Luis Cabrera López //
Por mucho que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche proclamara la muerte de Dios, o mejor dicho, su asesinato, lo cierto es que la idea de Dios sigue rigiendo de alguna manera en nuestras vidas.
Algunos ejemplos serían: primero, el terrorismo, que se justifica a sí mismo en términos teológicos como “yihad” o guerra santa, segundo, la opinión pública, nuestra propia sociedad condena o aprueba espectáculos como los del canarval en base a las creencias teológicas de las personas, tercero, nuestra relación directa o indirecta con las instituciones religiosa, por poner un ejemplo, en nuestra declaración de la renta aparece una casilla para favorecer a la iglesia; y así un largo etcétera.
¿Cabe la posibilidad de que Dios no solo no esté muerto sino que esté más vivo que nunca? Permítanme dudarlo, y lo dudo basándome en un principio muy sencillo, cuando preguntas a la gente sobre Dios, sean creyentes o no creyentes, la amplia mayoría no tiene ni la más remota idea.
El hecho es que si usted pregunta a otros o incluso a sí mismo “¿cómo es Dios realmente?” la imagen que primero le vendrá a la cabeza será la de un señor caucásico y barbudo, con una túnica blanca, posado en las nubes.
Obviamente, esta imagen viene reforzada por las películas de Hollywood, los comics y viñetas, y otros formatos visuales que, cuando necesitan representar a Dios, lo hacen desde esta estereotípica forma. Lo cierto es que esta imagen de Dios es una reminiscencia del Júpiter de los romanos y del Zeus de los griegos. No en vano, el concepto del latín “Deus”, esto es, Dios, procede del griego “Ζευς”, es decir, Zeus. ¿Quién era Zeus sino un señor con barba sentado en un trono allá en los cielos, en lo más alto del Monte Olimpo?
Sobre el Dios cristiano y su aspecto, cabe decirse que es un Dios-cuántico, y digo esto en tono de broma, pues me parece mucho más sencillo comprender que un gato esté vivo y muerto en una caja, como el famoso gato de Schrödinger, que comprender a un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo simultáneamente.
Pensemos que estas ideas llevan a entender al Dios cristiano como un Dios en cierta medida enajenado, ya que esto supone que este Dios que hacía cosas absurdas o difícilmente comprensibles para la mente humana: como rezarse o invocarse a sí mismo mientras estaba encarnado en Jesucristo y obraba milagros. Si preguntamos sobre su aspecto físico (el de Dios no el de Jesucristo), siempre se nos responderá con ambigüedades, que si es amor puro e incondicional, que si es una especie de energía cósmica-universal, o cualquier otra abstracción que nos impida imaginar nada concreto. Los creyentes nos responderán que esto es así porque este Dios no se puede entender con el intelecto sino solo con la fe.
Pero no quisiera hablar solo del Dios cristiano, particularmente quisiera comentar aquí el concepto de Dios desde un punto de vista filosófico, ya que esto nos permite dilucidar que la maneras de entender a Dios son múltiples y diversas; y que no solo podemos entender a Dios a a la manera cristiana. Desgraciadamente nuestro sistema educativo nos ha enseñado solo esta manera, y encima nos la ha enseñado mal; sin profundizar. ¿será esto un descuido o se ha hecho así interesadamente? Queda pendiente para otro escrito.
Volviendo a la idea principal, más allá de la idea de un Dios antropomorfizado, nuestra relación con la idea de divinidad se puede determinar en base a cuatro conceptos: ateísmo, teísmo, deísmo y panteísmo.
El ateísmo es simplemente la negación de la existencia de un Dios, aunque la mayoría de la gente es atea sólo con respecto al Dios providente y no a otras conceptos teológicos como el de Big Bang.
El teísmo es la creencia de un Dios creador que, a su vez, permanece velando por esa obra que ha creado; esta es la idea de Dios providente.
El deísmo mantiene la creencia en un Dios creador, pero que se mantiene desvinculado de la obra que ha creado; es entonces más bien la creencia en un principio originario, y se desvincula de ideas como las que son propias de la religiosidad litúrgica. Un ejemplo de deísmo sería el Dios postulado por Aristóteles, quien dedujo un Dios a través del movimiento del mundo: dado que todo está en movimiento en el universo, debe haber un primer motor inmóvil, esto es, un motor que mueva sin moverse él mismo.
El Dios de Aristóteles es, entonces, simplemente el principio originario de la creación y de su perpetuo dinamismo. Pero nótese que la teoría del Big Bang postulada por algunos físicos actuales es también un deísmo: El Big Bang, al igual que el primer motor ínmovil de Aristóteles, es causa de la creación, manteniéndose al margen y no interviniendo directamente en la creación de ninguna manera.
Por último, nos queda el panteísmo, que puede resumirse en la creencia de que la totalidad de los entes naturales, la totalidad de la naturaleza, es Dios. Todos somos Dios, no sólo los humanos, también los animales, las plantas y los materiales.
Se trata también de un Dios enajenado: pues se asesina a sí mismo, se devora, e incluso copula con otros fragmentos de él; si bien esto varía ligeramente en función del tipo de panteísmo en el que nos encontremos, pero nos viene bien como una primera reflexión introductoria. Caerían dentro del panteísmo las religiones antiguas politeístas (aunque con matices), pero también el Dios postulado por pensadores modernos y occidentales, como Spinoza.
Concluimos, que pensar a Dios como un señor barbudo en los cielos es absurdo, hasta para el propio cristianismo, pues si bien Dios creo al hombre a su imagen y semejanza, se postula que esto se refiere como “semejante” a su dimensión espiritual y no a su dimensión física. El Dios cristiano sólo fue corpóreo cuando se encarnó en Jesucristo, pero eso es otra historia.
Espero que con este breve texto haya usted aumentado su conocimiento y reflexión crítica sobre la cuestión religiosa, pues aunque sea usted ateo, nuestra sociedad dista mucho de haberse divorciado del conflicto religioso. Es su responsabilidad, suya y de todos, aprender a pensar críticamente antes de pregonar cualquier pensamiento que habite en su cabeza. Estas cuestiones, muy difícilmente tienen solución, así que tendremos que encontrar entre todos una posición que respete la de los demás, y, a su vez, que no sea excesivamente vulnerable ante las críticas y los cuestionamientos ajenos.