Por Míchel Jorge Millares //
Salgo a recorrer la costa y observar la relación del océano con los volcanes, el encuentro o diálogo entre el Atlántico líquido con la Gran Canaria de roca y arena, donde el mar produce y lame heridas, muerde y arrastra. Siempre en pugna por el espacio, por el paisaje. Enfrentados pero también, a veces, embelesados y entregados a un juego inagotable de olas que acarician la piel de volcán y sus lágrimas de olivina, depositando los restos de roca, caracolas o arena llegada desde el Sahara. También hay lugares donde queda aprisionada el agua marina para evaporarse y dejarnos el sabor salitroso que se almacena en esas geométricas o anárquicas salinas y sus cocederos cuya sal cristalizada, hace siglos, valía como moneda de cambio, dando lugar a la palabra ‘salario’.
Entre el mar y la tierra contemplo las sorprendentes y caprichosas figuras naturales, distintos materiales e incluso obras esculpidas por el hombre, como esos puertos, avenidas, industrias o urbanizaciones. Otros lugares de la costa, que se han convertido en muy populares en la isla, son los que forman grandes lagunas u oasis en la desembocadura de los grandes barrancos, como la charca de Maspalomas o el charco de La Aldea, una mareta natural que atrae millares de personas para celebrar una fiesta que rememora el ‘embarbascado’ aborigen (captura de pescados en charcas).
Los caprichos de la costa son muy diversos, pero también hay una serie de enclaves que sirven de refugio y disfrute para bañistas, como son las llamadas piscinas naturales, charcos de marea, charcones o maretas. Los hay de diversos tamaños y en muchos casos han sido adaptados en parte con rampas, escaleras para facilitar el acceso, o han sido complementados con muros y rebosaderos, manteniendo en gran parte el entorno natural modelado por el mar y la lava.
En Gran Canaria se han contabilizado 42 charcos y 60 vasos (‘Charcos de marea de Canarias’. Alberto Luengo Barreto. 2018), ya que en un mismo charco podemos encontrar varios vasos. Más de la mitad de estos se encuentran localizados en un pequeño tramo de la costa noroeste de la isla, en el municipio de Gáldar, donde estas bañeras naturales son lugares de recreo para numerosos usuarios que no sólo se pueden bañar con seguridad en una costa muy agreste y batida por el mar, sino que además disfrutan de unas vistas y atardeceres de gran espectacularidad con la isla de Tenerife y el Teide dominando la escena.
Las obras ‘blandas’ realizadas en muchos de estos charcos de marea han permitido incrementar la superficie de los vasos y su seguridad, pero también han creado plataformas para que las personas que disfrutan de estos lugares de baño puedan tumbarse cómodamente a tomar el sol. De hecho, en algunos casos los charcos se encuentran junto a calas, los usuarios prefieren estas singulares ‘piscinas’ a las playas de arena. Bueno, en aquellos municipios que tienen playa de arena, porque en algunos no disponen de playa pero sí de charcos perfectamente acondicionados para todas las edades.
Otro caso sorprendente, es el de La Garita, junto a un ‘bufadero’ o ‘surtidor’ que lanza columnas de agua a varios metros de altura. Asimismo, los charcos del Castillo del Romeral forman casi una avenida para poder nadar. O La Laja, las charcas urbanas junto a la Avenida Marítima…
La costa de una isla como Gran Canaria, un continente en miniatura, ofrece cambios drásticos. Acantilados verticales de ruptura. Muros infranqueables. Playas de dunas, con sus camellos que desde hace siglos conforman su estampa, y una de las mejores playas del mundo: Las Canteras... ¿Te vas a perder esta variedad única en el mundo de tipos de playas y charcos?