¿Cómo se relata el horror? ¿Cómo se habla de la violencia, de las muertes, de los desaparecidos? Sandra Lorenzano ha visto las dos caras de la moneda. El desarraigo de una infancia de huida y exilio desde la dictadura argentina a la necesidad vital de ser el altavoz de la violencia sistémica en su país de acogida, México. La escritora y activista se muestra a corazón abierto para poner el foco en la denuncia de la situación de un país que se desangra sumergido en uno de los periodos más violentos de su historia.
Las mujeres han sido, desde el principio de los tiempos, contadoras de historias, transmisoras de un legado ancestral. Ellas son, según Lorenzano, “las primeras en dejar de lado el relato épico de la violencia para centrarse en la cotidianeidad de las víctimas”. Su voz se abre paso por derecho propio en la conferencia de clausura del XXV Coloquio de Historia Canario Americana, el 6 de octubre. Sandra Lorenzano les da nombre y apellidos en su ponencia ‘Mujeres que cuentan, mujeres que escuchan. Las voces migrantes de la crónica en el México de hoy’.
P.- ¿Cuál es el mapa del horror en el México de hoy?
R.- El poeta David Huerta, en un poema dedicado a las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez, dice que “el mapa de México es hoy un fulgor de sangre”. Estamos viviendo en un país donde hace décadas crecen sin control los números de personas secuestradas, asesinadas, desaparecidas, desplazadas…Si bien las cifras se dispararon a partir de que el expresidente Felipe Calderón declarara la llamada ‘guerra contra el narco’, lo cierto es que la violencia ya estaba instalada en México. Una violencia que en los años 70 se llevó a cabo de manera sistemática desde el estado nacional, en una ‘guerra sucia’ como las que había en el sur del continente (Argentina, Chile, Uruguay…). Ese terrorismo de Estado del que aún hoy se habla poco encuentra un hilo de continuidad con la violencia actual.
El contexto es distinto, de crimen organizado, narcotráfico, tráfico de personas, de armas, de órganos… En ellos no es ajena la presencia de poderes de distinto tipo, legales e ilegales. Ese es hoy nuestro mapa. Vivimos en un infierno, con pequeñas burbujas de privilegio en las que poder vivir y a las que nos aferramos con uñas y dientes. Sin embargo, muchos y muchas de los que vivimos en situaciones de relativo privilegio nos sentimos comprometidos a denunciar de manera permanente la situación de horror que atraviesa el país. Nos sentimos obligados a tener una mirada épica sobre esta realidad y hacer que sea visible la lucha que llevan a cabo tantas personas por encontrar la paz, los restos de sus seres queridos… los horrores brutales que esta violencia ha provocado.
P.- México se encuentra sumergido en uno de los periodos más violentos de su historia. Las mujeres son un colectivo especialmente golpeado, con casi 30.000 feminicidios. ¿Cree que su situación ha sido silenciada u ocultada a lo largo de los años?
R.- El patriarcado no es un invento reciente ni contemporáneo. La violencia en contra de las mujeres existe desde hace milenios. La opresión y el silenciamiento de las mujeres existe desde que existe el patriarcado. Sin embargo, estamos viviendo dos fenómenos que tienen que ver con esta misma situación. Por un lado, una reacción fuerte y organizada de parte de muchas mujeres en contra de esta violencia de género naturalizada en nuestras sociedades. A esta lucha, que es también una muestra de cómo han avanzado las mujeres en estos tiempos, de cómo se han empoderado y han empezado a ocupar lugares destacados en ámbitos públicos y privados, hay una reacción muy fuerte justamente de violencia por parte de los hombres. Es una respuesta a ese poder de las mujeres, sobre todo de las más jóvenes, que han retomado la lucha de las mujeres que las precedieron.
P.- ¿Y qué es lo que ha cambiado exactamente?
R.- Muchas violencias que estaban naturalizadas han empezado a salir a la luz. Eso hace que veamos con mucha mayor frecuencia y claridad la verdadera situación que viven millones de mujeres en el mundo. Nuestro país, México, no es la excepción. De hecho, es de los países más peligrosos del mundo para las mujeres, con 11 feminicidios al día, además de un constante acoso, hostigamiento, violencia sexual, poderosas redes de trata de mujeres, violencia a las mujeres trans, a la homofobia…
P.- ¿Cómo funcionan las redes de sororidad femenina cuando se trata de luchar contra la lacra de la violencia?
R.- Sin duda, las redes de sororidad entre mujeres están cumpliendo un papel fundamental. La idea de comunidad, de colectividad en los movimientos de mujeres, es central. Incluso empiezan a hablar las mujeres más jóvenes de crianza colectiva. Es mucho más importante, en el caso de las madres de mujeres asesinadas o desaparecidas, las redes que se crean de acompañamiento, de cuidados. También la posibilidad que se da, a través de las redes, de amparar, de cobijar a las mujeres que denuncian violencia de género.
Gran parte de los avances que se han dado en los últimos años en torno a la lucha por la justicia vinculada a la violencia contra las mujeres es un logro de las mujeres jóvenes, de ‘las colectivas’, como ellas mismas se denominan. Algunas son universitarias, otras pertenecen a los sectores populares o bien son indígenas. Son, sobre todo, redes amorosas de cuidados, de contención… es esa ‘ternura radical’ que se opone a la violencia brutal a la que las mujeres estamos sometidas.
P.- ¿Es fundamental que sean las mujeres las que cuenten su propia historia?
R.- Depende de lo que estemos hablando. Lo que sí creo que es fundamental es que las mujeres, después de tantos siglos de opresión, puedan contar su propia historia y, sobre todo, puedan ser escuchadas. Esto no quiere decir que tengan que ser ellas siempre las que cuenten su historia. Lo que sí es importante es que las mujeres sepan que pueden y deben hablar y ser escuchadas.
Hay que escuchar a esas mujeres que vienen de sectores más vulnerables, más marginales. Ellas también tienen voz. Tenemos la obligación ética como sociedad de dejarnos emocionar, sacudir con sus palabras, y hacer algo con esa emoción y sacudimiento.
P.- ¿Cuál es el compromiso ético a favor de los derechos humanos que deben ejercer la literatura, el cine y las artes visuales? ¿Cómo se articula?
R.- Este es un tema que me interesa especialmente. Creo que no hay modo en nuestro país de permanecer indiferente ante la violencia que se vive. Es un compromiso ético que va más allá de lo que puedan expresar las obras creadas. Pero no hay forma, si somos sensibles a la realidad que nos rodea, de que nuestra obra resulte ajena a ella. A mí me gusta decir que la sociedad mexicana nos pregunta a las y los creadores: “¿ustedes pueden contar esto?” Y nosotros y nosotras tenemos la obligación de decir, como la poeta rusa Anna Ajmátova: “Podemos”.
P.- Asegura que es fundamental dejar de lado el relato ‘épico’ para centrarse en la cotidianeidad de las víctimas. ¿Cómo se consigue esto?
R.- La mirada oblicua, característica del feminismo, logra ver algo que está en la ‘contraépica’, que es aquello que queda cuando una persona es secuestrada, asesinada o desaparecida. Y es el núcleo familiar, la comunidad herida. Las cronistas, las periodistas, ponen la mirada en esas ‘otras víctimas’. Hay un interesante artículo de la periodista mexicana Marcela Turatti, donde cuenta cómo al ir a buscar las historias para contar lo que estaba sucediendo en Ciudad Juárez, se dio cuenta cómo quedaban decenas de personas que también eran víctimas y de las que nadie hablaba. Ese es el relato ‘contraépico’ que las mujeres estamos construyendo en el momento actual.
P.- ¿Cree que usted tiene una responsabilidad moral especial por su posición como escritora de éxito y activista por los derechos de las mujeres?
R.- Tengo una responsabilidad ética especial por ser mujer, por ser latinoamericana, por preocuparme por lo que sucede alrededor. Es verdad que el ejercicio literario y la presencia pública me hace ser consciente de mi responsabilidad, de que aquello que digo o posiciones que tomo pueden tener repercusiones más amplias. En ese sentido, la literatura, la cultura, el arte en general, tienen un poder importante en términos de difusión y sensibilización hacia temas preocupantes o indignantes de nuestra sociedad. Conocemos todos y todas esa lista de horrores.
P.- En su libro ‘El día que no fue’ (Alfaguara, 2019) asegura que “el miedo nos paraliza”. ¿Cuáles serían los vehículos para lograr la catarsis y superar los bloqueos?
R.- No es una pregunta fácil, porque no hay una respuesta unívoca. Pienso que cada persona necesita explorar sus propios caminos para superar la parálisis que el miedo causa. En mi caso, la escritura fue la posibilidad de salir de ese miedo. Me permitió darme cuenta de que el miedo que estaba viviendo tenía que ponerlo en perspectiva frente a otros miedos mucho más terribles que estaban viviendo millones de mujeres en el mundo.
P.- Usted se vio obligada a abandonar su país natal, Argentina, a los 16 años, en plena dictadura de Videla. ¿Qué es mayor, el miedo a dejar la patria o a empezar de cero en una nueva?
R.- Cuando llegamos a vivir a México, todos pensamos que iba a ser por un periodo corto. Yo pensaba en los exiliados españoles de la Guerra Civil y sabía que llevaban 40 años viviendo en México y yo pensaba: “a mí no me va a pasar eso”. Pero México se transformó en la barca que nos salvó del naufragio que era el exilio. En ese sentido, no lo viví con miedo, sino con agradecimiento, a pesar de la tristeza por lo que estaba sucediendo en Argentina. Quizás porque era adolescente y quería ser igual que los demás o por las ganas de vivir a los 16 años significó para mí el descubrimiento de la libertad. Creé redes tan fuertes que me quedé aquí. Y ahí terminó el exilio. Aquí está ya mi historia, mi memoria y mis recuerdos.
P.- ¿Puede llegar a ser la escritura una patria en sí misma?
R.- Sin duda, la escritura es la patria del escritor, de esta escritora que soy yo. Por eso, para mí el camino de vínculo con mi propio centro, con mi capacidad de sostenerme en el mundo y en la vida pasa siempre por la escritura, por la palabra literaria. Paul Celane, el poeta sobreviviente de campos de concentración que terminó suicidándose en Paría, arrojándose al Sena, decía, en uno de sus discursos, que, ante el horror, la lengua poética había sobrevivido, pero con las huellas, las heridas que el horror dejó en ella. Esta idea la recuperó el gran poeta argentino Juan Hellman, que hablaba al igual de una lengua herida, calcinada…
P- Usted ofrece la conferencia de clausura del Coloquio de Historia Canario Americana. ¿Podría calibrar la relevancia del Coloquio más allá de las fronteras insulares? ¿Qué lugar ocupa el evento dentro del marco internacional de estudios atlánticos, en concreto en México, donde usted desarrolla su actividad académica y profesional?
R.- Me parece importante destacar el hecho de que desde hace 25 ediciones este Coloquio construye un puente fundamental entre España y América Latina, tomando como punto central a las Canarias. Construye un marco para seguir pensando nuestras realidades de manera conjunta. No nos olvidemos de que Canarias y, especialmente, Gran Canaria, ha sido siempre un punto de enlace entre Europa y América. Es un referente ineludible para nosotros, para este lado del océano. Sabemos que compartimos, no solo una historia, sino una gran cantidad de temas, como el fenómeno de las migraciones.
La posibilidad de transmitir toda esta memoria y actualizarla a través de la mirada de investigadores jóvenes con nuevas perspectivas crea un espacio para el diálogo muy enriquecedor. Recuperar el estado de la cuestión mantiene vivos los temas centrales del vínculo canario-americano.
P.- Por último, desde su mirada feminista, ¿qué lugar cree que los Coloquios otorgan a la perspectiva de género?
R.- Desde que sé de la existencia del Coloquio, desde la dirección de Casa de Colón por parte de la querida historiadora Elena Acosta, es fundamental esta mirada, sobre todo, el hecho de considerar la perspectiva de género como un eje transversal en los Coloquios. Es imposible que una mujer tan comprometida con los temas feministas, como es Elena Acosta, no deje su huella en este foro. Su impronta feminista, su mirada comprometida con la historia y con las mujeres, es evidente en este 25 Coloquio y lo ha sido durante toda su gestión. Esto me compromete a hacer un cierre para atraer a aquellos que quizás han permanecido más lejanos a la perspectiva de género.
Sobre Sandra Lorenzano
Sandra Lorenzano es narradora, poeta y ensayista ‘argen-mex’ (nació en Buenos Aires, Argentina, en 1960, y en 1976 se exilió en México, donde vive desde entonces). Doctora en Letras por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es profesora en la misma universidad y en Middlebury College, Vermont. Ha sido miembro del Sistema Nacional de Investigadores y del Sistema Nacional de Creadores de Arte.
Fue durante quince años vicerrectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Actualmente es directora de Cultura y Comunicación de la Coordinación para la Igualdad de Género, UNAM, y coordinadora del proyecto internacional “Cultura y migración” (UNAM-UNESCO-Universidad Autónoma de Madrid). En agosto de 2022 fue elegida presidenta de la Asamblea Consultiva del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED).
Ha sido invitada como creadora, investigadora y conferenciante a distintas universidades y encuentros literarios de Europa, Estados Unidos y América Latina. Colabora regularmente en diversos medios de comunicación de América Latina, tanto en prensa escrita como en radio y televisión. Tiene columnas permanentes en las revistas ‘Sin Embargo Mx’, ‘Literal Magazine’ y ‘Nexos’. Encabeza la producción y conducción del programa ‘Violeta y oro’ en Radio UNAM.
Forma parte del ‘International Women’s Forum’, de la asociación ‘University of California-Mexicanistas’ y del Consejo Ciudadano de Radio Educación, entre otras asociaciones.Ha coordinado más de una decena de publicaciones.
Entre sus libros personales están ‘Escrituras de sobrevivencia. Narrativa argentina y dictadura’ (Mención Especial en el Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas); los poemarios ‘Vestigios’ (Pre-Textos) y ‘Herencia’ (Vaso Roto Ediciones), así como las novelas ‘Saudades’ (Fondo de Cultura Económica), ‘Fuga en mí menor’ (Tusquets), ‘La estirpe del silencio’ (Seix Barral), y ‘El día que no fue’ (Alfaguara, 2019).
Su obra ha sido traducida al inglés y al italiano.