La pervivencia de los rezados inspira la exposición ‘Santiguadoras: señas de aprecio’


  • La muestra, un cruce de propuestas artísticas alrededor de los santiguados, se inaugura este viernes en la Casa-Museo Antonio Padrón. Centro de Arte Indigenista, espacio del Cabildo en Gáldar

 

Las Palmas de Gran Canaria, 4 de octubre de 2018.- La pervivencia de los rezados o santiguados al pasar de generación en generación alienta la exposición ‘Santiguadoras: señas de aprecio’, un proyecto de Paco López y Dácil Díaz que incluye tres intervenciones distintas en la Casa-Museo Antonio Padrón. Centro de Arte Indigenista, en Gáldar, dentro de un programa con motivo del Día Internacional de la Mujer Rural.

La sugerente muestra, un cruce de propuestas en busca de un mensaje común alrededor de la figura de la santiguadora y su legado, se inaugura en el museo del Cabildo de Gran Canaria este viernes, 5 de octubre, a las 20.30, donde permanecerá hasta el día 28, con entrada gratuita. El horario de visita es de 10.00 a 18.00 horas de martes a domingo.

La primera de las intervenciones, la más expositiva, se concentra en El Voladizo del museo y guarda relación, según explica el propio Paco López, con la capacidad de las santiguadoras “para hacer sentir mejor”, una idea que ha inspirado una serie de objetos donde se fusionan zarandas, radiografías de rayos X e iluminación.

“La propuesta”, profundiza López, “busca hacer incidencia sobre esa propiedad de los rayos X de penetrar en lo físico para hacer matérica la causa del dolor y que se equipara con esa otra capacidad de los santiguados de adentrarse más allá de lo físico para identificar la causa del dolor y repelerla”.

El creador agrega que “la pervivencia de los rezados o santiguados al pasar de generación en generación se mantienen vivos porque se mueven, como la zaranda se mueve en el aire en un repetitivo movimiento de vaivén; los santiguados oscilan de madres a hijas, por natural transferencia, siempre por vía oral, grabados por reiteración en la memoria de las santiguadoras”.

Entre El Voladizo y el patio del museo se levanta también una instalación contundente, un muro de picón, que evoca los ritos ligados a la fertilidad y a las buenas cosechas de las harimaguadas aborígenes.

“La materia que  da cuerpo a ese muro nos remite a las paredes excavadas en la toba volcánica de las cuevas”, detalla López. “Sobre ese muro de naturaleza mestiza, que le viene de una parte del origen volcánico del picón y por el otro lado de las puzolanas silíceas del cemento, aparecen triángulos invertidos en bajorrelieve que nos remiten al ideograma del triángulo púbico que formaba parte del mundo de las creencias y prácticas rituales de los antiguos canarios”.

“Una onda expansiva de vida”  

Por último, en el patio de la Casa-Museo Antonio Padrón. Centro de Arte Indigenista se yergue una pieza escultórica creada a partir de la estructura que servía para dar soporte a las antiguas pilas para destilar agua, que se combina a su vez con un artefacto actual, en este caso un proyector. “En muchos de los cuadros de Padrón aparecen santiguadores invocando la lluvia como una bendición para el campo”, recuerda López.

“La propuesta de intervención en el jardín pretende enmarcar ese instante de trascendencia cuasi mística que acontece cuando una gota de lluvia toma contacto con el suelo, originando una onda expansiva de vida que se propaga por entre los poros resecos de la tierra”, precisa.

“Una proyección efectiva que licua la solidez de las paredes y plantas del jardín, enfoca en una secuencia reiterativa la lenta caída de las gotas de agua, como centro de un cuadro de  sensaciones sosegadas y percepciones mínimas que habitualmente nos pasan desapercibidas, abducidos como estamos por la vertiginosa velocidad de tránsito de la corriente de imágenes del tiempo actual”, relata el artista.

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