Grigory Sokolov, la soledad sonora del pianista más sublime en el Festival de Música


  • Considerado uno de los mejores pianistas del mundo, protagoniza el concierto de clausura del 38 Festival de Música de Canarias

Probablemente, junto al polaco Kristian Zimerman, el ruso Grigory Sokolov sea el pianista más sublime de cuantos existen, al menos entre los veteranos del panorama actual. Será el encargado de clausurar el Festival de Música de Canarias, en una edición que se ha caracterizado por la sorprendente concentración de solistas de primera línea. En esta ocasión el público tendrá la oportunidad de asistir a un acontecimiento excepcional y único. El pianista ruso no sólo es un virtuoso de época, sino un auténtico visionario del instrumento. Sus programas y sus interpretaciones huyen de la rutina y de lo convencional, y aunque en sus recitales nada parece entregado al azar, el resultado siempre suele ser asombroso y diferente.

Los conciertos serán el sábado 12 de febrero en el Auditorio Alfredo Kraus y el lunes 14 en el Auditorio de Tenerife, ambos a las 20.00 horas. Las entradas están disponibles en taquilla, en la web del festival (www.icdcultural.org/fimc) y en las plataformas de venta habituales de estos espacios.

Natural de Leningrado, la actual San Petersburgo (1950), Sokolov comenzó a tocar el piano a los cinco años y, dos después, iniciaba sus estudios con Liya Zelikhman en el Conservatorio de Leningrado. Con doce ofreció su recital de debut y su prodigioso talento fue reconocido cuando con solo 16 años, en 1966, se convertía en el músico más joven en recibir la Medalla de Oro en el Concurso Internacional de Piano Tchaikovsky en Moscú. Pronto inició giras por Estados Unidos y Japón, mientras su estilo iba evolucionando y madurando.

En Sokolov, la única devoción posible es la música. No quiere que los focos perturben el acto íntimo de su comunicación con el instrumento y huye de cualquier imagen que distorsione ese diálogo íntimo. De ahí su conocida escenografía y ceremonial: un escenario con temperatura moderada y luces atenuadas, precisa afinación del instrumento, condiciones que favorecen la sonoridad y la concentración: sin distracciones.

Con esta ambientación consigue, aún frente a un auditorio de miles de personas, que su recital se convierta en un ritual casi privado, como si el espectador sintiera que el concierto le estuviera dedicado personalmente. Llega entonces esa mutación en artista del individuo aparentemente imperturbable, y aquella actitud fría y distante se disipa desde la primera nota. Se desborda entonces el pianismo reflexivo, detallista, estructurado y preciso del genial Sokolov.

El repertorio que trae al 38 FIMC se abre con ‘Variaciones y fuga para piano en mi bemol mayor, Op. 35’ de Beethoven, un conjunto de quince piezas compuesto en 1802, conocido como ‘Variaciones Heroica’ porque se utilizó como tema final de su Sinfonía nº 3, escrita al año siguiente. Los tres intermezzi de Brahms, de 1892, son piezas reflexivas y pensativas, luego agitadas e inquietas, inspiradas en Clara Schumann, que el propio compositor define como “canciones de cuna para mis tristezas”. Y cierra ‘Fantasía para piano “Kreisleriana” op. 16, de Schumann, quien afirmó que las ocho secciones fueron redactadas en sólo cuatro días, algo en realidad improbable. La música oscila violenta y repentinamente entre la agitación y la calma lírica, entre el temor y la euforia.

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