- El cuentista francés participa en el Festival de Narración Oral ‘Solopalabra’ que organiza la Biblioteca Insular
El narrador oral francés Pepito Mateo se dedica al oficio de contar historias propias y adaptadas orientadas a adultos desde hace 25 años. Advierte que su estilo posee un aire urbano en el que introduce acontecimientos imaginarios, pero con un fondo que transita entre los filosófico y lo social. Ha actuado en el Festival de Los Silos de Tenerife y también en Gran Canaria en el encuentro promovido en el sureste por el activista cultural Antonio Lozano.
“Se trata de historias mezcladas entre elementos biográficos y narraciones absurdas escritas a mi manera en las que son frecuentes las situaciones extrañas y cómicas con las que intento modificar el punto de vista de las cosas conocidas. Juego con las palabras para dar sentidos diferentes al pensamiento. El cuerpo para mí es también una manera de escribir una historia en el espacio y un recurso de relación con el público”, dice el cuentista que desde hace cinco años trabaja contando sus historias en salas de urgencias de hospitales, en la cárcel (talleres con los detenidos) o asilos de ancianos.
¿Cómo un francés puede llamarse Pepito Mateo? La explicación puede ser que el padre del cuentista galo, casado con una francesa, era español y nunca renunció a poner a sus hijos nombres españoles. Por eso sus hermanas se llaman Lola y Anita. Siempre le ha sorprendido que palabras aparentemente parecidas, aunque de distintos idiomas, signifiquen cosas opuestas. Confiesa que no le contaron muchos cuentos de pequeño.
“Me interesa plantear mis historias como una aventura, como un viaje, porque el cuento es movimiento. Con él resolvemos un enigma, satisfacemos un deseo… prefiero estar al lado de las personas para ver a dónde van y conocer lo que descubrirán. Me seducen los cuentos que hablan de nuestra vida de hoy”, señala Pepito Mateo, que es autor, entre otros, del libro titulado ‘El narrador oral y el imaginario’, en el que nos invita a caminar desde la puesta en boca de historias, hasta el trabajo de escritura destinada a la oralidad, pasando por los entresijos de un espectáculo.
Con 20 años de experiencia como formador y veinticinco años de escena han convencido al cuentista que el camino del artista puede identificarse en una práctica de aprendizaje y de investigación. En ese libro ofrece a sus lectores una reflexión teórica simple, jalonada de ejercicios prácticos y lúdicos a fin de que cada uno (amateurs, artistas profesionales o simplemente lectores apasionados) pueda encontrar, no recetas hechas, pero sí estímulos y puertas abiertas a una práctica del arte de contar en plena renovación.
El cuentista francés comenta que cuando cuenta un cuento “salgo de un punto con la intención de llegar a otro. Cada uno, en función de una estructura, puede cruzar un puente entre las imágenes y las palabras. Los gestos, los sonidos, la relación con el público, la mirada, con todo ello podemos construir una historia a partir de lo que guardamos en nuestro interior. Cada uno y una podemos inventarnos el mundo que nos propongamos”.
“Desconocemos por qué esos cuentos universales tan antiguos siguen interesando aún a la humanidad. Cuando surgió el libro muchos aventuraron la desaparición del oficio de los juglares. La oralidad y su sello cercano y humano seguirá siendo útil”, augura el galo, para quien la palabra y la imaginación han sido esenciales durante la época de la pandemia.