La Dirección General de Patrimonio Cultural, que dirige Miguel Angel Clavija, unirá a los profesionales de los museos de las Islas en un congreso para reflexionar si es ético mostrar los restos o se deben retirar.
¿Es ética la exhibición pública de momias aborígenes o es sólo un atractivo teñido de morbo para la atracción de turistas y visitantes?, se pregunta Flora Marimon en La Provincia.
El Gobierno de Canarias abre el debate social de una polémica que lleva ya instalada más de tres décadas en distintos países de Europa, EEUU, Canadá o Australia.
Hace unos 500 años, tres niños incas quedaron momificados por las bajas temperaturas en la cima del Volcán Llullaillaco de los Andes tras ser sacrificados. Los infantes se quedaron dormidos al ser intoxicados por la consumición de hojas de coca y beber chicha (bebida fermentada de maíz). Una vez que perdieron el conocimiento, los tres menores fueron colocados en nichos de enterramiento, donde murieron congelados a 6.700 metros de altura en la cima de la gélida montaña.
En 1999, recuerda Marimon, una expedición descubrió sus restos, ya conocidos como los niños de Llullaillaco, que se conservaban en perfecto estado por las bajas temperaturas. Parecen dormidos.
Desde 2004, el Museo de Arqueología de Alta Montaña, ubicado en Salta (Argentina), exhibe los cuerpos de los tres niños momificados, extremo que ha generado una larga polémica en el país andino, donde aún quedan comunidades indígenas.