Por Santiago García Ramos //
Digo fantasma, porque de hecho existe una notable asistencia organizativa y económica a las Fiestas del Pino, pero su influencia no ha sido lo suficiente eficaz para encauzarla debidamente y corregir los defectos que tanto hemos criticado.
El Cabildo Insular, fue fundado por los Reyes Católicos en 1494 (hito fundamental que suele ser despreciado incluso por muchos historiadores), y desde entonces, basado en su confesionalidad, protagonizó la gobernanza de la Isla y estuvo omnipresente en todo lo humano y lo divino, incluyendo naturalmente las instituciones festivas. Esa base de foral canaria fue narcotizada por la revolución constitucional y centralista de 1812. Y sólo después de cien años se recuperó de su catalepsia y fue refundado en 1912. A partir de entonces (excepto en los pocos paréntesis consabidos) la naturaleza de su poder es estrictamente de política moderna, o sea democrática, laica y fatalmente sometido a las veleidades partitocráticas. Hogaño, además, su autoridad autárquica está condicionada por las esferas políticas centralizantes que se le han superpuesto: Gobierno Autónomo, Gobierno Nacional, Europa…
No se me esconde que entraña muchos riesgos jalear a un organismo oficial para que decida los remedios a tales defectos, porque podría caer en un intervencionismo excesivo nada aconsejable. Siempre fue un peligro y ahora más.
¿Puede y debe el Cabildo, involucrarse haciendo más y mejor de lo que ya hace? Indudablemente sí; porque hay que tener en cuenta que -además de la razón y el origen puramente religioso de las Fiestas Patronales- éstas han trascendido naturalmente como un atractivo masivo, exaltación oportuna y máxima de la canariedad, ante propios y extraños.
¿Puede y debe el Cabildo intervenir en el ámbito religioso? Indudablemente no, pero debe fomentar las tradiciones insulares que nos caracterizan, sean de la naturaleza que sean, colaborando, atendiendo e incluso despertando el ánimo, a veces dormido o despistado, de sus más directos responsables.
¿Puede y debe el Cabildo exigir estricto orden, educación cívica y otras normas éticas y estéticas? Por supuesto que sí.
¿Puede el Cabildo retomar, sin complejos ni relapsos, los acuerdos acertados de Corporaciones anteriores? Puede y debe; no hacerlo, supone evidenciar un complejo de superioridad o, lo que es peor, de inferioridad.
¿Entonces porqué no resucitar con carácter oficial el Patronato de las fiestas del Pino?
“En la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, a primero de febrero de mil novecientos cincuenta y dos, se reunieron en el Salón de Actos de la Excma. Corporación Insular, bajo la Presidencia del Iltmo. Sr. Don Matías Vega, los Sres. Consejeros anotados al margen para celebrar la sesión ordinaria convocada por decreto presidencial de veintiséis de enero último (…)
Disposiciones oficiales
Patronato de las fiestas del Pino
A continuación el Sr. Presidente explana una moción proponiendo que el Cabildo asuma la protección y fomento de las fiestas patronales de Ntra. Sra. del Pino como las más representativas de las que se celebran en Gran Canaria y que al efecto se cree un Patronato presidido por el Sr. Alcalde de Teror y que estará integrado por un Concejal de aquel Ayuntamiento, un representante del Cabildo Insular y un elemento conocedor de las distintas modalidades populares de la Isla e invitando al Rvdo. Sr. Cura Párroco de Teror, a que forme parte de dicho Patronato. Se aprueba por unanimidad. ”
Este documento que figura en el Libro de Actas del Cabildo Insular, que descubrimos y publicamos el año pasado, no ha sido reflejado en ninguno de las numerosas obras que hemos consultado relativas a las Fiestas del Pino, lo cual me sorprende.
Ignoro si este Patronato fue abortado o llegó a actuar y existe en nuestros días disfrazado de comisión informal, realmente fantasmagórica. Aparte la partida de nacimiento –cuya fotocopia poseemos-, sin la fe de vida –que nunca hemos visto- la ayuda prestada por el Cabildo a las Fiestas del Pino aparenta carecer de base jurídica y sólo se puede considerar como unas obras, de caridad para con la Iglesia, y de filantropía con pan y circo para el pueblo.
Pan, porque la Romería supone un seguro negocio pingüe para el pueblo en general y una fenomenal fuente de ingresos (turismo, etc.) para la Isla. Circo, porque mientras no se reconduzca la Ofrenda en un sentido tradicional básico, religioso, elegante, ese espectáculo masivo en vez de ser lo que debe ser, más parece una representación circense: Borracheras y ordinariez ambulante por oraciones; carrozas en lugar de carros de labranza; traje típico mudado a disfraz, estruendo “musical” extraño en vez de folklore, etc., etc., etc. Todo muy a tenor de alcaldes muy democráticos sentados a la espera de su correspondiente pueblo peregrino para levantarse de la tribuna y recoger de su carroza una muestrita oferente depositándola a los pies del trono y ser felicitado por el snobismo creativo y propagandístico de su monumental adefesio circulante. Mogollón fenomenal en que la gentileza se vira en grosería para vergüenza de Gran Canaria.
No, cierto que todo no es así, pero desgraciadamente es lo normal, y lo normal no siempre es lo lógico. Aquello es lo que resalta y se nota, y por lo tanto es lo que debe denunciarse con más urgencia.
No sería perder el tiempo echar una mirada a las fiestas, romerías y ofrendas de las islas vecinas. El único inconveniente es que nuestras uñas desaparecerían roídas por la envidia a la excelencia ajena. Sería una injusticia omitir otros ejemplos de nuestra ínsula: por ejemplo Firgas, Gáldar, Moya, Arucas, Mogán, la Aldea de San Nicolás llevan un buen camino… y ¡¡¡Santa María de Guía de Gran Canaria, qué devoción, qué respeto, qué elegancia, qué carretas, qué trajes, qué canciones, qué Patronos!!!
Por supuesto, que no espero respuesta; ni siquiera los testimonios de solidaridad acostumbrados, del Cabildo Insular, del Ayuntamiento de Teror y de otros municipios. A estas provectas alturas en que se desenvuelve mi esperanza sobre el enderezamiento de nuestras fiestas, ya casi lo que soy capaz de proponer en homenaje a Nuestra Señora del Pino, mi gentil “Dulcinea”, es esta humilde oración: Si no tardas mucho, te espero toda la vida. Amén.
Santiago García Ramos
Periodista, pregonero de 1993
Hijo Adoptivo de Teror