Crimen


Santiago Gil  //

 

La literatura es un juego de sombras interminables, una combinación de palabras que cambian su esencia y su significado según cómo se escriban y cómo se busquen. Escribir por escribir es solo un ejercicio mecánico. Si no hay búsqueda, si no se asumen riesgos y si no se cree a pie juntillas en que la ficción es tan importante como la vida, no hay alquimia ni milagro. De todo eso sabía mucho Agustín Espinosa.


Hay que agradecerle a Alexis Ravelo la generosidad que ha tenido con Agustín Espinosa y con su libro Crimen, una obra de arte que ha vencido a los maldicientes, a los que quisieron silenciarla y a quienes nunca entendieron que tenían entre sus manos un libro de los que quedan cuando todos nos marchemos. 


Alexis ha escrito un enjundioso y clarificador prólogo y ha conseguido que Siruela, la editorial en la que ha publicado exitosamente sus últimas novelas, apueste por Crimen en una de esas ediciones de papel que sí hacen honor al libro como objeto casi sagrado.


Espinosa jugó con el idioma como pocas veces he podido encontrar en un texto escrito en español. Sus imágenes y la música que sale de la combinación de las palabras que va eligiendo hacen que tu condición lectora cambie por completo. 


En Crimen te conviertes en un rehén de Espinosa desde la primera página hasta que cierras el libro, no hay tregua, pero para que eso suceda has de dejar atrás los prejuicios y lo políticamente correcto: si no te dejas llevar por la libertad literaria que propone Espinosa no habrá juego, no sabrás que solo “vamos soñando pesadillas por la vida. Sueños de otros mezclados con nuestros propios sueños.” 


Tampoco descubrirás a personajes con “una ancha frente de soñador sin alas”, ni te sorprenderán las axilas sin depilar de María Ana en esa oda de 1930 que con gran acierto incorpora Alexis al libro. Una obra de arte es intemporal y eterna, pero no siempre logra llegar a otro tiempo. Crimen sí ha llegado hasta nosotros en distintas ediciones, pero no con el lanzamiento mediático nacional con el que ahora aparece en Siruela. 


Creo que Agustín Espinosa se levantaría y estrecharía toda la bonhomía de Alexis Ravelo en un gran abrazo de hombre bueno. Nunca sabremos todo lo que hubiera escrito si no se hubiera cruzado la guerra, la persecución y la tristeza de la derrota de la libertad que le había permitido escribir hasta ese momento; pero lo que sí es una certeza es que dejó el rastro de Crimen para que los que viniéramos luego no olvidáramos la esencia de la literatura y de sus necesarios riesgos. 


También creo que volvería a escribir el mismo final en su novela: “Una mañana me despertaré huésped de mis alas maltrechas y no volveré a dormirme, con ellas, acaso.” Esas alas de Espinosa vuelan ahora mismo por todas las librerías de España. No desaprovechen la oportunidad de subirse en ellas.

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