historia en la que se narra lo que sucedía con las personas que intentaban huir de la enfermedad. Al final, este trabajo se publicó en La Tramoyista Editorial.

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