El ilustrador argentino obtuvo la última edición del Concurso Internacional Álbum Ilustrado de la Biblioteca Insular del Cabildo de Gran Canaria con su trabajo ‘Aníbal, el perro fantasma’
Joaquín Camp nació en Buenos Aires en el año 1987. Estudió Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires, y en ese mismo centro dio clases en la materia de Ilustración de la Cátedra Roldan. Como ilustrador, ha trabajado para editoriales en Argentina, España, Corea, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Arabia Saudita.
Su trabajo ha sido seleccionado para la muestra de Ilustradores de la Feria de Bolonia de Libro Infantil y Juvenil en el año 2019. Además, formó parte del Catálogo Iberoamericano en el año 2016 y en el año 2020 con mención honorifica. Su libro ‘The piano’ fue seleccionado por un jurado de 47 editores internacionales especialistas en libro álbum en el séptimo lugar en Dpictus, una plataforma que nuclea a algunas de las mejores editoriales del mundo. Ha expuesto sus ilustraciones en Argentina, México, España y Perú, entre otros. Actualmente reside y trabaja en la ciudad de Madrid.
A continuación, la entrevista:
¿Cuándo se inició la aventura de ‘Aníbal, el perro fantasma’?
La aventura de Aníbal comienza con el confinamiento. Mi idea era ponerme a escribir sin ningún tipo de objetivo. Por lo general, cuando me planteo hacer un libro álbum, suelo comenzar por la imagen y luego agregarle el texto; como haría un músico que compone una canción, primero la música y luego ver qué es lo que esa música sugiere para ponerle letra. Esta vez decidí hacer el ejercicio consciente de dejar el lápiz aparcado y no dibujar, solo escribir. Así que empecé una etapa de cosecha, y en estos ejercicios de escritura comenzaron a salir muchas ideas. En una de las páginas estaba escrito el puntapié inicial perro fantasma.
En principio Aníbal iba a ser literalmente un perro fantasma, ya que moría de manera trágica pisado por un coche. Finalmente surgió la idea de que una sábana lo tapara y él no se diera cuenta de lo que sucedía; esa idea fue muchísimo más graciosa y poderosa y a partir de ahí el texto comenzó a escribirse solo. Luego vino una etapa de pulir mucho el texto. Aquí fue fundamental la mirada de mi pareja, Raquel Martínez. Ella es editora y tiene una mirada muy fina para los pequeños detalles y el pulido final, que son los que hacen que la historia tome vuelo.
¿Cómo definirías ‘Aníbal, el perro fantasma’?
Definiría a Aníbal como un personaje de una gran ternura. Él está convencido de una idea y la lleva hasta las últimas consecuencias, pero de una manera muy tierna. Esto genera una empatía con el lector, que enseguida comienza a ver el particular punto de vista que tiene el personaje.
El jurado ha destacado del álbum su frescura y su particular sentido del humor. ¿En qué medida se manifiesta y es importante ese humor en la narración?
El humor es muy importante para mí, no solo en mi manera de escribir sino en mi vida en general. El humor tiene la capacidad de permitirnos hablar de cosas que de otra manera serían más difíciles y engorrosas. Creo que el humor siempre se subestima frente a lo «serio». Pienso que, así como Win Wenders habla sobre la existencia del más allá de una manera poética y seria en ‘El cielo sobre Berlín’, también lo hace ‘La vida de Brian’, de los Monty Python. Ambos están poniendo el enfoque y la profundidad en la misma cosa, solo que lo cuentan de maneras distintas.
¿Te atreverías a definir las claves estéticas y técnicas que caracterizan a este trabajo?
Este trabajo, a diferencia de otros que hice, tiene la enorme particularidad, que ya he comentado antes, de que el noventa por ciento del tiempo lo dediqué a escribir. Tienen prioridad total la escritura y la forma de contar la historia. Los dibujos están hechos en las últimas semanas; esto permitió que afloraran una frescura y una inocencia que me gustó mucho. Como cuando un cantante graba su voz en una primera toma y deja que quede como quede, con los errores, pero también con la frescura del primer intento.
No quería cometer el error que siempre cometo de obsesionarme en la parte estética y en los pequeños detalles. Muchas veces hago ilustraciones que corrijo durante meses y cuando vuelvo a mirar todo en conjunto, la ilustración que había realizado la primera vez estaba bien.
¿Desde qué premisas te imaginas al destinatario de ‘Aníbal, el perro fantasma’?
La situación que vive el personaje hace que uno como lector genere empatía con Aníbal al instante. Él está convencido de una situación que en definitiva no es real, pero, aun así, se lo ve decidido de una manera tierna y graciosa. Es un recurso muy utilizado para generar situaciones humorísticas, el de los personajes que parece que están viviendo una realidad paralela que nadie más ve, y a mí me fascina. Esto sucede mucho con Chaplin, por ejemplo, o con Rabinovich de Les Luthiers. Creo que cualquiera que lea el libro y logre ser seducido por esa ingenuidad y ternura podrá disfrutar de él.
¿Cuáles siguen siendo tus álbumes ilustrados de referencia?
¡Hay muchísimos! Todo lo que hace Tomi Ungerer es una referencia muy grande para mí, desde ‘Crictor’ hasta ‘No hay besos para mama’ o ‘Los tres bandidos’. Ungerer tiene puesto el foco en personajes que nunca son los favoritos -ratas, serpientes, murciélagos- y los convierte en héroes. El mensaje de que uno es un héroe por lo que hace y no por lo que es me resulta muy bonito. Me encanta Sendak y la trilogía de ‘Donde viven los monstruos’, ‘La cocina de noche’ y ‘Al otro lado’. ‘Roland’ de André François es de mis favoritos. Toda mi carrera intenté copiar esos dibujos, ¡pero es imposible!
¿Y tus ilustradores/as que pienses que han ejercido algún tipo de influencia en tu paleta estética o tu trabajo?
Me gusta mucho Tomi Ungerer por la soltura de su línea y por lo juguetón que es en sus ilustraciones. Siempre está lleno de personajes muy diversos y lleno de detalles. Me encanta pasar el rato mirando cada escena. Me gusta mucho Beatrice Alemagna, creo que tiene un desprejuicio con los materiales que hace muy atractivo su trabajo. Es como una gran bola de ceras, pinceles y lápices usados de una manera salvaje, es una maravilla.
Kitty Crouther me flipa. Su manera de sacar tanta expresividad de un solo material, lápices de colores. André François es un referente muy importante para mí, con muy pocas líneas comunica muchísimo, sus personajes siempre están vivos y con una gracia que a mí me produce mucha ternura. Aquí, en España, me gusta mucho el trabajo de Ana Bustelo y Ana Pez, tengo la suerte de compartir estudio con ellas y la verdad es que este año aprendí muchísimo de ambas. Todos estos ilustradores tienen dos cosas fundamentales para mí: el humor y el juego.
¿Prefieres, técnicas tradicionales o digitales?
Este debate entre lo digital y lo analógico tiene muchos años. En mi caso particular, es curioso, siento que estoy yendo al revés de las nuevas tecnologías y que tengo una necesidad muy grande de volver a trabajar a mano. No sé a qué se debe este acercamiento, lo que sí puedo decir es que lo disfruto muchísimo y que ese disfrute se transmite. No tengo nada contra las herramientas digitales, y en muchos aspectos me parecen una maravilla.
Sí creo que a veces este tipo de herramientas pueden «apoderarse» un poco de la mano del ilustrador y generan dibujos muy homogéneos, y también maneras de vestir ese dibujo muy parecidas; a veces se repiten las paletas y texturas, por ejemplo. Yo creo que el corazón de todo siempre es el dibujo, es la materia prima y lo que le da la personalidad al trabajo final. No hay que dejar que este tipo de herramientas cambien nuestro lenguaje propio.
Seguro que bebes de muchas fuentes y de muchos ámbitos: desde la publicidad al mundo del diseño en todas sus vertientes, pasando por el universo infantil, el arte contemporáneo, el cine y la televisión, las redes, etcétera ¿Encuentras en algunos más que en otras fuentes de inspiración?
No sé si se nota mucho, pero creo que la música es una de mis mayores fuentes de inspiración, porque encuentro muchísimos paralelismos con la ilustración. Siempre tengo música de fondo mientras trabajo y esa banda de sonido influye muchísimo en mi trabajo y viceversa. A veces las ilustraciones me sugieren cierto tipo de canciones.
¿Qué crees que pueda suponer para tu trayectoria que una editorial especializada como ‘A buen paso’ haya decidido apostar por la edición de tu álbum?
A buen paso es una editorial muy reconocida en el ambiente del libro álbum. Creo que es jugar en primera liga en España. Por otro lado, trabajar con Arianna Squilloni es un placer. Haciendo una analogía, creo que el rol del editor es parecido al de un fantasma. Es un ser que está allí, en las sombras, ocupándose de que todo salga bien. Que cada palabra sea la justa, que la comunicación se entienda. Es quien cuida que cada detalle esté en su lugar y que todo esté bien pulido. En este sentido Arianna Squilloni lo hace muy bien.
En muchas ocasiones se presentan a esta convocatoria ilustradores y escritores del texto, que deciden colaborar en un determinado título como coautores. ¿Consideras que el proceso de trabajo concentrado en una solo persona como autora única de la obra en su conjunto lo hace más cómodo?
Los mejores libros de la historia de libro álbum están ilustrados y escritos por la misma persona. ‘El pato y la muerte’, de Wolf Erlbruch, ‘Donde viven los monstruos’, de Maurice Sendak o ‘Los tres bandidos’, de Tomi Ungerer, entre muchos otros. Creo que es muy ventajoso poder escribir y también poder dibujar porque uno genera una sinergia consigo mismo que es muy nutritiva.
Cada elemento tiene su momento para brillar, uno sabe cuándo es el momento para que la ilustración tenga impacto y entonces sabe que el texto debe ser un acompañamiento. De la misma manera, uno sabe cuándo la ilustración debe pasar a un segundo plano para que el texto se luzca. Uno está tocando todos los instrumentos y tiene control absoluto sobre ellos. De todas formas, este mismo proceso puede hacerse tranquilamente con otro escritor que no sea uno mismo. Se trata de saber negociar todas estas cuestiones de manera sana e inteligente. Muchas veces sucede que el ilustrador cree que tiene la razón y el texto es un mero acompañamiento y viceversa.
Cuando se escribe e ilustra una obra para un público infantil ¿qué puede llegar a ser más importante el lenguaje o las ilustraciones?
Creo que ambas cosas van de la mano. Es como pensar que en una banda es más importante la batería que la guitarra. Ambas cumplen un rol fundamental. Por supuesto, como dije antes hay momentos en donde brilla más el texto y hay momentos en donde brilla más la ilustración. Lo importante es que ambos elementos trabajen a favor de una sola cosa: la historia.
¿En qué estás trabajando actualmente?
Además de darle los toques finales a ‘Aníbal, el perro fantasma’, estoy trabajando en un nuevo libro que cuenta la historia de un niño que tiene miedo de zambullirse en una piscina. Además, estoy promocionando mi nuevo libro ‘The Piano’, que salió en formato digital gracias a una plataforma llamada Piboco. Es un libro animado que puede bajarse en cualquier dispositivo móvil o tablet y habla de dos hermanos y de su relación contada a través de la música. J