El guionista de cómics, Antonio Altarriba Ordóñez presentó la semana pasada en la lagunera librería Lemus su última obra El cielo en la cabeza, cuya temática gira entorno a la inmigración, una cuestión que afecta especialmente a Canarias, uno de los motivos por lo que el autor eligió las Islas para darla a conocer. Altarriba relata la dura historia de un joven soldado del Congo que vive en carnes propias el drama de tener que abandonar su país. El título hace referencia a la imagen idílica que los inmigrantes tienen de Occidente, que les lleva a pensar que todos los problemas se solucionarán de golpe en cuanto lleguen al Nuevo Mundo, lo que no suele ocurrir con tanta facilidad.
Apenas dos meses después de salir a la calle ha recibido el premio GNR’23 de Granada y el de la crítica, se ha publicado en España y Francia y ya han comprado los derechos editoriales de Brasil, Polonia o Alemania. ‘El cielo en la cabeza’ según su Altarriba refleja “las desigualdades de unos países riquísimos que consumen sin parar y otros miserables en los que se pasa hambre y son un auténtico infierno. Los inmigrantes no vienen aquí de turismo sino conociendo los riesgos a los que se enfrentan, con la intención de, como mínimo, sobrevivir y huyendo de unos países en continua guerra y sin porvenir”.
Altarriba indica que los migrantes “atraídos por esas estrellas recorren una trayectoria que no siempre acaba en el paraíso prometido y tienen que hacer trabajos que nadie quiere, de manera que aunque no se pueda decir que son esclavos, la verdad es que no encuentran lo soñado”, añade. El autor ha centrado su carrera en la creación de guiones colaborando con una larga lista de dibujantes, el último Sergio García que en su momento recibió el Premio Nacional de Ilustración y trabaja en estos momentos en la remodelación de París de cara a las Olimpiadas.
El autor ha heredado una fuerte conciencia crítica de su padre, un anarquista que se exilió en Francia y que siempre mantuvo una considerable distancia frente a la dictadura. Su madre era todo lo contrario, una mujer de creencias religiosas, pese a lo cual el matrimonio permaneció unido, todo un ejemplo de convivencia que él vivió en primera persona. La vida de su padre está recogida en El arte de Volar y la de ella en La ala rota, un díptico que se complementa desde el punto de vista ideológico. “Mi intención era dar esa visión de que existe una posibilidad de convivir, siempre que no se caiga en el sectarismo. Mis padres, sin educación ni formación, entendieron perfectamente que una forma de pensar diferente no impide la convivencia. Siempre digo que soy hijo de un anarquista y de una monja, que en mi casa estaban las dos España la de izquierdas y la de misa diaria”.
Los inicios de este autor, que actualmente cuenta con 71 años, se encuentran en el movimiento underground de principios de los setenta cuando colaboró con diversos cómics de tintes críticos y subversivos en los que se buscaba rematar el régimen franquista que por aquellos años ya estaba a punto de desaparecer. A la pregunta de si esta lucha ha dado los resultados deseados, es rotundo al señalar que “no, en absoluto, radicalmente no. Nos llamaban utópicos o ingenuos porque pensábamos en una sociedad con más libertades, con unas condiciones laborales que desde luego no son las de ahora. Para nada esto es lo que yo quería y por eso sigo trabajando con una perspectiva crítica”, indica por último.