Carpe Diem


Santiago Gil  //

Todo lo que no se cuenta se sueña. Todo lo que no se ríe se termina pudriendo por dentro. No soporta a las personas lastimeras. En la vida se puede elegir siempre entre dos caminos, en cualquier circunstancia, suceda lo que suceda: el camino de las derrotadas y el de quienes saben que solo tienen que seguir adelante con la mejor de las sonrisas aunque duela el alma y no se alcance a ver ningún horizonte. Si tenemos salud no caben lágrimas ni lamentos, así vive y así creo que ha tratado de vivir todos los días de mi existencia.

La imagino como una superviviente, alguien que un día lejano se marchó lejos y que ahora regresa buscando solo el sosiego y la conciencia de que vive cada segundo de su existencia. Hablaba con un hombre y le decía que una vez una amiga preguntó en una cena que si eran felices.

También les pidió que puntuaran entre el uno y el diez la felicidad que sentía cada una de ellas. Se puso un ocho con setenta y cinco, casi un nueve. Fue profesora de universidad y solía puntuar con sobresaliente a quienes sacaban un ocho con setenta y cinco. Nunca puntuaba con un diez porque decía que la perfección no existía. A veces ponía algunos nueves, pero casi siempre elegía como nota más alta ese guarismo que ella también eligió para su vida. Impartía clases de Crítica Literaria. No era una ciencia exacta sino una asignatura interpretativa. A ella también le gusta mirar la vida como si fuera una asignatura interpretativa.

Regresó a la isla después de vivir lejos muchos años en varias ciudades que hizo suyas cuando transitaba por sus calles. En la isla se parece a esas extranjeras excéntricas que veíamos llegar cuando éramos niños a la playa de Las Canteras.

Llevan varios días sentándose a tomar el café en una mesa cercana a la mía. Escucho sus vidas como quien lee un libro abriéndolo por cualquiera de sus páginas. Voy sabiendo de él y de ella, pero me quedo con lo que ella cuenta y con los detalles de su biografía. También con sus silencios. Los dos se quedaban mirando largo rato hacia el horizonte, sobre todo cuando atardece y el cielo se vuelve anaranjado y vuelan más bajo y más cerca las gaviotas. Una y otra vez retoman el tema del tiempo, como si hablando de él lograran que no se escapara ni un solo segundo.

Viven tratando de que no se escape ni un solo segundo: se miran, sonríen, juntan sus manos, toman despacio el café y no pierden detalle del océano. Yo creo que ella sabe que los estoy mirando de soslayo y que también escucho todas esas teorías de la existencia que solo conocen quienes han sabido vivir intensamente cada uno de sus días y de sus noches. A lo mejor ni siquiera existen y yo los quiero ver para escribir algo bello en medio de todo el ruido mediático de sucesos sangrientos y latrocinios. Da lo mismo. Esas miradas sabias son las que alegran la vida.

 CICLOTOMIAS

 El pasado no es más que una ficción que cada cual se inventa a su manera

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