Brazos cruzados


Por Santiago Gil

Cada día comienza como una incógnita. Nunca se parece al día anterior y pensar en mañana es solo una huida hacia adelante si no se actúa desde el presente. Contamos con lo que ya nos encontramos, con lo que deciden los otros y con lo que nosotros podemos aportar desde donde estamos, con lo que sabemos y con esa fuerza de los sueños que empujó a nuestros antepasados en situaciones mucho más complicadas que la que vivimos ahora mismo. Probablemente estamos viviendo uno de los momentos sociales más difíciles de nuestra existencia, con una economía tan insegura como un castillo de arena en las orillas oceánicas de la infancia y con gobernantes que no dan la talla y que carecen de altura de miras y de valentía para contarnos toda la verdad.

Esa verdad la estamos viendo aunque ellos hayan querido ocultarla con mensajes edulcorados y con esa tinta de calamar, tan estilada otras veces, que intenta desviar la atención informativa para que no pensemos en lo importante, y no hay nada tan importante como la salud y como conseguir el dinero para comer y para poder vivir con una cierta dignidad. Las evidencias desnudan a los mentirosos y a los incompetentes, pero también nos ruborizan a nosotros mismos, a lo que hemos ido gestando todos estos años, a todos esos bárbaros que te encaran si les dices que tienen que llevar la mascarilla o que escupen en la calle cuando pasas a su lado para provocarte, a los que se juntan a beber y a escandalizar en las madrugadas y a los que no se dan cuenta de que lo que hagamos cada uno de nosotros será al final el reflejo de todos, la imagen de una ciudad, de un país o de un planeta.

En este caso, el país y el planeta no saldrán bien parados a los ojos de la historia cuando se analice con perspectiva lo que estamos viviendo. Sin embargo, aun dependiendo de muchas decisiones externas, cada uno de nosotros también debe generar el milagro de salir adelante, inventando nuevas posibilidades de crecimiento económico, buscando la vacuna que nos salve de esta pandemia y, sobre todo, no dejándonos vencer por el desencanto. No será fácil vivir en los próximos meses, pero debemos estar atentos para que nadie nos utilice ni se presente vendiendo imposibles que nos conduzcan al abismo. Ahora sí dependerá de cada uno de nosotros el control de los rebrotes y la invención de nuevas realidades. No nos dejemos ganar por el pesimismo y por el catastrofismo de lo inmediato. Tampoco nos creamos a todos los optimistas de la nada que nos alientan a fluir como si nadie estuviera pasando necesidades. Demostremos nuestra entereza y saquemos lo mejor que llevamos dentro apartando a los que no llevan nada bueno ni en su magín, ni en su alma. No será fácil. Nunca lo ha sido en la historia de la humanidad, pero siempre tenemos el deber de caminar hacia delante. No nos quedemos de brazos cruzados, ni esperemos la llegada de ningún salvapatrias.

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