La información oficial tergiversa o falsea los datos reveladores de una situación insostenible. Ya desertó la mitad de los abonados, no aparece el «público oculto» y el modelo provisional se hace definitivo sin convocar concurso para fichar director
Guillermo García-Alcalde //
En primer lugar, la campaña de renovación de abonos ha sido un completo fracaso. En la ediciòn de 2016, la estadística del Gobierno de Canarias cita 1.148 abonados, no los 1.062 aludidos por las fuentes oficiales en las referidas informaciones. Cerrada esa fase de renovación para 2017, solamente prosiguen 680 abonados, lo que significa una caída del 45 por 100, no del 40 como han dicho. Y esto después de reducir a 5 los 12 conciertos del abono anterior y bajar el precio en un 60 por 100. Buena prueba de la «confianza» que los gestores actuales tienen en el atractivo de su programa. Muchos renovadores lo han hecho por no perder las butacas mantenidas a lo largo de décadas y en espera de mejores tiempos. Los nuevos abonos, ofertados tras el cierre de la fase anterior, quedaron en medio centenar pese a la campaña de mil firmas presentadas al Gobierno en defensa del «nuevo modelo».
La fase actual, que es la de oferta de entradas sueltas, se ha estancado en la irrelevancia y está por ver que remonte durante el Festival. Es previsible el regalo masivo del papel que no se venda, para evitar aforos semivacíos a pesar de su pequeñez, como es, en Las Palmas de Gran Canaria, el Teatro Guiniguada, por primera vez escenario de un buen nùmero de conciertos. Otra señal de «confianza». Pero la experiencia enseña que el regalo no se traduce en asistencia en la mayoría de los casos, porque si el concierto no interesa, la gratuidad no funciona. En definitiva, el «público oculto» que sentiría la llamada del «modelo» no aparece por parte alguna.
La burlada comisión asesora
En agosto pasado, la vigente Comisión Asesora del evento se reunió con con el presidente Clavijo a instancias de éste y en presencia de la consejera de Cultura. La casi totalidad de las opiniones expresadas fue demoledora. El mandatario prometió que en septiembre convocaría de nuevo a la comisión para establecer las bases de un concurso para la selección del director que ahora no tiene el Festival, dado que está en manos de un «coordinador» limitado a la 33ª edición. Según la consejera, se abría inmediataente el proceso de elaboración de bases del concurso, comprometiéndose a tenerlo cerrado antes de Navidad. La cita de septiembre no tuvo lugar ni se anuncia para los once días que restan antes de Navidad.
Lo que sí sabemos es que la Comisión será cesada sin contemplaciones en su casi totalidad, y sustituida por otra de más de veinte miembros reclutados en los siete cabildos, los conservatorios, las bandas de música y otros sectores, todos muy respetables, cuyos representantes se han dejado ver rarísimamente en los pasados festivales y defienden legítimos intereses derivados de su responsabilidad; intereses que no tienen los asesores cesantes, conocedores de primera mano de lo que ha significado hasta ahora el Festival, de público fiel y de su prestigio internacional.
Obviamente, se trata de sustituir un asesoramiento civil y abierto por otro oficialista.
El provisional se hace definitivo
Un dato muy interesante es la recaudación de 659.873 euros por abonos y entradas en la ediciòn 2016, fundamental para que el presupuesto no salga enteramente del erario público. Esa cifra figura en la misma estadística oficial (de «Canarias Cultura en Red») y arroja un incremento importante sobre la de 2015, que fue de 579.551 euros. A ver a cuánto llega la de 2017, pero es previsible que en su presupuesto de 1’3 millones de euros sea mucho mayor la aportacion del Gobierno para cubrir la menor recaudación. Y si esto sucediera por un salto cualitativo en los conciertos estaría muy bien; pero será por lo contrario.
Según la consejera, el director seleccionado por concurso tendría que definir y diseñar el modelo definitivo a partir de 2018. La realidad es que el coordinador provisional ya está haciendo contrataciones para 2018, probablemente elegidas a tenor de su desdichado «modelo» Además, ha recargado la nómina administrativa del Festival contratando a dedo a tres personas, de las que dos, con muy buenos salarios, tienen funciones desconocidas. La única concreta y definida es la de la musicóloga Marina Hervás, que desarrolla una valiosa labor pedagógica entre estudiantes, posible renuevo en las audiencias de los pròximos años (si el Festival sobrevive).
La misma consejera afirmó públicamente que se trataría de sumar, no sustituir los contenidos consolidados a lo largo de 32 «exitosas» ediciones. Por lo que vamos viendo, los contenidos consolidados han sido sustituidos temerariamente, hasta el punto de perder la mitad del público cotizante. Esa señora pedía esperar al final de la 33ª edición para valorar objetivamete la respuesta del pùblico. La respuesta anticipada en la caída de ese público habla por sí sola. No ha aflorado el «público oculto» que garantizaría el futuro, segun el coordinador provisional, mientras que el estable ha desertado en su mitad. Brillante.
Están matando el Festival
No lo es menos el desparrame de espacios «para llegar a todos los canarios». Desde hace muchos años, el Festival tiene presencia no en 7 sino en las 8 islas. Para conseguirlo, las sedes de los conciertos fueron 20 en la ediciòn 2016, y pasarán a 50 en 2017. Sin contar los gastos de produción que esto supone (traslados de artistas e instrumentos, pernoctaciones, comidas, etc.)
Los escasos programas orquestales, los más deseados, quedarán limitados como siempre a las dos capitales canarias. ¿Qué piensan llevar a cincuenta sedes de ocho territorios discontínuos? ¿Quién ha pedido semejante dispersión? ¿Qué asistencia prevén en cada una de las sedes?
Casi todo es puro disparate y su pretendida justificación social es demagogia barata. El Festival nació y creció como oferta cultural del mayor nivel para toda la ciudadanía canaria. Calificarlo de elitista es una coartada hipócrita, que desmienten los asistentes a los conciertos. La llamada «élite» no necesita el Festival, porque puede costearse el disfrute de las grandes citas musicales y lo hace habitualmente. El proposito y la filosofía de esta gran creación canaria ha sido poner un evento de primera magnitud al alcance de clases medias y populares de todo el archipiélago. Los años de crisis han ido rebajando el número de conciertos, pero no su calidad en la medida posible. Lo que ahora ofrecen desacredita al gobierto autonómico que, dure lo que dure, puede quedar marcado como autor de una demolición culpable, que empobrecerá la imagen de Canarias. Claro está que , cuando una comisión de cultura del Parlamento regional, que acabará en la nada como sus tropecientas antecesoras, empieza culpando del marasmo cultural de las Islas a «la inmensa ignorancia y el desprecio de buena parte de la sociedad canaria acerca de su propia cultura e historia», poco hay que esperar. La pregunta inmediata es: ¿quién tiene la culpa?
Paralelamente, ¿quién está matando el Festival de Música?
NOTA: PUBLICADO EN EL DIARIO LA PROVINCIA DEL 12.12.16