Es obvio que Antonio Machado era único. Aun así, ciertos días, se parecía bastante a los demás. Aquel viernes 11 de enero de 1929, por ejemplo, debía de sentir una frustración muy común.
Todavía descansaba en Madrid, pero la vuelta a la cotidianeidad ya le amargaba la existencia. “Comienzo la carta que echaré, ay, en Segovia el Domingo. Porque mis vacaciones acaban sin remedio”, se lamentaba.
Como cualquiera, incluso hoy en día. Pero, a partir de este año, los lectores pueden compartir mucho más que los sentimientos del poeta: tienen como regalo su obra completa.
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*Publicado en El País