Por Santiago Gil
Cambian los juegos y sus reglas, aunque algunos parece que no se han enterado todavía y siguen empeñados en tocarse las narices todo el tiempo. Casi todos los políticos, además de no bajarse el sueldo ni salir del coche oficial, se presentan a diario dando un espectáculo bochornoso y ridículo. Las colas de Cáritas y de otros centros de ayuda social crecen cada día un poco más, pero ellos siguen con su chachachá y su vacilón, y uno, claro, quiere que la gente sea feliz y se divierta, pero cuando lo que está en juego es nuestro futuro entonces esas fiestas se parecen a las que improvisábamos hasta las tantas cuando éramos estudiantes molestando a la vecindad.
Yo los miro desde lejos como quien observa un acuario, y los veo a todos dándose mamporrazos contra el cristal como arietes obtusos que quisieran echar abajo los castillos a cabezazos. Ya lo decía Antonio Machado cuando hablaba de las cabezas españolas, que nueve embisten y una piensa, y la que piensa, que ahí está la historia, suele ser la silenciada, la moderada, la que podría aportar cordura. Esa cordura, sin embargo, se corta a tiempo desde las bases y los entramados palaciegos de los partidos, de tal manera que los que llegan a lo más alto no suelen ser los más listos y los más válidos sino los más trepas, los más conspiradores y los que se apoyan siempre en un par de buenos mamporreros que les vayan abriendo el camino. Ellos sonríen. Nunca pierden la sonrisa, que en eso sí es verdad que son todos unos linces.
El otro día escuché a una niña que hablaba con las amigas para ver cómo podrían jugar al pilla-pilla cuando volvieran a verse. Expresaron sus puntos de vista y sobre la marcha adaptaron las reglas a las nuevas normas de la Covid-19. A los dos metros se tendrían que detener cuando alguien las señalara, y el juego sería en espacios más amplios para dar más opciones a la huida. Después de comprobar cómo los otros se ahogan, se salpican y hasta vacían el vaso de agua cada vez que tienen que ponerse de acuerdo, aquel remanso de cordura e inteligencia lo viví como un acontecimiento. Ellas tenían claro que debían buscar el interés general adaptándose a las nuevas circunstancias. Los otros, los que nos gobiernan, siguen paralizándonos todo el rato por querer ganar en un escenario que ya no se parece al que fueron buscando cuando soñaban con salir en los papeles como políticos. Lo que ahora demandamos es inteligencia, sosiego, cordura y adaptación a las nuevas circunstancias. Todo lo demás son gritos y frases tan vacías de contenido como esas que están redactando hasta las tantas, unos en los BOES y los otros en Twitter, quienes siguen empeñados en danzar en una fiesta que ya no existe.