¡Que comience ARCO!


La feria cumple 35 años con un homenaje a las galerías pioneras, sobre todo de fuera, y con el ‘clásico’ entusiasmo ante un mercado cauto que mira con desconfianza por la incertidumbre política

Antonio Lucas.- ARCO acumula unos tics monótonos y muy locos. De un lado están los entusiastas a plazo fijo; del otro, los apocalípticos de viejo cuño. Y ambas especies conviven en un pajariteo que le asesta a la feria su cañamón de gracia. ARCO alcanza 35 años en esta edición que ayer (y hasta el domingo) acoge en los pabellones 7 y 9 de Ifema a 221 galerías de 27 países: 260 euros el metro cuadrado por stand. El lema de este año de aniversario es Imaginando otros futuros, en línea con la imaginación social de España, que tiene políticamente en el alambre el suyo.

El aniversario de la feria que dirige con buen tono Carlos Urroz («nos parecía más idóneo celebrar los 35 que los 40, por lo que esa cifra significa en este país», dice) propone una revisión por la historia de esta cita internacional que estrenó travesía en 1982, con la galerista Juana de Aizpuru al frente. Desaparece en esta ocasión el país invitado (que sumaba un repertorio de galerías extranjeras para darle timbre internacional a la feria) y en su lugar se encargó a María y Lorena Corral un programa de invitados que pueda atraer de nuevo a las fuertes firmas internacionales que se evaporaron de ARCO hace años. Marian Goodman (Nueva York), Lisson (Londres), Ruth Benzacar (Buenos Aires) o Kurimanzutto (México D.F.). «Ahora podemos decir que ARCO es una feria seria que obedece a la mejor línea internacional. Estamos a la altura de Basel y creo que mejor que Freeze», apunta con entusiasmo María Corral. «Nuestra apuesta es recuperar de nuevo a las galerías que se hicieron aquí un hueco». La única española de esta nómina es la fundadora Juana de Aizpuru.

Lo cierto es que muchas de esas firmas internacionales optaron por mercados más solventes. El equilibrio del negocio del arte en España no deja de ser estrecho y las expectativas irremediablemente modestas. «Aquí la feria la suele salvar el coleccionismo institucional y el comprador medio. Aquel que apuesta por los precios ajustados que van de los 3.000 a los 10.000 euros», sostiene un galerista. Eso es lo que gastan algunos grandes coleccionistas extranjeros en el sueldo de uno de sus asesores a tiempo parcial. Así que invitar a 33 firmas tiene ánimo de reclamo. «No se trata de un top 33 ni de un top fidelidad, sino de galerías que han hecho su primera feria internacional aquí, como algunas mexicanas o brasileñas, o incluso galerías de Nueva York que han representado a artistas españoles. Nos pareció buena idea reconocérselo y que vean que esto ha cambiado», explica Urroz.

ARCO quiere ser más aerodinámica, pero no pierde sus contornos de siempre. Este año la pintura mantiene el protagonismo. El formato mediano y algunas piezas grandes. La escultura tiene su sitio. La fotografía lo pierde. Y quizá por el efecto cumpleaños sobrevuela por ciertos stands un aire de nostalgia. Una mirada a lo de antes. Una apuesta por lo seguro. Es decir: solidez a cambio de conservadurismo. El centrismo de Albert Rivera, que arriesga de palabra sin estallar en los hechos. Este es un ARCO muy Ciudadanos.

Las galerías españolas de siempre se mantienen como balizas que aún lucen: los espacios de Aizpuru, Elvira González (excelentes propuestas), Helga de Alvear, Elba Benítez, Leandro Navarro o Guillermo de Osma (delicados sus espacios), Heinrich Ehrhardt, Pilar Parra, Marlborough, Perailes… Los nuevos (o recobrados) dan otro calambre a la cita: Nieves Fernández, Maisterravalbuena, Casa sin Fin, Nogueras Blanchard, Moises Pérez de Albéniz, ProjecteSD, Estrany-De la Mota, Carreras-Mugica, Álvaro Alcázar, Javier López… Y algunos extranjeros exhiben bíceps: Lelong (París), Zeno X (Bélgica), Chantal Crousel (París), Denise René (París), Cristina Guerra (Lisboa), Casa Triângulo (Sao Paulo), Mai 36 (Zúrich) o Thomas Schulte (Berlín). Son las que dan mejor en los recorridos.

Las piezas espectaculares, no las del circo de siete pistas sino las de potencia de mercado, son escasas. Cabe destacar una buena instalación de Juan Muñoz en Elvira González (Two figures one laughing…). Una obra de Anish Kapoor en Lisson (Random triangle mirror, más de un millón de euros). Pintura de Michael Borremans en Zeno X. Una escultura de Baselitz (Yellow Song) en Thaddaeus Ropac (millón de euros). Y repartidas por los pabellones huellas de Tápies, Miró, Kounellis, Plensa, Candida Höfer, Wilfredo Lam… Y luego las cosas de por aquí: Antonio López en Marlborough (Mujer en bañera, a 2,5 millones de euros).

«Este año he vendido obra, por fin. Llevaba dos ediciones yéndome de vacío», reconoce Helga de Alvear. «Creo que hay mucho dinero y algunos consideran que el valor más seguro en este momento es el arte, así que empiezan a invertir de nuevo». Es de las pocas galeristas que informan vivamente de estas realidades. Los coleccionistas extranjeros llegan a ARCO invitados, al menos unos 250. Igual que más de un centenar de instituciones extranjeras. Y no existe garantía de que la visita sea de inversión. La dirección de Ifema tampoco lo aclara, pues la opacidad es una política asentada a la hora de hablar de números.

Existe una dinámica alentada por todos de que esta cita es la gran cita del arte español. Aunque lo de «grande» a veces queda holgado. ARCO resulta estimulante si uno tiene capacidad de asombro y voluntad de rastreo. Pero sigue acumulando mucho material caducifolio y moda del último mes y medio. ARCO vive del bullebulle de la expectación inflada. Pero ARCO también es mejor de lo que era. Si no se exagera, resulta hasta una feria curiosa.

Y en este 35ª edición vuelve a tomar peso y presencia Latinoamérica después de que Art Basel se apropiase hace unos años de esta porción del mercado instalando sucursal en Miami. Aquello fue una derrota que no podrá remachar la extensión de ARCO a Portugal este mismo ciclo. Igual que el país invitado del año que viene apunta a que podría ser Argentina. Pero el mercado ya es otro, incalculable, imposible de ahormar. Y, al menos en España, con la barrera del dinero negro (tan galopante en ediciones señeras) bajada. Lo perdido no regresa. La multipolaridad ha roto los centralismos. Y en el arte (o en su negocio) se siente con fuerza.

ARCO ni empieza ni acaba un ciclo. Tan sólo cumple años. Eso sí: puede que en los últimos años también parezca más de lo que fue. Habrá que ver cuántos futuros necesita imaginar.

 

Fuente: El Mundo

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