La recreación del detalle


Santiago Gil  //

La Academia Sueca sigue jugando con el Premio Nobel como si fuera una de esas liebres mecánicas que ponen en las carreras de galgos, y lo hace con escritores como Murakami o Philip Roth. El pasado año, en lugar de premiar a Roth, se fueron a Estados Unidos pero para buscar a Bob Dylan, un gran poeta y mejor cantante, pero no un escritor a la altura de Roth o de Auster, por ejemplo, que también aparece siempre en todas las quinielas y creo que merecía el Nobel mucho antes que Dylan y que otros muchos que lo han ganado en los últimos años.

Para 2017 ya descartábamos a los norteamericanos por aquello del reparto del premio entre continentes, y por ello muchos confiábamos en que por fin se hiciera justicia con Murakami, pero no, en la Academia sí eligieron a un escritor nacido en Japón, pero fue a Ishiguro, gran escritor de nacionalidad británica, pero ni de lejos con la trayectoria del autor de Tokio Blues. Del nuevo premio Nobel he leído una novela, Los restos del día, y un libro de relatos, Nocturnos, y ambas obras presentan a un escritor con voz propia y, sobre todo, con una mirada distinta hacia occidente porque lo hace como si se asomara por una rendija y fuera contando detalles cotidianos de las sombras más que de las personas que está viendo al otro lado.

En Nocturnos juega con la música y logra una especie de composición jazzística, con historias que van y vienen entre las brumas de la noche y los acordes hasta confluir en una metáfora. En la novela, en cambio, recuerdo la introspección, lo psicológico, como un viaje hacia la conciencia de quien observamos hasta descubrir que, como en la vida, casi siempre hay una persona distinta a la que vemos actuar cotidianamente.

Esa observación, además, tiene mucho que ver con los pasados que se ocultan. En ese caso es el ocultamiento de un pasado fascista lo que revuelve toda la novela, aunque el punto ciego de la misma, lo que nos atrae, son todas las pistas que nos va dando el protagonista antes de que lleguemos a la evidencia, porque casi siempre la evidencia es lo menos importante, y lo que realmente nos atrae de un relato son los recovecos, las entradas en habitaciones oscuras, lo que no se espera, toda esa panoplia que es la vida cuando se confunden las sombras con las conciencias.

Ishiguro forma parte de los escritores que viven en Londres pero mantienen la mirada y la tradición literaria de sus lugares de origen dando una voz distinta a la lengua inglesa. Digamos que sigue la estela de Naipaul, de Rusdhie o en su momento, antes de mudarse a Australia, de Coetzee, aunque estos llegaron con algo más de edad. Como hace Naipaul cuando cuenta la vida británica, Ishiguro se asoma con esa perspectiva que aporta quien proviene de una tradición cultural distinta. Y lo bueno de este premio es que todos iremos a buscar la obra de Ishiguro, y que se hablará de novelas, y a estas alturas creo que es en las novelas donde mejor podemos entendernos.

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