¿En papel o digital?

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La disyuntiva sigue en pie y sin soslayar que medios de lectura nos deparará el futuro

Cuando nos enfrentamos a cualquier tema en relación con la lectura o más concretamente el libro, surge la disyuntiva: ¿En soporte papel o digital? Claro que la pregunta, no se plantearía si en los últimos años los avances tecnológicos no hubieran roto todo pronóstico en cuanto a las posibilidades de su uso. Pero igual pregunta se la podrían haber hecho perfectamente hace muchísimos años atrás, cundo se producía un nuevo avance en elemento tan importante como la transmisión de información a través de la lectura. Dejemos atrás los tiempos en que hace unos 5 mil años empezó a configurarse el lenguaje de signos simbólicos a la escritura tal como la conocemos hoy día, pasando por su variada articulación fonética. Cada civilización buscó su materialización más apropiada, fuera a través del papiro egipcio, tablillas de madera, la seda, el vitelo o la tableta de arcilla. Imaginemos, que a lo largo de este tiempo se preguntaran si se preferiría leer en rollos de manuscritos o en páginas encuadernadas formato libro que conocemos y usamos.

Y sobre todo en el siglo XV cuando Gutenberg popularizó la imprenta y la disyuntiva empezó a ser entre libros escritos a mano y artísticamente iluminados en los conventos o  elaborados en una imprenta que posibilitaba mejor lectura, más uniforme, económica y de mayor y pronta difusión. Cinco siglos después, se plantea de nuevo  el debate y cada cual defiende sus gustos. Básicamente, los más jóvenes, educados en la cultura de las nuevas tecnologías optan por el bautizado e-book o libro eléctronico, mientras que los que han llegado tarde a ella y con dificultades de aprendizaje y desacomodamiento, siguen prefiriendo el soporte en papel.

¿Argumentos en su defensa? Fundamentalmente  de carácter sensorial. El olor a impresión del libro recién editado e incluso el del libro viejo; el tacto, con el toque constante de sus páginas al pasarlas hacia adelante o hacia atrás; la diversidad de volúmenes y formatos; la posibilidad de anotaciones y subrayados de aquello considerado más interesante; las dedicatorias con sus firmas para el recuerdo, su manejo más popular, y cada vez menos, su menor coste o accesibilidad en el mercado. También está el hecho sicológico que supone las estanterías de libros como elemento decorativo del hogar tan asumido como el del televisor o la foto familiar. La existencia de estanterías llenas de libros, aunque no se lean, dan un distintivo social.

Por otro lado, quienes se inclinan por el e-book hablan del menor coste que supone para el equilibrio ambiental, a pesar de que el reciclaje de papel esté cada vez más impuesto. También el ahorro de espacio en casas cada vez más pequeñas y su transportabilidad. Imaginen la cantidad de libros e información que puede llevarse encima en un lector, y que se puede llevar a cualquier lugar y con un peso mínimo.

Hablan de su mejor conservación o resistencia a todos esos inevitables enemigos del libro como son la humedad, los insectos, el agua, el fuego o su constante uso. ¿Pero si te quedas sin fuente de alimentación o estás en un sitio donde no la haya, y si se te extravía? responderán los otros. Es decir que de seguir, encontraríamos más y más argumentos en pro y en contra. Indudablemente, la disyuntiva sigue en pie y sin soslayar que medios de lectura nos deparará  el futuro: Qué cada uno lea como esté más a gusto, pero que no deje de leer.