Aniversarios


Santiago Gil  //

Nuestros destinos se escriben siempre mucho antes de que lleguemos, y no solo los lugares en los que vivimos, los libros que leemos o las circunstancias determinan nuestra existencia. Una partera se tomaba su tiempo para que la criatura que llegaba al mundo pudiera respirar por vez primera el oxígeno, ese milagro diario que nos reconcilia con la naturaleza y que nos sirve para seguir creyendo que, más allá de nuestros desastres y de nuestras pendencias, la vida es un don casi divino ante el que no podemos dejar nunca de sorprendernos.

Cuando esa partera seguía los pasos que le habrían enseñado su madre y su abuela, la vinieron a buscar porque en el otro lado del pueblo otra mujer se había puesto de parto inesperadamente. Trajo a la vida a una niña y se marchó corriendo a atender el parto del primogénito de otra familia cercana. Uno imagina las carreras de Celestinita la partera por las calles del pueblo en el que yo luego corrí creyendo que la vida no era más que una infancia eterna de juegos y divertimentos.

Pasaron los años y aquel niño y aquella niña fueron haciendo su vida, estudiando, trabajando y soñando con sus respectivos futuros. Ella tuvo un novio de muchos años y él una novia con la que también estuvo a punto de casarse, pero se cruzó el azar veintisiete años después de que aquella partera les trajera al mundo en un pueblo del norte de la isla de Gran Canaria. Ella nació el 16 de abril de 1939 y él un poco más tarde, ya el 17 de abril; pero no se llevaban más que unas horas.

Nunca les he preguntado qué canción estaba sonando cuando se reconocieron con veintisiete años en una verbena de las fiestas de la Virgen de Guía en la que él había ido a buscar a su hermana pequeña. De aquella canción supongo que nacería todo. Se miraron, se reconocieron mucho más allá del tiempo e improvisaron toda su nueva vida de inmediato. Se casaron en unos pocos meses y dentro de unos días cumplirán sus Bodas de Oro.

Llevan juntos cincuenta años, tuvieron cuatro hijos, pero la vida les arrebató a su hija más querida, y aun así supieron seguir adelante y seguir creyendo en ese azar que les trajo al mundo en el mismo lugar y casi al mismo tiempo. Hoy los miro, mayores, con los achaques de la salud y los años, jugando con sus tres nietas y felices de todo lo que ha escrito el destino en sus existencias. Todo lo que soy se lo debo a ellos.

Él casi nunca disfrutó de vacaciones y ella trabajaba en el colegio dando clases y luego se ocupaba de nosotros. Aprendí los valores en los que he cimentado mi vida y me enseñaronque la honradez, el esfuerzo y la bondad terminan por abrir casi todas las puertas. Entre ayer y hoy los dos han cumplido setenta y siete años. Les debía estas palabras hacía mucho tiempo.

 

Ciclotimias

Las primaveras también hacen que florezcan vidas nuevas en nuestros adentros.

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