Cultura participativa

JOSÉ ORIVE | 30 de julio de 2015

La gestión de la cultura desde las instituciones públicas empieza a dar síntomas de cambio. El anuncio del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria de crear su Consejo sectorial de Cultura con la finalidad de impulsar y coordinar todas las políticas culturales del municipio, supone evidentemente un cambio en el modelo empleado hasta ahora en el ámbito municipal. Se abren nuevas perspectivas en cuanto al desarrollo de políticas culturales municipales, al pasarse del diseño de programación a criterio de asesores de confianza a una cultura participativa social o cuando menos, representativa.

Durante mucho tiempo se ha programado siguiendo la inercia de lo establecido, con alguna que otra "innovación", y en base a lo que unos presupuestos cada vez más precarios permitía. La distribución de estos presupuestos de manera desequilibrada ha impedido consolidar, por un lado, una industria cultural de la que tanto se habla, tanto se dice que aporta una cantidad importante al PIB, pero que no termina por tener vida propia más allá de las instituciones públicas. Por otro, la reafirmación de un amplio y variado sector de creadores y su relación efectiva con los destinatarios del producto o servicio. La recensión económica tampoco ha ayudado, en parte por la carencia de una prospectiva que pueda aclarar el camino. Se ha insistido en la presencia de patrocinadores de la cultura y reformas de leyes del mecenazgo, pero sin tener en cuenta que si faltan consumidores de poco sirve tanto esfuerzo. Los espacios de colaboración son necesarios e importantes. En ese caso, cultura y turismo están condenados a entenderse y a cooperar, sin que ninguno sea rehén del otro. Se han adoptado estrategias de marketing, pero a veces sin reparar, que sí, son importantes y ayudan a vender, pero existen evidentes diferencias entre el marketing tradicional y el cultural. Y lo peor, en su nombre, se ha sacrificado una línea de trabajo iniciada hace una treintena de años, de animación socio-cultural. Hoy día, muchos gestores se plantean que ambas líneas de trabajo pueden coexistir perfectamente sin anularse, sino todo lo contrario, complementarse.

Ha faltado lo fundamental, lo que ahora parece querer construirse: La participación ciudadana en la cultura, su implicación, el análisis de los contextos y sus prioridades. Una ciudad no es más culta por muchos espacios culturales o programación que contenga, ni por su cantidad, si esta cantidad es más de lo mismo y elaborada al margen de sus ciudadanos. Los distintos agentes de la cultura, llámense gestores -técnicos o políticos-, patrocinadores y colaboradores económicos, creadores y difusores, medios de comunicación, sociedades y asociaciones, empresas y técnicos del sector, voluntarios, etc. es decir, todos aquellos que de una manera u otra tienen derecho a opinar ordenada y colectivamente sobre qué política cultural necesitamos aquí y ahora, constituyen un emplazamiento clave para caminar en ese sentido. 

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