Sobre el 33 Festival Internacional de Música de Canarias


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Con el lema ‘¡Vibra de emoción!’ se acaba de presentar la programación del 33 Festival Internacional de Música de Canarias que tendrá lugar del 7 de enero al 5 de febrero de 2017

Esta nueva entrega del Festival, en palabras de la consejera de Turismo, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, María Teresa Lorenzo, pretende “dar un giro desde un punto de vista económico, social, político, territorial y cultural desde la experiencia alcanzada en estos 32 años“.

Afirmar esto es aceptar coger la ‘papa caliente’ que significa uno de los eventos culturales gubernamentales más controvertidos desde el nacimiento de la autonomía canaria y que nadie se había atrevido a acometer debido a los poderes fácticos y lobbies que intervienen, los intereses sobrevenidos y las posibles consecuencias políticas.

La ‘papa caliente’

El FIMC ha estado en entredicho desde sus inicios porque ha contado siempre con la mayor aportación económica de la inversión cultural de la administración autonómica, tratándose de un festival centrado solo en un estilo de música muy concreto, que se ceñía, casi exclusivamente, a una época muy determinada dentro de este lenguaje y a un repertorio muy particular, produciendo un agravio comparativo sistemático con otros estilos y lenguajes musicales.

Controvertido también porque el FIMC se auto definía como un festival de grandes orquestas foráneas con grandes solistas extranjeros y grandes compositores forasteros sin dar la lógica cabida y proporción natural a los magníficos profesionales canarios que tenemos – salvo la OST y la OFGC -. Este enfoque ha significado un desprecio para creadores y artistas canarios y negativas consecuencias culturales y económicas para las Industrias Culturales y Creativas locales, y por consiguiente para la de todos los canarios por su repercusión en el IGIC, el IRPF y el PIB canario. A nadie se le escapa que si pagas medio millón de euros en traer a una orquesta de fuera, ese dinero vuela. Si lo inviertes en contratar al sector local; ese dinero se queda aquí, se activa la economía, se dinamiza el sector y se reinvierte.

También ha sobrevolado la cuestión de los intermediarios que, casi invariablemente, han venido trabajando con el festival con sus llamativas comisiones. El asunto de las comisiones siempre levanta suspicacias y los telediarios en estos últimos tiempos no invitan al sosiego precisamente.

mano_cara_teclado_960Para terminar de calentar la ‘papa’ está la cuestión de la accesibilidad por parte de la ciudadanía y su proyección turística que nunca logró cuajar. Accesibilidad por precio y accesibilidad porque durante muchos años solo se hacían conciertos en los grandes auditorios de las dos capitales de provincias. Esta última cuestión ya Candelaria Rodríguez, la anterior directora del Festival, la afrontó con valentía.

Y referente a la proyección turística porque en vez de crear un festival con identidad propia y singular se tendía a copiar lo que estaba ocurriendo en centro Europa convirtiendo el Festival Internacional de Música ‘de’ Canarias en un Festival Centro Europeo de Música Clásica del siglo XIX ‘en’ Canarias. Un dislate bajo el punto de vista de la marca y la estrategia de branding.

A todo esto, y por si fuera poco, hay que añadir los hilos de personas influyentes – política, mediática y económicamente hablando – que, sintiéndose grandes melómanos y salvadores de la alta cultura, han sido la sal y la pimienta en todos los platos, pretendiendo perpetuarse eternamente.

Las diferencias entre lo público y lo privado

Si estuviéramos hablando de un evento organizado por una empresa privada, con capital privado, no hay nada que reprochar. Todo lo contrario. Cada cual con sus euros hace lo que mejor le convenga, como es el caso de la fantástica iniciativa del empresario José Luis Tranche y su Fundación Canaria para el Desarrollo de la Pintura, por citar solo un ejemplo reciente.

Pero hablando de dinero público, y más en momentos tan delicados, han de optimizarse los recursos evitando gastos sobredimensionados, intermediarios, agravios comparativos y procurando llegar a la mayor parte de la población.

Nino Díaz dirigiendo la Orquesta de Cámara Amadeus de la Asosiación de Compositores Rusos

Nino Díaz dirigiendo la Orquesta de Cámara Amadeus de la Asosiación de Compositores Rusos en Moscú.

Nino Díaz, director en funciones del FIMC

Para esta enorme ‘papa caliente’ la consejera María Teresa Lorenzo ha elegido al compositor y empresario cultural Nino Díaz, conejero de nacimiento, de carrera impecable, formado y bregado entre Cataluña y Alemania, y ahora director en funciones – sin chaleco anti balas – para esta entrega del Festival y hasta que se convoque a concurso el cargo.

Cierto es que Nino Díaz se ha encontrado ya con unos interesantes compromisos adquiridos por Candelaria Rodríguez, la anterior directora, y un turbio asunto, con amenazas incluidas, que nada tuvo que ver con la mencionada Candelaria. Pero esto no ha debido suponerle mayor problema (o sí) porque ha logrado organizar 91 conciertos (el año pasado tuvimos 45, lo que significa duplicar la programación) rotando las ocho islas (por fin nos vamos acostumbrando a incluir a La Graciosa), descentralizando los conciertos de los grandes auditorios y buscando otros espacios alternativos, programando una oferta musical más amplia que va desde el siglo XVI hasta la música de hoy, con variedad de formatos (la orquesta sinfónica más grande nunca creada en el Festival, orquestas sinfónicas, orquestas de cámara, grupos de cámara de diferentes tamaños; octetos, septetos, duos…), incluyendo a muchos más profesionales locales, tanto creadores como intérpretes, manteniendo la excelencia, con menos presupuesto y, como broche final, adecuando los precios de las entradas a nuestra realidad.

Es evidente que nunca llueve a gusto de todos. Y mucho menos para los que están acostumbrados a tomar el sol en invierno controlando al ‘hombre del tiempo’.

Pero con el dinero público y los bienes preferentes*, como es la cultura, no se juega. La administración tiene la obligación de velar por el principio de equidad categórica* ‘cultivando’ a la ciudadanía. Tiene la obligación de hacer llegar la cultura al pueblo, velando porque esa oferta cultural (cultural, no de ocio que eso es otra cosa) tenga calidad, diversidad, equilibrio y, lógicamente, que sea accesible para la mayor cantidad de personas posibles.

Para ello también parece que están estudiando nuevas estrategias de marketing, branding y comunicación, como no podría ser de otra manera, ya que nuevas propuestas de valor requieren de nuevos canales de distribución.

 

FUENTE: CANARIASMUSICA.COM

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