Santiago Gil //
Siempre somos uno de ellos. Siempre deberíamos ser uno de ellos para entender, para buscar soluciones o a veces para dar un abrazo o para pronunciar un par de palabras que ahuyenten la soledad o el desconsuelo. Pero casi siempre pasamos de largo, nos conmueve lo inmediato y solo tratamos de resolver lo que nos afecta directamente, lo que nos preocupa y nos duele. El hambre o la guerra quedan lejos, leemos o escuchamos esas noticias, lamentamos la situación y luego nos acercamos a una terraza a ver pasar a la gente. Somos así de egoístas, y así de hedonistas, como si no nos doliera nada, como si lo de otro fuera solo un problema del otro, y el otro, ya tendríamos que saberlo, también somos todos, porque más tarde o más temprano la podredumbre termina corroyendo lo que parece que está a salvo.
Si no reciclas, si no ayudas a conservar los acuíferos o si seguimos deteriorando la atmósfera nos terminarán llegando cualquiera de esos huracanes que antes quedaban lejos, y serán nuestros hijos o nuestros nietos, nuestros semejantes, los que sufrirán las consecuencias de nuestras irresponsabilidades medioambientales.
Hace unos días leí la noticia de una estadística del INE que decía que en 2033 uno de cada cuatro españoles tendrá más de sesenta y cinco años. Si Trump, Putin, la suerte y la salud me dejan llegar a ese año, yo seré uno de esos tres viejos que hará cumplir la estadística.
Tendré sesenta y seis años. No queda lejos. Quince años pasan volando. No sé si a esa edad tendremos derecho a jubilación o si llegaremos a cobrar pensiones, pero sí sé que como no afrontemos la calidad de vida de nuestros mayores desde ahora nos veremos con un grave problema social. Los estamos dejando de lado, en residencias sin control, con una dejación vergonzante cuando aparece el olvido o la movilidad les impide salir a la calle.
Si se tiene calidad de vida, a esa edad, en los tiempos que vivimos, todavía queda cuerda para rato; pero si aparecen patologías propias del desgaste de los años lo que hacemos es mirar para otro lado. Muchos mayores sufren una soledad y una desatención que debería hacernos sonrojar a todos, y no hace falta llegar a viejo para serlo: conozco más viejos vitalistas y sabios que jóvenes; pero sí tenemos que aprender a mirar de frente a una situación que puede ser insostenible si no la afrontamos entre todos.
No solo es el problema del desajuste entre la clase activa y pasiva si hablamos desde el punto de vista laboral y económico. Lo que realmente preocupa es qué calidad de vida nos espera. Hace más de quince años, Serrat cantaba que todos llevamos un viejo encima. Yo entonces tenía veinte años y creía que esa frase era solo un recurso poético del Nano. Y no era así, el viejo que sufre ahora mismo la dejación de un sistema público injusto e insolidario siempre será cualquiera de nosotros.
CICLOTIMIAS
Un coro de voces también es una unión de solistas solidarios.