La emigración canaria implantó la cultura insular de la gestión del agua en áreas de Venezuela, el Caribe y el sur de Estados Unidos


• El seminario sobre los paisajes culturales del agua, en la última jornada del Coloquio de Historia Canario-Americana, resalta también que la privatización de los recursos hídricos del archipiélago comenzó desde la conquista

El pasado se torna a veces transparente y cristalino. La última jornada del XXIII Coloquio de Historia Canario-Americano de la Casa de Colón ha resaltado aspectos como que el asentamiento de canarios y canarias en determinadas áreas de Venezuela, las islas caribeñas o el Sur de Estados Unidos implantó una cultura de gestión del agua que se había conformado en un territorio semiárido, un modelo similar al de otros puntos de la Península o el norte de África.

Así lo puso de manifiesto el doctor en Historia Miguel Suárez Bosa, de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), en su ponencia ‘Las trayectorias y similitudes de la gestión del agua en Canarias y América’, dentro a su vez del seminario ‘Los paisajes culturales del agua en América, el Caribe y las islas Atlánticas’.

Otro investigador grancanario Ángel García García, expuso las conclusiones de su estudio sobre las captaciones de aguas subterráneas en Gran Canaria entre 1800 y 1927, tras analizar las causas tanto naturales como de otra índole, tanto económicas, políticas, sociales como demográficas, que indujeron a individuos, heredades de aguas, sociedades e instituciones a la realización de este tipo de obras mediante minas, galerías y pozos artesianos.

Por su parte, Pedro Díaz Cruz apuntó en el curso de su comunicación ‘El proceso privatizador del agua en Canarias: la Ley de 1879’ que “aunque existen evidentes diferencias entre islas de señoríos y realegas, se puede afirmar que la privatización y obligada explotación de los recursos isleños se inicia desde los mismos momentos de conquista y ocupación de Canarias con los primeros repartimientos”.

“Tanto ‘señores’ como, posteriormente, los monarcas”, antepone Díaz Cruz, “se arrogaron la propiedad del Archipiélago como Derecho de Conquista, haciendo distribución de esta entre los contribuyentes en la empresa de ocupación, según el grado de participación, y los colonos. Gran parte del esfuerzo productivo se orientó desde entonces a atender los requerimientos que demandaba el mercado exterior. La producción para la exportación ocuparía preferentemente las llanuras litorales que, fértiles y más adecuadas para los nuevos cultivos por sus escasas oscilaciones térmicas, fueron dotadas de determinado caudal para riego”.

“En las tierras del interior”, prosiguió, “se labró a una agricultura orientada al autoabastecimiento de las islas. Aunque, esta relación abierta de intercambios definía la economía canaria, también su hidrodependencia por las propias características de su producción, por su disposición espacial y geomorfología. Tras la alternativa azucarera, que llevó a las primeras actuaciones hidráulicas, el ciclo vitivinícola redujo la presión privatizadora del agua”.

“Será con la crisis del Antiguo Régimen y el hundimiento del mercado del vino cuando se reactiva la detracción de los caudales públicos ante las nuevas alternativas productivas. Fueron varios los mecanismos privatizadores, siendo el más destacado la Ley de Aguas de 1879, que se mantendrá en vigor a lo largo de más de un siglo”, expuso.

Además, la profesor de la ULPGC Mercedes Calvo Cruz abordó la contabilidad de la heredad de aguas de Arucas y Firgas, otra más de las interesantes intervenciones en esta última singladura de un Coloquio que se ha celebrado conjuntamente con el XII Encuentro Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (Adhilac).

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