Fernando Benítez


Santiago Gil  //

Quizá un día como hoy de hace más de cuarenta años estaba abriendo una caja marrón de la que sacaba figuras que iba colocando sobre un mueble después de haber creado con papel de estraza, platina, piedras y algunos hierbajos arrancados azarosamente entre los primeros verdes de diciembre un paisaje inventado que se llamaba Belén.
Recuerdo un castillo con luces de colores que colocaba en la zona de Oriente y aquellos Reyes Magos que avanzaban poco a poco a medida que pasaban los días. Hace años que no sé nada de aquella caja ni de las figuras que solo se asomaban a la vida hasta el día de Reyes. Cuando las recogíamos sí quedaba la melancolía de ese tiempo navideño de asueto y de regalos que ya formaba parte del pasado. La vuelta al colegio, con los juguetes casi intactos, era casi peor que el regreso después del verano.
Con el paso del tiempo sí me gusta asomarme a los belenes que me encuentro en las plazas, en las casas de amigos o en los centros comerciales.
El otro día, la eterna espera del semáforo de Bravo Murillo me llevó a detenerme delante del Nacimiento que cada año colocan delante de la Casa Palacio del Cabildo de Gran Canaria. En esta ocasión se representa la zona de Agüimes.
Ingenio y Santa Lucía, con la Fortaleza de Ansite como gran protagonista de las escenas navideñas más reconocibles. No me hizo falta preguntar quién había creado ese Belén. Por los diseños de las figuras, por el cuidado de las casas y de las calles, y por todo el arte que uno notaba en la iluminación o en los pequeños detalles intuí que detrás de esa obra de arte efímero estaba la mano de Fernando Benítez Henríquez. No me equivoqué.
Fernando lleva muchísimos años creando algunos de los belenes más reconocibles y admirados de Gran Canaria. Y yo sé que su pasión belenista viene de muy lejos. Estudiamos juntos en el Instituto de Guía.
En aquellos años, muchos de los alumnos de ese centro escolar que nos cambió la vida a varias generaciones procedían de Moya, y desde entonces recuerdo a Fernando dibujando esbozos de figuras navideñas, viajando a Murcia para visitar a artesanos y recreando en su casa, y luego en otros lugares de Moya, belenes que ya empezaban a dar que hablar en toda la isla. Luego volvimos a coincidir estudiando la carrera de Derecho, y allí seguía Fernando aferrado a sus sueños y a sus creaciones entre clase y clase o matando el tiempo cuando los latinajos y los artículos aburrían hasta a los que tenían más inclinaciones leguleyas.
Fernando y yo andábamos lejos de aquellas ambiciones fiscales o procesales, y con el paso del tiempo nos reconocimos haciendo cada uno lo que entonces deseábamos. Nos hemos visto solo un par de veces en los últimos treinta años, pero siempre nos reconocemos con esa mirada limpia que mantienen quienes compartieron sueños en un pasado lejano.

CICLOTIMIAS

Hay estelas de barco que viajan hacia ninguna parte.


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