Televisión Canaria prepara un programa dedicado a la estancia en Canarias de Agatha Cristie, la célebre creadora del detective Hércules Poirot y de Miss Marple. Buen pretexto para recapitular sobre la relación de las Islas Canarias con la literatura universal que, sorprendentemente, es muy amplia y con una trayectoria de las más longevas, con un componente turístico casi permanente y más que notable. De hecho, me atrevo a establecer varias etapas comenzando por la propia mitología, porque tenemos la presencia de las islas en las obras que marcarían el inicio de la cultura literaria griega y occidental, a través de la poesía épica con la Ilíada y la Odisea, donde Homero (s VIII a.C.) ‘crea’ la Macaronesia y la leyenda en torno a Canarias. Una fase muy posterior con Canarias como plataforma del tránsito entre mundos; una etapa de textos científicos, naturalistas y viajeros en los orígenes del turismo; y un siglo XX con puntuales autores y obras destacadas vinculadas con las islas.
Canarias es mito, fruto de una narración fabulosa e imaginaria que intenta dar una explicación no racional de la realidad. Un relato que se transmite por la tradición y se guarda en la memoria de los pueblos. En el caso de Canarias la mitología marca la presencia de Canarias en el mundo conocido. El mundo habitado, el oikoúmene, la búsqueda de una explicación al entorno, creando un imaginario de ‘Grifos’, ‘Amazonas’ (Diodoro Siculo), ‘Górgonas’… Y sitios ubicados en aquel terraplanista fin del mundo –Finis Terrae-, llamados isla de Gerión, el Jardín de las Hespérides, la isla de Tule, las islas de los bienaventurados, la isla de Ogigia. Fruto de la invención, como en el caso de Homero, quien no viajó a los lugares que citó.
Los lugares míticos presentan cuatro características constantes: aislamiento, situación en los límites del mundo, inaccesibilidad y, especialmente para este trabajo, armonía entre la naturaleza y sus habitantes. Condiciones que Canarias reúne. La isla es un lugar donde lo legendario, lo maravilloso y lo extraordinario existen por sí mismos en la mentalidad de la humanidad. Un mundo de la utopía, del inconsciente y la aventura. Representa un universo cerrado, para crear sociedades imaginarias idealizadas donde reina la perfección y no existen las penalidades.
Otro elemento en el imaginario social es la montaña, evocadora del misterio y lo insólito que limita la llanura y el horizonte. En Canarias las montañas volcánicas, son más misteriosas aún por la pugna eterna frente al empuje del océano.
Hasta el siglo XV Canarias fue la última tierra conocida por Occidente, perdida en leyendas. Veneradas por un clima privilegiado que se constata en los textos más antiguos, desde Hesíodo (s VIII a.C.). El imaginario grecolatino convierte ese límite terrestre en uno de sus mayores referentes del que derivan casi todos los temas: el Océano remoto y extraño, donde se ubica Canarias y, por ende, la mayoría de las leyendas; las Columnas de Hércules o Estrecho de Gibraltar, sitúan a Canarias en el Plus Ultra gracias a las atrevidas y esporádicas visitas de griegos, fenicios, cartagineses y romanos que pudieron ver y sentir erupciones hoy aterradoras. Las islas Canarias fueron consideradas los Campos Elíseos, como residencia de héroes y almas tras la muerte (lo que nos vincula a los mitos del más allá) y que definen como el paisaje ideal, perfumado y musical, con prados bellísimos siempre verdes, abundancia de flores, bosques de árboles de gran tamaño y generosos en frutas. Poblado de aves, aire puro y dulces rayos del sol con una luz purpúrea, ausencia de inviernos y veranos extremos (la eterna primavera), fuentes de agua cristalina, sin penalidades, encantos y diversiones, juegos, deportes, teatro, danza, banquetes, festines, filosofía, música… agradable clima, tierra fértil y vida de lujo. El sueño turístico de nuestros días…
La Odisea de Homero es la primera gran obra literaria y nos convierte en pioneros como destino de salud y naturaleza. Los primeros ‘turistas’ en Canarias serían Aquiles, Menelao, Dionisio, Sertorio... Tras Homero, Píndaro habla de la isla de los bienaventurados, luego en las obras de Virgilio, Séneca, Silio Itálico, Plutarco… Autores con una enorme influencia posterior en historiadores y poetas canarios (Torriani, Cairasco de Figueroa, Viera y Clavijo…)
Makarón nesoi, fortunatorum insulae: Islas afortunadas o de los afortunados (o dioses, en griego. Posteriormente el cristianismo usará el término bienaventurado). A partir de estas referencias, todo un mundo de leyendas surge alrededor de la vida en estas islas: Manzanas de oro, dragón Ladón, árbol de la vida… Así como vínculos con otras leyendas, como el Atlas y los atlantes, en el borde del océano, según Diodoro de Sicilia. Sin olvidar el mito de la Atlántida, en Platón y sus diálogos Timeo y Critias donde describe la gran isla de una leyenda que originaría más de 25.000 monografías. Generalmente, todos los autores coinciden con la localización frente a las costas mauritanas(Pomponio Mela en Corografía, y los posteriores escritos de Plinio, Solino, Marciano, Capela, Isidoro de Sevilla, Rabano Mauro, Bocaccio…). Si bien es a partir del S. II a.C. cuando las islas empiezan a ser visitadas y descritas, entrando en una fase geográfica que comienza a desvelar las leyendas.
De ahí que las Islas Afortunadas aparecen en Plauto (250-184 a.C.), y en la primera referencia geográfica de Estrabón S. I a.C.), a lo que se añade Plutarco (en Vida de Sertorio) y Filóstrato (Vida de Apolonio de Tiana); Etimologías de Isidoro de Sevilla (s. VII); Y destaca Plinio en Historia Natural al ser el primer texto antiguo que nomina diferentes islas (Junonia, Pluvialia, Capraria, Ninguaria y Canaria, según Estacio Seboso).
Juba II (rey de Mauritania) encargó la primera descripción real de las Islas, con su flora, fauna y topografía. Por primera vez se nombra a una de las islas con el nombre de Canaria; Claudio Ptolomeo en su Guía geográfica (II d.C.); Solino en Collectanea (s. III), Marciano Capela en Bodas de Mercurio y la Filología (s V), Vicente de Beauvais en Speculum Naturale (s. XIII) Pedro de Ailly en su Imago Mundi (s XIV-XV). Todos estos textos se refieren a alguna de las Islas, pero junto acnoticias de tipo maravilloso, que no tienen que ver con ellas.
Y no olvidamos que el mundo árabe también trató este Archipiélago como ‘islas de felicidad’ (Masudi, al-Bakri, Ibn Said, Idrisi, Dimaski…)
La denominación Islas Canarias se utiliza por primera vez en la obra latina Adversus nationes de Arnobio (300 d.C.) como Canarias insulas, lo que convierte el mito (Islas Afortunadas) en realidad: Islas Canarias.
El mito universal del paraíso terrenal, islas paradisíacas tiene otras vertientes que relacionan Canarias con la literatura celta en sus inrama. El primero en relacionarlo es Isidoro de Sevilla. Y hasta Colón, en su relación del tercer viaje dijo “Algunos gentiles quisieron decir por argumentos que el Paraíso era en las islas Afortunadas, que son las Canarias”. Sin olvidar la leyenda de San Borondón, la creencia en el relato de la isla perdida que originó diversos nombres y expediciones, y que incorpora los mitos canarios a la cultura céltica.
Paralelamente se produce la traslación de esta realidad isleña a la incipiente cartografía, lo que daba lugar a la realidad geográfica: Aparecer en mapas, planos, portulanos era la diferencia entre existir o no para el mundo de los navegantes (tampoco olvidemos a Federico Doreste, el lanzaroteño autor del manual de uso educativo en toda España ‘Argonautas. Historia de la navegación’. 1935). El mapa, para quienes se aventuraban a navegar, era el precedente o idea del territorio, el documento que engendraba el destino.
La prehistoria en el Renacimiento
Desde aquellos comienzos de la cultura occidental hasta que islas fueron pobladas pasaron varios siglos y muchos siglos después, en pleno Renacimiento se encuentran los europeos una población prehistórica y con estructuras sociales consolidadas. Así queda reflejado en Le canarien, la obra escrita por Le Verrier y Boutier a instancias de Jean de Bethencourt y La Salle. La sorpresa por encontrar esta sociedad troglodita quedaría enmudecida ante la aventura que supuso el Descubrimiento por Cristóbal Colón (1492) de continentes, culturas y riquezas. Los grandes navegantes y aventureros famosos, en su mayoría, hicieron escala por el Archipiélago canario.
Entre los siglos XVI y comienzos del XVIII tenemos ya referencias literarias a productos canarios como el vino, con la inestimable colaboración de William Shakespeare, que cita en varias obras los ‘canary wine’ que tenían la facultad de “perfumar la sangre”. También es interesante la amplísima crónica de piratas y corsarios -y berberiscos- que asolaron nuestras costas (sin olvidar que también desde Canarias se organizaban cabalgadas por la costa africana). Una serie de acontecimientos dignos de película (como la gran derrota de Van der Does en El Batán), una actividad que estaba apadrinada por los gobiernos en los sucesivos enfrentamientos contra la corona española, junto al gran interés que suponía para todas las potencias la situación estratégica de las Islas Canarias.
En el XVIII y hasta la llegada del ferrocarril (1820) surge el Grand Tour (origen de la palabra turismo), coincidiendo con el desarrollo del romanticismo, dirigiendo el interés hacia el mundo clásico y los grandes monumentos de la aristocracia y algunos adinerados. Evidentemente, las Islas Canarias quedan fuera de estas rutas, pero paralelamente se desarrolla imparable el interés por el conocimiento. La ilustración ha cuajado en sociedades científicas y se organizan expediciones de naturalistas e investigadores que, obviamente, encuentran en las Islas Canarias un extraordinario laboratorio botánico, faunístico, geológico, astronómico… De ahí los interesantes estudios realizados por Feuillee, quien situó el Meridiano en El Hierro y realizó la medición del Teide. Webb y Berthelot escribieron la Historia Natural de las Islas Canarias. Y así numerosos investigadores que confirman las bondades del clima de las Afortunadas. El propio Charles Darwin no pudo desembarcar en Tenerife al ser declarado en cuarentena el ‘Beagle’ a las puertas de Santa Cruz.
Ya en el s XIX tenemos una abundante relación de viajeros y viajeras que dejaron su impronta literaria y gráfica en interesantes obras precursoras de lo que serían las guías turísticas, pero con más detalle e interés literario. Si bien los científicos despertaron el interés por el clima y las maravillas naturales de las islas, los viajeros pusieron de manifiesto las carencias de las infraestructuras (más allá de los puertos y los hoteles para ‘invalids’). Pero dieron relevancia a las curiosidades sociales e históricas de una sociedad que había ocultado su pasado precolonial, aunque ya se desarrolla un interés en parte de la sociedad isleña.
Ya en el siglo XX tenemos la consolidación del destino turístico y la aparición de personajes de talla mundial, bien para estancias prolongadas o en escalas necesarias para cruzar el Atlántico. Destaquemos unos pocos por su relevancia. Por orden cronológico, el primero es Julio Verne, quien en la primera década -antes de fallecer- dejó a punto de imprenta con su hijo la obra ‘Thompson & Co’, la primera novela que narra el fenómeno de la turoperación, utilizando como escenarios de la trama las islas de Gran Canaria y Tenerife.
Agatha Christie llegó a Tenerife en 1927 pero el clima húmedo de Puerto de la Cruz no le gustó y se trasladó a Las Palmas donde se daba largos baños de mar en la playa de Santa Catalina junto al hotel. En esta isla escribió ‘La señorita de compañía’, donde hace un reconocimiento a los diversos médicos que resaltaron las cualidades climáticas de las islas como destino de salud.
Otro destacado escritor que se estableció en Canarias en 1931 fue Eugene O’Neill, quien se alojó con su mujer en el Hotel Atlántico (hoy Instituto de Bachillerato a Distancia) para finalizar ‘A Electra le sienta bien el luto’. En 1960 le fue concedido el Nobel de Literatura. A. J. Cronin también publicaría una novela titulada Gran Canaria, con una trama que se desarrolla en esta isla y en Tenerife. Otra obra del autor que tuvo un gran éxito de ventas y que fue llevada al cine con una representación de las islas en cartón piedra aún más extravagante que la propia descripción novelesca.
André Bretón, el impulsor del movimiento surrealista viajaría a Tenerife en 193xx junto a Jacqueline Lamba y Benjamin Péret, con motivo de la I Exposición Internacional Surrealista. Un hito de las artes en el mundo, pero también un lugar para inspirar una de las obras fundamentales del escritor y del propio movimiento surrealista: ‘El amor loco’.
Otro Premio Nobel visitaría las Islas Canarias a bordo del barco de Onassis. Winston Churchill, quien esperaba el premio de la Paz, pero recibió el de Literatura en 1959, hecho que no le gustó mucho ya que fue recogido por su esposa. La relación del lider británico con Canarias es más bélica que literaria, ya que en su etapa de primer ministro se hicieron los planes y preparativos para invadir el archipiélago.
Tampoco podemos olvidar a Jean Cocteau quien visitó Gran Canaria y tuvo que salir precipitadamente de la isla, al ser señalado como firmante de escritos contra la dictadura franquista. Una de sus obras más señaladas fue la película ‘La bella y la bestia’ que gira en torno a una historia infantil que algunos autores consideran inspirada en la vida de Petrus Gonsalvus, que padecía la enfermedad de la hipertricosis que cubría de bello todo su cuerpo y rostro.
Otros ilustres escritores que hicieron escala en las islas fueron Rubén Darío, Katherine Mansfield (autora de un relato breve sobre la ausencia titulado ‘El canario’), Jorge Luis Borges, Federico García Lorca… Sin olvidar a los españoles Miguel de Unamuno, amigo personal de Domingo Doreste ‘Fray Lesco’. E Ignacio Aldecoa.
Hay bastante bibliografía al respecto de autores de las islas, entre los que podríamos señalar a Alfredo Herrera Piqué, Nicolás González Lemus, Marcos Martínez, Manuel Mora Lourido y María del Pino Rodríguez Socorro. Y, también, queda mucho que averiguar y divulgar…