Paco Delgado dió el salto a Hollywood con «Los miserables», de Tom Hooper, por la que fue nominado en 2013 al Óscar al mejor vestuario, en un año en el que también fue favorito al Goya por «Blancanieves» y tras una carrera en la que ha trabajado con Almodóvar y Alejandro González Iñárritu.
Delgado aspira a convertirse en el segundo español con un Óscar al mejor vestuario, tras el conseguido en 1971 por Antonio Cánovas del Castillo, sobrino-nieto del estadista español homónimo, por «Nicolás y Alejandra», compartido con Yvonne Blake.
El diseñador canario se formó en el Institut del Teatre de Barcelona y complementó sus estudios de diseño de vestuario con un año intensivo en el Motley Theatre Design Course en Londres entre 1993 y 1994, que le abrió las puertas del West End, al mundo shakespeariano e isabelino.
Tres años después, y aún afincado en Londres, Paco Degado comenzaba a trabajar en algunas producciones importantes del cine español como ayudante de Lala Huete en «En brazos de la mujer madura» o Sonia Grande en «Los otros», si bien su debut como responsable absoluto del vestuario de una película vino de la mano de Álex de la Iglesia, para quien diseñó la moda grotesco-doméstica de «La comunidad». Tras realizar también para el realizador bilbaíno «800 balas», llamó la atención de Pedro Almodóvar, quien lo fichó para «La mala educación», donde recreó tanto las sofocantes sotanas y uniformes de un colegio de curas durante el franquismo como el exceso travestí en Valencia durante la democracia años después.
Fue entonces cuando volvió a España y abrió Femisa, su tienda de ropa y objetos perdidos en el barrio madrileño de Malasaña, junto a su socio Bernardo Corachán, y en cuyo sótano tiene su centro de operaciones, lleno de bocetos, libros y películas. Allí, en cambio, la ropa que vende es de diseñadores de moda, no suya. «Un diseñador de moda parte de una idea que es trabajar desde tu interior y sacar al exterior lo que consideras que son las propuestas que la gente se puede poner en el exterior. Yo trabajo todo lo contrario», afirmaba recientemente a Efe en su tienda en Madrid.
Repitió con Álex de la Iglesia con quien consiguió su primera nominación al Goya por «Balada triste de trompeta», donde el exceso circense y la España negra se daban la mano, y con Alejandro González Iñárritu con el que dio el salto al cine internacional, aunque fuera recreando los rincones más infectos de Barcelona en «Biutiful». Finalmente, tras compartir créditos con Jean-Paul Gaultier en «La piel que habito», de nuevo de Almodóvar, Tom Hooper contó con él en el rodaje de un anuncio en Cádiz para una marca de ron y allí forjó la futura colaboración para la nueva película del oscarizado director de «El discurso del Rey». «Me dijo que le encantaba mi trabajo y me preguntó si querría que trabajáramos juntos en el futuro. Pensé que era muy amable y que no pasaría de allí, pero unos meses después, recibí su llamada desde Los Ángeles para ver si tenía fechas libres y si podía conocer a los productores de la película», recordaba Delgado en una entrevista con Efe en Nueva York.
Con la base literaria de Víctor Hugo, la inspiración de pintores como Goya, Ingres, Delacroix o Jean-Louis David y con mucho trabajo para vestir a 4.500 personas con trajes de época entre 1815 y 1845, desde los más desarrapados a los trajes del ejército, combinando el rigor histórico con el componente de fantasía que requiere el género musical. Anne Hathaway, Russell Crowe, Hugh Jackman, Sacha Baron Cohen o Helena Bonham Carter son algunas de las estrellas que se enfundan los modelos creados por el español.
Pero, con todo, Paco Delgado sigue fiel a sus orígenes, atendiendo a sus clientes en su tienda y trabajando de nuevo con su descubridor, Álex de la Iglesia, en su nueva cinta «Las brujas de Zugarramurdi», a la vez que tiene una cita en los Goya el 17 de febrero, pues podría llevarse la estatuilla también por primera vez por «Blancanieves». En la cinta de Pablo Berger, y con ayuda del blanco y negro, recrea desde la perfidia «fashion» de la madrastra Maribel Verdú, a los bomberos toreros «buñuelescos» que acompañan a esta atípica «Blancanieves» trasladada a la iconografía folclórica española.
«Hay muchas diferencias entre Hollywood y España, la forma de llegar al resultado es distinta, pero, al final, los problemas del día a día son los mismos. A fin de cuentas, el cine es un idioma universal, que es en el que todos trabajamos», concluía.