Falleció la legendaria mezzosoprano Teresa Berganza a la edad de 89 años


Este viernes falleció en San Lorenzo de El Escorial (Madrid) la legendaria mezzosoprano madrileña Teresa Berganza, considerada una de las cantantes más importantes del siglo XX.

Nacida en marzo de 1933, comenzó sus estudios musicales en la Escuela de la Fundación Vázquez de Mella, que profundizó en el Conservatorio de Madrid (piano, órgano, composición, armonía, música de cámara, historia de la música y dirección orquestal) y en la cátedra de canto y técnica vocal de Lola Rodríguez Aragón.

Desde muy temprano destacó por su virtuosismo en el repertorio clásico y belcantista, llegando a convertirse en una de las intérpretes más importantes de Mozart y Rossini. Se graduó en 1954 (Premio Fin de Carrera de Canto) y fue becada por el Ministerio de Educación para perfeccionarse en Austria.

Su debut oficial se produjo en el Ateneo de Madrid, el 16 de febrero de 1957, con el primero de una serie de recitales en los que interpretó el ciclo de Schumann ‘Amor y vida de mujer’. Poco después interpretó el papel de Trujamán de ‘El retablo de maese Pedro’, de Falla, en el Auditorio de la RAI.

Pero su carrera realmente empezó en el verano de ese mismo año, 1957, cuando cantó en el festival de Aix-en-Provence, en Francia, el papel de Dorabella en la ópera ‘Così fan tutte‘, de Mozart. Un año más tarde sería Cherubino en la ópera ‘Las bodas de Fígaro’, también de Mozart, en el festival de Glyndenbourne, en Gran Bretaña; y viajó después a Dallas (EEUU) para cantar ‘Medea’, de Cherubini, junto al mito Maria Callas. De ella recordó siempre su profesionalidad y su generosidad. «En esa ópera, yo tenía un aria que cantaba junto a ella y que terminaba de espaldas al público y en su regazo. Me aplaudieron mucho, y ella me decía. ‘Date la vuelta, que esos aplausos son para ti’. Y no quería hacerlo estando ella, así que me tomó de los hombros y me giró para recibir el aplauso del público», decía.

Mozart y Rossini fueron los pilares de los primeros años de la carrera de Teresa Berganza, desarrollada en los más grandes teatros de ópera del mundo: la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres, la Ópera de París, el Metropolitan de Nueva York… Y bajo la batuta de directores como Herbert von Karajan, Carlo Maria Giulini, Georg Solti, Rafael Kubelik, Claudio Abbado

‘Carmen’

Siempre que Teresa Berganza pronunciaba el nombre de este último director italiano se le iluminaba la cara. Con él grabó (en disco y en cine, con dirección escénica de Jean-Pierre Ponnelle) una inolvidable versión de ‘Il barbiere di Siviglia’, y junto a él cantó por vez primera un papel que marcaría su vida tanto artística como personal: el de Carmen en la ópera de Bizet.

Fue en 1977, en el Festival de Edimburgo, en unas histórica representación dirigida escénicamente por Piero Faggioni, y en las que estuvo acompañada por Plácido Domingo, Ileana Cotrubas y Sherrill Milnes; los mismos intérpretes grabaron un disco que es desde entonces referencia indiscutible de esta ópera.

Aseguraba Teresa que no le fue difícil dejar los escenarios después de más de medio siglo de carrera. «Lo decidí porque llevaba mucho tiempo cansada. Las frases largas se me quedaban a la mitad; no lo notaba nadie, pero yo sí. Y sabía que tenía que dejar de cantar, faltaba decidir cuándo. No quería por nada del mundo hacer una despedida. Y estaba cantando en Santander -ese día estaba muy bien de voz- el día en que a mi nieta, que había estado a punto de morirse por una leucemia, la operaban de apendicitis. Pensé en suspender, porque tenía la cabeza en otro sitio, pero mi hija me convenció de que no; me prometió tenerme al tanto, porque a mí no me importaba parar el concierto y coger un avión si hiciera falta. Y fíjese lo que son las cosas: llegué a Santander y llamé a mi hija para preguntar cómo iban las cosas. Me dijo: ‘Mamá, canta tranquila, porque han visto algo y la operación seguramente va a ser un poco más larga’. Fue decirme eso y me quedé sin voz. Salí a cantar, y a los dos compases tuve que dejarlo, porque no tenía voz. En ese momento, decidí que no cantaba más. Era el momento de retirarse. Por mi nieta, y porque la voz me podía fallar en cualquier momento».

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