Entrevista con Eugenio Suárez-Galbán Guerra, doctor en Filología Románica por la Universidad de Nueva York


Amado Moreno  //

Una de las mayores satisfacciones de Eugenio Suárez-Galbán ha sido su designación  como «Quijote del Año» (1988) por la Sociedad Cervantina de Esquivias (Toledo), lugar de nacimiento de Catalina de Salazar y Palacios, esposa del autor de la universal obra, y en cuya casa éste escribió diversos capítulos de su novela. Justo reconocimiento al profesor por haber  dedicado buena parte de su oficio docente al análisis y divulgación de las lecciones que ofrece la figura del «Caballero andante» de La Mancha. Ha recibido otro galardón este fin de semana: el de Hijo Adoptivo de Guía.Descendiente de una familia guiense que emigró a  Cuba en la segunda mitad del siglo XIX es, además de licenciado en Sociología por el Colegio de Boston, doctor en Filología Románica desde 1967 por la Universidad de Nueva York, en cuya ciudad nació hace 78 años. Durante medio siglo ha ejercido la enseñanza literaria en diversas universidades de América y España.
  • «A mayor diversidad cultural, mayores bendiciones y ventajas»
  • «Me siento tan canario, como igualmente cubano y neoyorkino.
  • Mis distintas procedencias no constituyen un problema»
  • «Cada Gobierno nuevo en España ha intentado cambiar el  programa docente, a veces sin  ocultar la adaptación a su ideología política»
  • «No deben ser las empresas y el mercado laboral los que dicten los programas de estudio, sino los mejor preparados para un criterio académico»
  • «Soy un privilegiado por cuanto pude estudiar con Francisco  Ayala, Carmen Aldecoa, Ernesto  Da Cal, Dámaso Alonso,  Rafael Lapesa y Olivio Jiménez, entre otros»
  • «El bajo desempleo estadounidense de un 5% pone en duda el  argumento de culpar a los inmigrantes, como hacen muchos de los que apoyaron la victoria de Donald Trump»
  • «La vida de mi abuelo guiense, Luis Suárez Galbán (empresario azucarero) fue una auténtica épica de la emigración canaria en los comienzos del siglo pasado»
  • «La Cuba que permitió prosperar a un emigrante pobre como él no tiene nada que ver con la actual, tras años con un gobierno atrincherado en una economía inviable»
  • «Dejó la presidencia del Banco Nacional de Cuba al ver que los beneficios de la entidad que esperaba para la población se convertían en una práctica económica salvaje»

¿Cómo ha moldeado su personalidad y su actitud ante la vida su condición de neoyorkino de nacimiento, la ascendencia canaria por parte materna, y cubana por su padre?

–  Yo comencé la carrera de trabajo social, antes de darme cuenta de que mi verdadera vocación era la docencia y la literatura. Me centré inicialmente en estudios y actividades enfocados al trabajo con la juventud  puertorriqueña de Nueva York. Al decidirme más tarde por la literatura, todo cambió.  El canarismo que mi  madre, Victoria Guerra Guerra, me había inculcado tomó otra dimensión.  Tres de mis cuatro abuelos eran canarios.  Mi padre, Leandro Suárez-Galbán, había nacido español, ya que vino al mundo en Cuba antes de la Guerra de Independencia de la Isla. Y Canarias, a través de Guía, había formado parte también de su juventud por las visitas de la familia.  Mis profesores acabaron asumiendo que yo era canario, al igual que mis compañeros de estudio. El problema era otro: no qué era yo, sino si yo era cubano o canario.  En Canarias, cubano; en Cuba, isleño, aún cuando yo explicaba que me había criado en la isla caribeña.  En un congreso literario de La Habana apareció Fidel Castro. Éste, tras leer la tarjeta de identificación que llevábamos al cuello los participantes españoles y explicarle yo mis orígenes, me calificó de isleño, pero se apresuró a puntualizar que por sus venas corría también sangre canaria. Por parte de madre él tenía ascendencia tinerfeña.  Mis distintas procedencias no constituyen un problema. En todo caso me ratifican en la conciencia y convicción de que a mayor diversidad cultural, mayores bendiciones y ventajas.  Cuando me preguntan que cómo me siento, respondo que tan canario como igualmente cubano y neoyorkino.  El tiempo y la vida volvieron a darle la razón a una de mis profesoras cuando discutíamos los jóvenes insensatamente si  tal país o cultura era superior o mejor. Carmen Aldecoa, tan aficionada al refranero español, no vacilaba en recordarnos  en ese contexto discursivo, sin ser nada religiosa, que “a quien Dios se lo da, ¡que San Pedro se lo bendiga!”.

– Su abuelo, Luis Suárez Galbán, natural de Guía de Gran Canaria, emigrante a La Habana a mediados del siglo XIX, comprometido luego con la masonería, y primer presidente del Banco Nacional de Cuba, tuvo también una destacada actividad empresarial en el negocio del azúcar, abriendo oficinas en la Quinta Avenida de Nueva York, donde su madre le trajo a usted al mundo en el año 1938. ¿Pese a que falleció antes de nacer usted, prevé dedicarle algún apartado en sus memorias pendientes de publicar?

– Reservo efectivamente un capítulo a mi abuelo guiense, cuya vida fue una auténtica épica de la emigración canaria. He ido a lo largo de los años granjeando información sobre él y su vida. La base principal para mi publicación han sido unas breves memorias que dejó mi abuelo para mi primo y primer nieto que tuvo poco antes de morir. Por otra parte, fragmentos de novelas y cuentos que he escrito años atrás se remiten a algún hecho o dato de esas memorias.  Tengo la firme impresión de que mi abuelo Luis, cuya seriedad, honestidad y humildad se traslucen con claridad en esas breves memorias suyas, sería el primero en objetar cualquier falsificación, especialmente una de carácter elogioso que contradijera esa modestia que le caracterizó. Es razón por la que nunca publiqué un largo poema titulado “Épica del abuelo que no conocí”.

– ¿Qué diferencias remarcaría entre la Cuba actual de los Castro y aquella otra donde triunfó su abuelo a principios del siglo pasado como hombre de negocios y  que le rindió homenaje con tres días de luto oficial tras su fallecimiento?

– La diferencia no puede ser mayor. Nunca he ocultado que  estuve a favor de la Revolución cubana. La dictadura batistiana no me dejaba otra opción. Visité Cuba en varias ocasiones, algunas por motivo literario, invitado por el propio gobierno cubano y la Casa de las Américas. Llevo a orgullo que nunca perdí la amistad con cubanos del exilio en Madrid, pese a las discusiones y diferencias de criterio. Y como tantos fui desilusionándome a medida que el gobierno de La Habana tras muchos años iba atrincherándose cada vez más en una economía inviable, con un régimen que anteponía su política implacable a los más elementales derechos humanos y civiles. Tan pronto reconozco los esfuerzos de la Revolución por proveer una mayor igualdad en la salud, por ejemplo, como las torpezas de los gobiernos norteamericanos que parecían complementar las del gobierno cubano para seguir perjudicando al pueblo. Pero yendo más allá y al grano: la Cuba que permitió a un inmigrante pobre como mi abuelo prosperar, y compartir esa prosperidad con otros, promoviendo empresas que a su vez creaban riqueza nacional, está claro que no tiene nada que ver con la actual. Los que intentan hacer lo mismo hoy, siquiera con pequeñísimos negocios privados, se ven impedidos por una serie de limitaciones y dificultades burocráticas extremas.

– ¿Qué otras lecturas tiene la renuncia de su abuelo a la presidencia del Banco?

– Es claro ya a estas alturas que la manifestación fanática y fundamentalista de cualquier sistema político, llámese comunismo feroz o capitalismo salvaje, está destinada de antemano al fracaso. Esa capacidad de juicio ecuánime que permite distinguir entre lo esencial y lo excesivo, creo que también la mostró mi abuelo al aceptar, y pronto renunciar al cargo de presidente del primer banco norteamericano en Cuba y  Banco Nacional de la Isla. Aunque mi abuelo dio como razón principal al dimitir que debería ser un cubano el presidente, otro argumento explicaba su decisión, que incluía la ruptura de sus relaciones comerciales con la institución. Implicaba por su parte una denuncia del comportamiento de los norteamericanos que poseían la mayoría de las acciones. No solo dio Luis Suárez Galván un ejemplo de respeto al pueblo que lo adoptó, sino que además tuvo la honestidad y humildad de rectificar al ver que los beneficios que él esperaba para la poblacion cubana se habían convertido, en efecto, en una práctica económica salvaje.

– En sus años de formación en Nueva York  tuvo usted de profesores a Francisco Ayala, Ernesto Da Cal, Carmen Aldecoa y José Olivio Jiménez, ilustres exiliados españoles. Y ha sido compañero en Madrid de Dámaso Alonso y Rafael Lapesa, entre otros. ¿Qué recuerdos conserva de ellos y hasta qué punto marcaron su educación y pensamiento?

– Sin mis profesores, no sé lo que sería. Pero no tengo dudas de que debido a ellos pude adquirir confianza en mi formación y elevar cada vez más mis aspiraciones profesionales. Soy un privilegiado, por cuanto pude estudiar con esos maestros del exilio. Uno de éstos, el español-cubano José García Mazás, cuyo destierro, sin embargo, era también el cubano, me propuso para la beca Huntington que me permitió estudiar en Madrid con otros maestros como Dámaso Alonso, Rafael Lapesa, Alonso Zamora Vicente, Joaquín Entrambasaguas, Luis Morales Oliver y José Ares Montes. Éste dirigió mi tesis de maestría sobre el Lazarillo de Tormes, para ganar luego el premio de la Hispanic Society en el año 1965. Tuve el mejor de dos mundos. Carmen Aldecoa fue mi primera maestra. Ella estaba a cargo de los profesores jóvenes en la Universidad de Nueva York cuando empecé mi doctorado, a la par que mi enseñanza universitaria. ¡Cuántas observaciones de ella he usado a lo largo de los más de cincuenta años que llevo enseñando en distintas universidades! Francisco Ayala me inició en el Quijote. Con él comencé la investigación de mi tesis doctoral sobre la obra de Cervantes, pero cambié de tesis al irse a otra universidad, pese a brindarse con mucha generosidad para seguir dirigiéndome. Ernesto Da Cal fue una inspiración constante, y no solo de literatura. Los tres, Aldecoa, Ayala y Da Cal me animaron a seguir adelante cuando logré publicar algunos cuentos. José Olivio Jiménez, también cubano-español, me enseñó por primera vez a descifrar la poesía. Y de los de acá, Dámaso Alonso, a cuya poesía dediqué mi primera conferencia, Lapesa y otros mencionados ¿qué añadir, si su magisterio y obra son conocidos de sobra en España?

-¿Su reciente estancia de casi cuatro semanas en Miami le proporcionó conclusiones al margen de las publicadas sobre los factores decisivos que han encumbrado a Trump en la presidencia, y determinar el fracaso de su adversaria demócrata Hillary Clinton?

– Las constatadas son poco originales. Comparto alguna de las conclusiones de Obama. Una clase trabajadora blanca que había disfrutado de la supremacía en determinado empleo, culpó por la pérdida de su puesto de trabajo a la inmigración.Trump, casado hoy con una inmigrante, promete detener ese flujo precisamente en el país que se ha hecho grande por su política inmigratoria. La realidad, no obstante, es que las nuevas tecnologías avanzan a pasos rapidísimos y están desplazando a esa población no preparada aún para asumir el trabajo con las máquinas, que la ha sustituido. Es un problema que implica una nueva política y realidad laboral y que exige tiempo en resolverse. Que el bajo desempleo estadounidense ronde el 5%, y a veces aún menos, pone en duda la lógica de ese argumento que manejan muchos de los que apoyaron con su voto la victoria de Trump, culpando a los inmigrantes. Olvidan que estos asumen hoy un trabajo que los propios norteamericanos rechazan.

 – Obama  puso como ejemplo en los arranques de su mandato a Corea del Sur en cuanto a rendimiento y progreso educativo, aunque en los niveles superiores de la enseñanza son las universidades norteamericanas las que lideran el ranking de calidad. En Europa el ejemplo finlandés es la gran referencia, independientemente del prestigio incuestionable de determinadas universidades británicas y alemanas. En España ha sido imposible el consenso en Educación. ¿Cuál es su modelo ideal y hacia  dónde debe caminar la reforma española de futuro tras el batacazo de la última  Ley Wert?

–   El batacazo aludido parecía inevitable. Cada vez que llega en España un gobierno nuevo  ha intentado  cambiar el modelo docente, a veces sin ocultar la adapción a su ideología, o más bien, a su política. Y una vez más reitero que no debe ser el mercado laboral y las empresas los que dicten los programas de estudios, sino los mejor preparados para crear un criterio académico que a su vez promueva individuos capaces de afrontar diferentes disciplinas y campos desde una sólida base de conocimientos y de metodologías. Una prioridad debe ser un consenso que, sin minusvalorar las autonomías, iguale determinadas disciplinas a lo largo del territorio nacional. Si en las Matemáticas dos y dos son cuatro, tanto en Cataluña como en Canarias, la literatura, la historia y la sociología pueden y deben diferir, pero no al grado de eliminar autores claramente imprescindibles, como Cervantes, por ejemplo, o Galdós a la hora de estudiar la novela del siglo XIX.

– «Enseñanzas del Quijote para la vida moderna» ha sido su última publicación editorial, el pasado año. ¿Qué vigencia tiene el personaje cervantino para la sociedad actual, cuatrocientos años después de la muerte de su autor?

El arte es duradero y la vida es breve. Esta frase atribuida a Hipócrates multiplica su significado al tratarse de autores tan magistrales como Cervantes, cuya obra continúa vigente siglo tras siglo, generación tras generación. En casos como el suyo, el arte, además, vuelve a plantear la condición mágica que se le ha atribuido. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que en pleno siglo XVI, en su primer lustro, cuando sale a luz la primera parte del Quijote, ya aparezca, y en boca de una mujer mora, el mismo principio de tolerancia y respeto que consideramos la base de la democracia que debe regir hoy nuestro mundo? ¿No es eso mismo lo que le pide Zoraida a su padre cuando éste se opone a su conversión al cristianismo en el capítulo 41 de esa primera parte?  ¿Y no es lo mismo también que infiere el moro Ricote al relatar cómo en sus andanzas por el mundo tras la expulsión de los moriscos, encontró la mayor libertad de conciencia nada menos que en Alemania, cuna del protestantismo y de las guerras religiosas que dividieron a Europa? Tampoco hace falta explicitar aquí el enorme contraste entre esa Alemania más abierta y tolerante y una España que expulsa una población que no podía ser otra cosa que española tras siglos de residencia. Pero aprovechemos otra ejemplaridad para nuestro mundo actual, la de la solidaridad que muestra el pueblo de Ricote con él y su familia, en contraste hoy con el caos y la falta de respeto por los derechos humanos más esenciales que caracterizan las políticas de muchos de nuestros gobiernos ante la crisis migratoria actual. Políticas que contradicen lo que Europa ha representado desde hace siglos, comportándose como Sancho, quien cediendo a su miedo, rehúye ayudar a su antiguo vecino.

– Diagnostica usted en ese mismo texto la existencia de una crisis de lectura como nunca antes, entre las nuevas generaciones, y señala también cómo a edad tempranísima sustituyen el libro por la pantalla. Compartiendo con usted que la literatura es la más libre de las artes ¿le parece viable y necesario revertir esta situación para recuperar un  buen hábito de otros tiempos y volver a recrearnos con la literatura de calidad? ¿A quién corresponde fundamentalmente arbitrar y desarrollar medidas para conseguir el objetivo?

– Pertenezco a una generación que se crió entre el libro y el cine. Me es difícil, pues, juzgar en comparación la efectividad de la lectura en pantalla y si, como van afirmando cada día más psicólogos y docentes es una lectura menos íntima y de menor impacto. Reconozco que cualquier diferencia entre una y otra lectura no tiene por qué significar necesariamente una ventaja intelectual. Lo que resulta más preocupante es la reducción de lectura en sí, debido a la información compacta y forzosamente parcial disponible en internet que muchos creen les exime de una investigación y un esfuerzo personal. Y el problema no es solo uno de lectura, sino que también va afectando al cine esa literatura narrada en diálogo e imágenes. Para las nuevas generaciones los youtubes de minutos van sustituyendo progresivamente a las películas, incluso las televisivas. La solución no se halla en leyes hechas a medida de partidos políticos o de intereses económicos, como está ocurriendo, al punto de ir rebajando, cuando no eliminando, las Humanidades por no ser “rentables”, o peor, por plantear a los gobiernos problemas que prefieren ignorar. La literatura, que enseña algo tan fundamental como el análisis textual y la interpretación de la comunicación humana con todos sus matices, debe seguir siendo una prioridad pedagógica. Toda solución radica en el aula, en las escuelas de magisterio, en las universidades. También en la vuelta a una educación que no considere que la función principal de las instituciones educativas es la de proveer personal a empresas, convirtiéndolas en agencias de empleo, en vez de cultivadoras de ciudadanos capacitados para abarcar diferentes carreras y posibilidades.

– Los análisis sociológicos reiteran en España una desafección o hartazgo de la ciudadanía con la política y sus actores, en gran parte a causa de los escándalos de corrupción y mentiras de las campañas electorales. Usted recuerda en su análisis editorial último que Cervantes brinda también consejos o propuestas en su obra universal para, de alguna manera, prevenir el «derrape» de los gobernantes…

–  Como cualquier otro tema, el político puede convertirse en estética en manos de un escritor que lo plantee desde una perspectiva humana y no partidista. Que sea el lector, y no el narrador, ni sus personajes manipulados, el que decida qué valores deben prevalecer. Es lo que hace Cervantes en los episodios dedicados a los Duques y sus bromas que no logran ocultar una malicia que se adelanta por siglos a lo que Freud percató en las burlas. Pero será el gobierno de Sancho Panza, con su mayor justicia y seriedad, el que acabará de revelar del todo, por su contraste, el vacío de un gobierno si así puede llamarse al de los Duques, basado en el privilegio, la ociosidad y la irresponsabilidad que tanto nos pueden recordar hoy los tiempos que nos han tocado. Políticos pluriempleados que se aprovechan de su posición para lucrarse con actividades que nada tienen que ver con el fin para el que fueron elegidos, actividades que a veces carecen de legitimidad. Plenos parlamentarios a menudo “vacíos” debido a las ausencias de los que supuestamente nos representan y velan por nuestros derechos. Premiados con pensiones exprés que en un mínimo de años superan con creces las del resto de la población. Subidas de sueldo por una votación que se asemeja más a un decreto, etc. Es un paralelismo con el gobierno privilegiado de los Duques que describe Cervantes. Más que en gobernación pensaban en diversión y en actividades ajenas a su deber como gobernantes.

– En la universidad holandesa de Leiden, considerada por muchos,  junto a las de Berlín y Göttingen, cuna de la Libertad Académica en Europa,  se doctoró con una tesis en inglés sobre «España en la literatura norteamericana». ¿Reservó en ese estudio un espacio o alusión a la figura de Benito Pérez Galdós y su obra?

– Mi entusiasmo por la literatura comparada me llevó a emprender un segundo doctorado en Leiden, esta vez en Literatura con concentración anglo-americana. Complementaba así los estudios de mi primer doctorado en Lengua y Literaturas Romances. Otra vez me sonrió la buena fortuna, con Theo D’haen como director de tesis, y Cedric Barfoot después como editor, cuando la adapté para publicar en la editorial Rodopi. Dicha tesis y libro tratan de escritores norteamericanos que residieron en España, o la visitaron, y en todo caso escribieron sobre ella, acaso mencionando sus lecturas de autores españoles. Aunque ninguno llegó a conocerlo, Galdós, como otros, figura cuando alguno comenta que lo ha leído. William Dean Howells, considerado como el decano de las letras norteamericanas, al preferir el Realismo español sobre el francés, alaba con entusiasmo la obra del escritor canario.

NOTA.- Publicado en La Provincia

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