G. García-Alcalde. LA PROVINCIA. 28.07.2016 // Tras varios años de decadencia, recibirá la puntilla en su 33a edición, paradigma de ignorancia frente al prestigio alcanzado
Clavijo nos ha fallado
Este caballero vio la oportunidad de su vida en la «cuota lanzaroteña» de Coalición Canaria, que hoy comandan una inepta cultural como la Consejera de Cultura, Teresa Lorenzo, y el vicepresidente del Parlamento de Canarias, David de la Hoz. La muy merecida fama cultural de Lanzarote no merece ser representada en los organismos públicos por personas como éstas, pero los aberrantes repartos insularistas del «poder» autonómico fomentan la apropiación de las competencias como si fueran fincas privadas. Clavijo ha decepcionado dolorosamente a un público ganado a pulso en tres décadas de esfuerzo inversor, respetado -e incrementado cuantas veces fue posible- por todos los presidentes que le antecedieron. Ese esfuerzo exigía la idoneidad de los ejecutivos a quienes fueron confiadas las misiones de atraer a las más grandes figuras y conjuntos musicales y de propagar el nombre de Canarias en todas las direcciones del mapa mundial de la cultura. Objetivos cumplidos y abiertos al conocimiento general con el solo repaso de los programas propuestos desde 1985 y con la consulta del archivo de repercusiones en los medios de comunicación de los cinco continentes. Repaso y consulta que el señor Díaz, evidentemente, no ha hecho, aunque solo fuese para enterarse de lo que, por ausencia, no ha vivido.
La pretensión adanista
Porque lo suyo es el adanismo palurdo. Él lo inventa todo en su «cambio» de proyecto, autoconvencido de que el Festival comienza con ésta su primera programación. Se veía venir en los escritos indocumentados que desde hace más de un año firma en la red. Con penosa falta de respeto a la categoría alcanzada y la adhesión social conseguida en tres décadas de inmenso trabajo, tuteladas y supervisadas por siete presidentes de Canarias, defendía la caída del Festival Internacional al rango de un festivalito nacionalero cuyos pilares principales serían, paradójicamente, aquellos que el Festival ha mimado a un nivel que él es incapaz de comprender. Uno de esos pilares es la presencia de la música contemporánea, imprescindible en todos los acontecimientos de primera categoría por fidelidad al tiempo histórico que vivimos. La lista de compositores que escribieron para Canarias y presenciaron sus estrenos mundiales en Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife es abrumadora. Por citar algunos, baste recordar a Berio, Stockhausen, Henze, Gubaidulina, Pärt, Rihm, Eötvös o Reimann, a los que hay que añadir muchos otros que fueron programados aunque no estrenados, como Messiaen, Boulez (dirigiendo él mismo su propia obra), Ligeti, Penderecki, Reich, etc.
¿En qué nombres piensa el señor Díaz para dar continuidad a esta relación? Si hablamos de españoles, aquí han estrenado por encargo del Festival Cristóbal Halffter, Luis de Pablo, Joan Guinjoan, Tomás Marco, José Luis Turina, Aracil, Cruz de Castro, Zulema de la Cruz, Encinar, García Abril, García Román, José Manuel López, Enrique Macías, David del Puerto, Mauricio Sotelo, Sánchez Verdú, Pilar Jurado etc. Y repasando la relación de los compositores canarios con encargos estrenados en el Festival, están en ella Juan Hidalgo, Falcón Sanabria, Lothar Siemens, Xavier Zoghbi, Gustavo y Dori Diaz Jerez, Enrique Guimerá, Emilio Coello, Rafael Estévez, Daniel Roca, Juan Manuel Marrero, Juan Manuel Ruiz, Laura Vega y… ¡Nino Diaz!
Todos estos estrenos fueron encomendados a grandes orquestas y directores, en condiciones que movieron a algunos autores a declarar que en ningún lugar de la Tierra se cuidaban los estrenos con el mimo y el detalle de Canarias.
El otro pilar de las «novedades» presuntas de Díaz es el de «dar paso» a los intérpretes canarios. Y en este apartado tendría que saber de dónde son Alfredo Kraus, María Orán, Nancy Fabiola Herrera, Jorge de León, Gustavo Peña, Suso Mariategui, Iván Martín, Gustavo Díaz Jerez, Jorge Robaina, Javier Negrín, Ignacio Clemente, José Luis Castillo, Sergio Alonso, Manuel Gómez, Cristo Barrios y tantos otros, por no hablar de la aportación básica y fundamental (en TODAS las ediciones) de las dos orquestas sinfónicas de Canarias en prestaciones memorables, dirigidas por sus titulares o por estrellas internacionales como Rostropovich, Pinnock, Saraste y otros.
Si quedan nombres inéditos en la agenda de Díaz, y tienen la categoría de los citados, serán bienvenidos y celebrados como ellos lo fueron, al lado de las mejores orquestas del mundo, los directores exclusivos y los solistas más buscados. Porque el Festival nació para traernos a la puerta de casa a la indiscutida élite de la música internacional con el doble propósito de cultivarnos y deleitarnos (a precios muy inferiores a los que pagan todos los públicos del mundo culto) y sembrar un estímulo de constante superación en nuestros compositores e intérpretes, como es evidente y reconocido a todos los niveles.
Tres décadas traicionadas
Si la ignorancia es osada, la de Díaz y sus padrinos políticos es temeraria, además de ofensiva por atreverse a despreciar este historial y suplantarlo por un «modelo nuevo» que, en comparación, es mezquino y ridículo. Lo corrobora un simple vistazo a la propuesta que el desdichado «director provisional» ha cocinado para 2017, ya nominada por unos «Festival Nino Díaz», y por otros «Festival Subiela», el agente que le sacó del apuro de programar en dos meses una edición cuyo mejor destino sería la cancelación inmediata.
Llegados a este punto, es imprescindible renovar el sentimiento de gratitud colectiva ganado por Rafael Nebot, primer director designado por Saavedra, que concibió y gestionó admirablemente veintidós ediciones del Festival. Su experiencia directa en las primeras convocatorias de Europa fue tan importante como su creatividad en el desarrollo de un proyecto que, además de cumplir la especialidad fundacional en la música sinfónica, supo innovar y perfeccionar la propuesta de cada año mediante innovaciones contrastadas en su permanente diálogo con los públicos de todo el Archipiélago (incluida La Graciosa) y sus privilegiadas amistad con los divos, anticipándose en ocasiones a su consagración, como fue el caso de Jonas Kaufmann, hoy considerado el mejor tenor del mundo, o invitándolos con éxito en los momentos de mayor saturación de sus agendas, como Christa Ludwig, René Kollo, Anne-Sophie von Otter, Dimitri Hvorosvtovski, las cabeceras de cartel de los cuatro dramas de El anillo del nibelungo wagneriano dirigidas en concierto por Victor Pablo Pérez con la Sinfónica de Tenerife; y, por supuesto, Alfredo Kraus, Plácido Domingo y José Carreras en fantástico feed-back con directores como Giulini, Neumann, Celebidache, Kleiber, Haitink, Solti, Maazel, Muti, Chailly. Abbado, Jansons, Rattle, Bickov, Barenboim, Thielemann y muchos otros de los que tuvieron o tienen abiertas de par en par las principales orquestas de la Tierra. Para Nebot, lasliederabend de grandes solistas eran tan importantes como las sinfonías, las formaciones instrumentales de cámara tan educativas y placenteras como las orquestas, y la música viva tan deseable como la histórica. En el primer año del siglo XXI reunió en Canarias a los primeros conjuntos de Europa, las dos Américas, Japón, Australia y Sudáfrica, dando definitiva cobertura planetaria al renombre cultural de las Islas. De las cinco orquestas míticas, Viena, Berlín, Dresde, Ámsterdam y Chicago, tan solo la última faltó en sus propuestas.
La verdad del presupuesto
El nombre y la obra de Nebot estarán por siempre en la memoria artística del Archipiélago como paradigma de una voluntad que superó heroicamente las limitaciones de la enfermedad con la exigencia de calidades legendarias. Para su tierra natal solo era bueno lo mejor. Dentro de pocos días se cumplirán ocho años de su prematuro adiós. El sucesor, Juan Mendoza, respetó y potenció el modelo Nebot en tres ediciones formidables, que no quiso continuar porque la presión de los recortes económicos harían imposible la preservación de aquel modelo. Y Candelaria Rodríguez pechó con todos los recortes de la crisis, incluidos los de su salario, reduciendo pero respetando la especialidad sinfónica con la incorporación de la Sinfónica de Chicago, que completó la presencia en Canarias de los «intocables» del mundo orquestal. A su pesar, tuvo ella que plegarse a las reducciones presupuestarias de la segunda legislatura de Paulino Rivero, nefasto impulsor de la decadencia del Festival mientras financiaba carísimos esperpentos como el Septenio y otras ocurrencias de autobombo que valen cero en el progreso musical de Canarias. La aportación pública, la más importante, nunca fue la única partida del presupuesto del Festival, también nutrido con los abonos, la taquilla y los espónsores privados, hoy en peligro por el casi nulo atractivo del «cambio Díaz». Los que cifran la cuota pública en seis o siete millones de euros ignoran que la Autonomía nunca llegó a los cuatro millones, desde hace años reducidos a menos de la mitad. Abono, taquilla y patrocinadores ajustan su volumen y cuantía a la garra de cada edición. Si no es cancelada, la num. 33 puede ser la última. Se ha esfumado la esperanza de que Clavijo superase el daño de Rivero recuperando la ejemplar actitud de sus antecesores Saavedra, Fernando Fernández, Olarte, Hermoso, Román Rodríguez y Adán Martín…
Estado de coma
Del festival que se anuncia desaparece casi por completo la música sinfónica. La Mahler Chamber Orchestra no es un conjunto estable sino «de bolos», que se reúne en función de los contratos y tan solo alcanza la excelencia cuando un gran director -Abbado, por ejemplo- ocupa el podio. Aquí vendrá con uno que nadie conoce. La Orquesta del Mozarteum de Salzburgo es una plantilla de tipo medio, digna marca de un gran centro de enseñanza que cubre bien sus funciones «domésticas» en ciclos paralelos, pero rara vez aparece en la programación central del festival salzburgués. En cuanto a las dos orquestas canarias, se las une por vez primera en una obra postwagneriana, los Gurrelieder de Schönberg, ya muy bien interpretada en el Festival de Canarias, que exige no solo una plantilla muy reforzada, sino también varios coros y un importante equipo de seis solistas (ni siquiera anunciados). Se alardea la cantidad de efectivos humanos que saldrán a escena (¿con qué coste?) al mando de un director español, Josep Pons, que es respetable pero no indiscutible. Y aquí se acaba la parcela orquestal de la edición, salvo que otorguen esa condición a las dos bandas municipales programadas, increíble «novedad» que deja perplejos a todos los conocedores del Festival porque pueden ser -y lo son- muy buenas en su actividad, pero en el ámbito que les es propio. En esto sí puede proclamar el señor Díaz que hace lo que nadie ha hecho -ni hará- en la esfera de los grandes festivales.
Obviamente, no toda la programación es rechazable, pero citar las muy escasas excepciones sería señalar por exclusión la mediocridad de lo restante. No caeremos en ello por el respeto que nos merecen todos los profesionales de la música. Pero la agonía del Festival Internacional de Canarias entrará en estado de coma si no se aplica un urgente remedio. Hay políticos de quita y pon, irrelevantes en sus ideas pero extremadamente dañinos cuando no respetan el avance de la cultura en todas sus vertientes. Seguimos confiando en que Fernando Clavijo no sea de esos. Salvo un miembro, todos los que forman la Comisión Asesora del Festival criticaron dura y dolorosamente el programa que les presentaron, como hecho consumado, la consejera y el director provisional. En la calle es unánime la condena.
Aclaraciones necesarias
Y para terminar -por ahora- salgo al paso de algunos comentarios atribuidos a Díaz. Por ejemplo, el de haber elaborado la programación en constante diálogo personal con el presidente Clavijo. Simplemente, es mentira. Como lo es la interpretación de un almuerzo -en el que estuve- convocado a petición de Díaz para ganar adhesiones a su proyecto, que le fueron negadas. O la reunión a la que fui llamado con la consejera Lorenzo y De la Hoz, nunca pedida por mí, en la que cubrieron ellos el expediente de una orden superior y me hicieron entender que todo estaba hecho sin necesidad de mi opinión (tampoco ofrecida, porque mi función es la crítica periodística). Por suerte, siguen en la memoria de mi teléfono las llamadas de Díaz y De la Hoz. Más enredos y mentiras.
La separación de Canarias Cultura en Red de la directora general de Cultura, Aurora Moreno, persona culta y positiva, abortó sus denodados esfuerzos por salvar el nivel y el prestigio del Festival.
Finalmente, los equívocos montados en torno a la Orquesta del Mariinski de San Petersburgo y su director titular, únicos nombres importantes que tenían fechas para cuatro conciertos en Canarias con un coste muy razonable, frustró el intento de unir a rusos y canarios en la interpretación conjunta de Schostakovich al mando de una estrella indiscutible de la batuta como es Valery Gergiev. En definitiva, cualquier cosa antes que remontar el vuelo. Queda dicho.