Por Míchel Jorge Millares //
Este jueves, 18 de marzo, viví un día reivindicativo. Tras décadas de misoginia y silencio sobre las mujeres artistas, la colección de libros llamada ‘la negra’ inició hace un par de años una metamorfosis hacia la igualdad. El nombre de la ‘negra’ no se debe a una discriminación por género o raza, sino al apodo que se dio en sus inicios (hace unos 30 años) a la colección de libros que puso en marcha el Gobierno de Canarias, para cubrir la ausencia de bibliografía sobre artistas de las islas (otra discriminación más, ésta de carácter geográfico). Su formato, con portadas en riguroso luto, dio lugar a ese apodo, aunque lastrada por la mentalidad -machista- de la época. Y la que fuera Biblioteca de Artistas Canarios ha pasado a llamarse Biblioteca de Artistas de Canarias, porque en los últimos años (pocos), han sido varias las publicaciones dedicadas a mujeres. Entre ellas, este jueves, se presentó en La Regenta la obra dedicada a Jane Millares Sall, el tomo número 65 de la colección, cuya autora es Laura Teresa García Morales.
En el acto estuvieron presentes el viceconsejero de Cultura del Gobierno de Canarias, Juan Márquez, el director de la colección, Carlos Díaz-Bertrana, la autora y yo. Las intervenciones pueden verlas y escucharlas en el canal de Facebook de La Regenta. Pero en mi caso, aproveché mi turno para referirme a los tres aspectos que destacó Laura en los medios días atrás: Jane mujer, canaria y Millares. Como canaria, aporta al arte la mirada sobre la mujer que busca un lugar en una sociedad que la aparta y convierte en elemento doméstico; mirada sobre la historia no recuperada del pasado de colonizados y colonizadores, sobre la naturaleza, la belleza que le ayudaba a superar la persecución y represión que sufrió su familia desde que ella tenía 7 años. Como Millares, planteé juntar Planas de Poesía, Campanas de Vegueta, El Paso, El Conduto, los indigenismos, Ladac, Los Gofiones… Y una interminable sucesión de libros, discos, cuadros… tendríamos una Generación cultural, los Millares Sall, continuadores de una saga vinculada a la Cultura Canaria, que se convirtió en en generación, en movimiento que tuvo en las artes la forma de combatir la dictadura y la represión.
Pero es su rol como mujer el que hizo que me manifestara sobre un suceso que espero que no se convierta en consuetudinario. Yo tenía muchas ganas de disfrutar el momento, de decir que llevaba décadas esperando por la publicación del libro en una colección que recoge a los artistas canarios más relevantes, pensando que -por fin- ‘la negra’ ya no era cosa de hombres (con rarísimas excepciones), sino que se regía por reconocer el valor artístico de canarios y canarias, pero la alegría se nubló el miércoles, cuando se hicieron públicos los Premios Canarias y me doy cuenta de que a la discriminación de género se suma el clasismo academicista. Por primera vez se conceden los tres premios a mujeres, merecidamente, como cualquier reconocimiento público, pero casualmente son tres profesoras de la Universidad de La Laguna… y me preocupa el discurso nuevo que surge en estos premios. Durante toda su historia, la presencia de mujeres es ínfima en el más importante reconocimiento que realiza la Comunidad Canaria y del que son partícipes numerosas personas con criterio que han actuado como jurados. Sin embargo, entre 2010 (año en el que se aprueba la Ley Canaria de Igualdad) y 2020, de los 27 premios otorgados, 17 han sido para hombres, 8 para entidades y 2 para mujeres.
El que los Premios Canarias de 2021 se otorguen a tres mujeres, una por cada categoría, es una gran noticia. Pero también una injusticia, a mi modo de ver. ¿Ahora se exige a las mujeres el título académico? ¿Y las personas -mujeres- que sufrieron la persecución, hambre, sufrimiento y aún así dedicaron su vida al arte? ¿Las mujeres autodidactas artistas que lo fueron todo en tiempos en los que se les negaba todo no deben ser reconocidas por temor a contagio? Cuando las instituciones gestionan honores y distinciones deben cuidar el discurso, pero, a pesar del intento de esta edición, seguimos dando una imagen discutible. Por ello, mi alegría por los tres Premios Canarias a tres mujeres se convirtió en tristeza, en frustración porque el discurso que se ha dado a la sociedad es que para reconocer a las mujeres es necesario un título universitario. No basta con su labor, compromiso social, artístico y, encima, mantenerse firme en una época de dictadura, machismo y miseria, cuando la cultura no daba de comer, pero sí unía a la familia sin recursos. No esperaba que se concediera el premio a Jane. De hecho ni creo que se hubiera nominado, aunque hace unos años sí se presentó una candidatura avalada por personas Martín Chirino o Matías Padrón, entre otros/as.
Lo dije así, con tristeza, porque creo que las mujeres premiadas son merecedoras de este y otros muchos reconocimientos, y que en estos momentos el mensaje es excelente, pero en el fondo volví sentir la marginación, la persecución de mi madre, de las madres de tanta gente que fue silenciada, que tuvieron que desistir de sus vocaciones… Nuevamente condenada por el olvido y el silencio, por no disponer de un título académico que no pudo tener, como tampoco pudieron Agustín, Juan Luis, José María, Sixto, Eduardo, Manolo, Jane, Totoyo y Yeya. Los Millares Sall, los que vivieron detenciones y cierres editoriales, desprecio en medios del régimen, incluso personas que les rehuían en la calle para que no les asociaran con ellos/as. Ese terror lo sufrieron todos/as, pero Agustín, José María y Totoyo sí que fueron reconocidos con el Premio Canarias (en algunos casos demasiado tarde), pero a las mujeres se les aplica una novedosa exigencia, un segundo grado, más sutil que el del machismo exacerbado de la dictadura y, lamentablemente, extendido a la etapa democrática también que se niega a reconocer u comprender esta Generación.
Espero que lo que han hecho con las premiadas de este año, que podría tomarse como una anécdota curiosa, no se convierta en otra barrera, en otro techo de cristal para las mujeres. Recapitulen y no vuelvan a hacerlo. Y les recomiendo que lean este tomo en ‘la negra’ pos machismo.