Llegar a tiempo


Santiago Gil  //

 

A veces la vida tiene que dar muchos rodeos para que nosotros aprendamos el camino. Lo sabio es errar, dudar y equivocarnos; pero lo inteligente es aprender de todos esos errores, de esas eternas dudas y de las  equivocaciones. No somos máquinas perfectas, y justamente de la imperfección es de donde viene nuestra grandeza, nuestra necesaria evolución para seguir adaptándonos al planeta y a sus circunstancias, al paso del tiempo y a nuestro propio destino cuando no está en nuestra mano cambiar lo que el azar nos va ofreciendo a media que avanzamos.


Tampoco todos los libros llegan a su debido tiempo. El otro día leía un ensayo imprescindible de Stefan Zweig sobre Montaigne. El escritor vienés, que dejó ese libro inconcluso cuando ya estaba en Brasil huyendo de la barbarie nazi, hablaba de un primer encuentro con la obra de Montaigne cuando era más joven y no llegó a entender la hondura de sus planteamientos, ni tampoco la reivindicación de la independencia intelectual y de la libertad que planteaba el autor francés en sus escritos. 


Lo entendió mucho más tarde, cuando vio cómo todo su mundo se venía abajo en uno de esos ciclos extraños que vive la humanidad de vez en cuando y que amenazan a las libertades y la propia supervivencia de los humanos. Zweig no soportó la barbarie ni el exilio y puso fin a su vida mientras escribía ese ensayo clarividente y necesario en estos días convulsos que estamos viviendo. Hablaba siempre de la aurora que aguarda más allá de esa oscuridad que nubla la mente de los humanos y que nos lleva a perder la razón y a matarnos los unos a los otros como fieros animales irracionales. 


Al final, lo que nos queda es la educación y la cultura, las horas de lectura en soledad, el pensamiento libre y esos libros que nos salvan tantas veces en los cruces de caminos o en los abismos inevitables. Todos querríamos tener la fuerza de la juventud con la experiencia y la mesura del paso de los años. Ya Rubén Darío nos advirtió hace mucho tiempo que la virtud está en ser tranquilo y fuerte y que el fuego interior todo lo abrasa. 


A veces hay que volver a las bibliotecas a buscar los libros que no entendimos a los veinte años. También deberíamos hacer lo mismo con nuestra propia experiencia diaria, volver a ver lo que nos cegaba con otra mirada y con otra perspectiva, aprovechando esa armonía que dejan los años cuando se viven intensamente y cuando se ha aprendido que todo es tránsito y que, ni siquiera eso que todos los demás encumbran o confunden con el éxito, vale realmente el potosí que nos venden para que sigamos siendo manada y no seres libres que decidan su destino a partir de sus propias palabras. Cada día reivindico más  nuestra capacidad de reírnos de nosotros mismos y de quitarle importancia a todas esas baratijas que nos venden como necesarias.

 

CICLOTIMIAS

 

El viento que mueve tus cabellos no solo erosiona las rocas de la costa.

 

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