- Considerada entre las diez mejores del mundo, llega al Festival bajo la batuta de Ivan Fischer y junto al pianista Javier Perianes
- Presentan un ecléctico programa con obras de Piazzolla, Saint-Saëns, Milhaud, Satie y Kodaly
La Orquesta Festival de Budapest, considerada entre las diez mejores del mundo, se incorpora esta semana al 37 Festival de Música de Canarias para ofrecer el que será, sin duda, un concierto memorable. Bajo la dirección de su fundador y titular Ivan Fischer, y acompañada del reconocido pianista Javier Perianes, ofrecerá sendos conciertos en Gran Canaria y Tenerife con un programa que recorre un siglo de tendencias musicales.
El repertorio supone un viaje desde Mar del Plata hasta la ribera del Danubio: empiezan con Piazzolla y culminan con Kodaly. También interpretan a Milhaud, harán una parada en el impresionismo de Satie/Debussy y, como obra principal, el Concierto nº5 de Saint-Saëns con una garantía de exquisitez: Javier Perianes al piano.
Los conciertos cuentan con la colaboración de Fundación DISA y serán este viernes 23 en el Auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria, y el sábado 24 en el Auditorio de Tenerife, ambos a las 20.00 horas. Las entradas están disponibles en www.festivaldecanarias.com y en la web de ambos escenarios.
En la presentación de hoy, jueves 22, Javier Perianes destacó la gran calidad de las orquestas que han participado en el Festival en esta edición de verano y en concreto, explicó que escuchar a la Orquesta de Budapest dirigida por Fischer es como ver “un Ferrari conducido por Fernando Alonso. Para mí va a ser un gran momento y me siento afortunado de poder tocar con ellos”.
Por parte, Juan Márquez, viceconsejero de Cultura del Gobierno de Canarias, destacó el alto nivel y prestigio de Perianes, Fischer y la Orquesta a lo que hay que sumar que el programa tiene unas obras muy atractivas, mientras que Sara Mateos, directora de la Fundación DISA, felicitó al Festival por mantener una cita cultural de “primer nivel que nos han hecho disfrutar de conciertos de enorme calidad”, mostrándose muy satisfecha por apoyar “un Festival que nos pone en el mapa”.
Sobre el concierto
El Festival ya ha sido testigo de la brillantez de la Orquesta del Festival de Budapest. Fue en 2008, junto a Ivan Fischer, cuando interpretó obras de Rachmaninov y Bartok, para regresar en 2016 con piezas de Carl Maria von Weber, Johannes Brahms y Prokofiev. Ahora, esta orquesta, que su director considera diferente a las demás, regresa con un programa en el que reivindica el eclecticismo como un reflejo del mundo en el que vivimos.
El concierto se inicia con una pieza de Astor Piazzolla, del que se celebra el centenario de su nacimiento, quien disfrutaba de juegos de palabras y alusiones relacionadas con el tango. De ahí “Tangazo”, que se abre con líneas cromáticas desde bajos y violonchelos hasta una introducción de una intensidad armónica abrasadora. La flauta, el clarinete y la percusión dan paso a un tango tembloroso, dado por primera vez al oboe. Hay episodios líricos equilibrados, incluyendo una sección lenta con solos de trompa, pero hay un borde en esta música que no se ablanda con el final moribundo. “Tangazo” fue estrenada en 1970 en Washington, D.C., por el Ensemble Musical de Buenos Aires, pero no del todo a satisfacción de Piazzolla. “El Ensemble Musical de Buenos Aires dio buena cuenta de ello -recuerda más tarde-, pero en algún lugar perdió una pizca de sal y pimienta”, diría el compositor.
Premio Nacional de Música 2012 y Artista del Año ICMA 2019, el pianista Javier Perianes vuelve a las Islas después de haber recibido hace unos días la Medalla de Oro del Festival de Granada y tras ver y sentir cómo el hasta ahora Teatro Victoria de Nerva, su pueblo natal, pasa a llamarse Javier Perianes Granero. Este genial intérprete dará vida al “Concierto para piano y orquesta nº 5” de Saint-Saëns “El Egipcio”, de quien se celebra el centenario de su muerte. Perianes, que está de gira, lo considera “un concierto tradicionalmente solista en el rol del pianista, pero que también tiene muchos momentos de acompañamiento y sinfonía. Básicamente es un concierto de corte romántico”.
El programa continúa con “Le Boeuf sur le Toit”, de Darius Milhaud, obra compuesta en 1919. Sobre esta pieza, el propio compositor escribió: “Perseguido por mis recuerdos de Brasil, reuní algunas melodías populares -tangos, maxixes, sambas, e incluso un fado portugués- y las transcribí con una sección rondó que se repetía entre cada par sucesivo… Música adecuada para una película de Charlie Chaplin”. En esa época, las películas mudas se acompañaban de fragmentos de música clásica, interpretados por una gran o pequeña orquesta, o por un solo piano. Jean Cocteau dijo que aquella idea era un desperdicio, sugiriendo en cambio usarla para algún tipo de espectáculo escénico.
Del singular Erik Satie, un impresionista y amigo entre otros de Milhaud y Debussy, la Orquesta de Budapest incorpora al programa dos piezas compuestas originalmente para piano. La primera, y más popular, “Gymnopédie nº 1” (compuso tres), orquestada por Debussy, incluida habitualmente en el cine, en anuncios y hasta en videojuegos, que en el manual de los pianistas debe interpretarse lento y doloroso, con una particular cadencia. Hay quien la considera música de mobiliario, un término que acuñó el propio Satie. La segunda de las piezas, “Gnossienne nº 3”, palabra inventada con la que el compositor resolvía la indefinición de su música según el canon clásico, melodías solitarias con acdencias y fraseos apoyados por armonías y estructuras de acordes poco complejas y casi elementales.
Las seductoras “Danzas de Galanta”, de Zoltán Kodály, cierran este programa, elevando elementos del folclore húngaro hasta el centro del escenario. En 1933, cuando se le encargó la creación de una obra para el 80 aniversario de la Sociedad Filarmónica de Budapest, Kodály tomó estas melodías específicas de un volumen de danzas húngaras publicado en Viena un siglo antes. El crítico Herbert Glass considera simplista afirmar que Kodály se limitó a vestir de concierto la música popular. Su compañero, el compositor Bela Bartok, subraya que estas obras no deben entenderse “como meros fragmentos de cantos populares armonizados, ni como variaciones sobe cantos populares”. Y despeja cualquier duda cuando afirma: “Un solo compositor ha logrado resolver este problema de manera superior, al menos en Hungría: Zoltan Kodaly”. Bellas, entretenidas, pegadizas… Siempre agradables danzas.